miércoles, 1 de julio de 2015

Revista N.º 56 - ESPACIO DEL POETA




         Revista  N.º 56 -  ESPACIO DEL POETA
                             REVISTA LITERARIA DE HABLA HISPANA
                                                                                     
                                                                                                Julio 2015

        










                                               Maria Jose Barraza












Yo quiero








Yo quiero, el instante mismo en que perdí mis pasos...aligerar mi alma de peligros...y el momento preciso de mis días. Yo quiero, el sol que baña mi mirada...que acompañen las flores mi camino...y que la luna sea mi destino. Yo quiero, que no me falte la memoria...para recordar aquellos años, que se fueron despacio...sin tregua y sin demora...para llenar mis días de recuerdos. Yo quiero, que no me falten las palabras...para cuando mis ojos entristezcan la mirada...para cuando el olvido visite mi memoria...para cuando no recuerde el beso dado...y mi sangre se hiele para siempre. Yo quiero, que no me falte aquel amigo...presente en mis días y mis noches...para hablar de esos años que se fueron, despacio...y sin apuros. Yo quiero, que no me falten las estrellas...cuando la oscuridad se haga presente...y seguir su huella iluminada...aún presentes en mi alma viva...!!!









ALEJANDRA LEAL GANA-CHILE










Es inédito






Es inédito /este sonido
repica en lo hondo
es perpetuo y se queda en el horizonte
golpea/ sobre sí mismo
y alguna vez, a tientas 
(sin quererlo)
se refleja incólume
detrás de mis pupilas







Amanda Reverón-Venezuela






Los Girasoles




Cuando canto en la ventana
por la mañana,
veo los girasoles
y el placer cierra mis ojos.

Por eso canto
porque el fruto floreció.

No son antojos
los besos que el me dio,
porque brillaba la luna
y así, su amor me entregó.

Y pienso en los girasoles
con alegría sentida,
porque ya no había sol
y en mi cuerpo amaneció.








Antonio Monzonís Guillén- Valencia España







A donde ir






¿Para qué marcharse?
Una colmena oscura remienda
la sábana del silencio.
Aún queda vino, y fuego
en la hoguera.

Sólo es una especulación provisional
considerar el camino importante
si el vino y la noche se agotan.
¿Para qué marcharse? ¿a dónde ir?
¿Acaso se ha erradicado el llanto
en algún lugar?

Desde el quicio de la puerta
se ve la lluvia caer.







Begoña M. Bermejo-Guadalajara España












Girasoleando








Lluvia de soles cautivos/ en la cabellera azul.
Mejillas redondas y doradas / ofrendando
su desnudo corazón oleoso / girando siempre
hacia el naciente.

Correteando en libertad / mi infancia transita
por la despiadada calle de lo que ya se fue.
En el reclinatorio de la memoria / una
lágrima-rezo surca el imparable
girasol de la vida.

En ocasiones como hoy / se pasea por aquí
oronda / la tristeza / desenhebrando al viento
del olvido / trozos de sol desde las
corolas de la inocencia.

Por la esquina del recuerdo / es también la
tristeza quien besa los nombres de otros
soles amados / que han girado ya sus ojos
hacia el poniente.




Belkys Larcher de Tejeda- Santa Fe- Argentina










Amanecer







Amanezco en la pradera,
ciudadano del mundo soy y
siempre he sido hermano
de los hombres y mujeres del planeta que habitamos.

Amanezco sin trabas ni tropiezos,
los problemas se quedan con la
noche que guarda los sinsabores
ya pasados; ¡¡¡amanezco y me
renuevo con nuevos bríos despierto
y amanezco en mi interior…!!!

Amanece de nuevo, día a día,
amanece y sabemos lo que hoy
viene: siempre fresco y nuevo;
todo resplandece y lo sabemos…






Benjamin Araujo Mondragón-Toluca -México









Silencio...duerme una rosa...








Propongo un silencio
Que la aurora aun bosteza
soltando resplandores vagos
que solo entibian el mar..

Silencio...
Si el colibrí está intentando
libar la flor del jardín
Y ella aun duerme y perfuma
sin sus corolas abrir...

Silencio. Silencio...
Tras los barrotes de ausencia
Con grilletes amarre "los te extraño"
Encarcelados, pues ahogaban mis entrañas.
Silenciados en mi boca y vaguadas en mis ojos

Dime tú, silencio estaba prescrito
deshojar corolas antes del invierno?
Mientras, ella duerme soñando
que la fértil tierra redima entre el polvo
su llanto callado, regara esporas para nuevos brotes
Pinceladas rosas ,luna del jardín.

...Y si regresa el cruel jardinero, abre tus corolas
cual alas de ángel y aun cuando el escuche
voces de un "te extraño “hiérele las manos
pétalos y espinas , cuando abra su palma
la fragante rosa brotara una gota de sangre y de miel
...y entre las pupilas de aquel jardinero
..Redimida flor, rodara una lágrima.



Carmen Guzmán Cedeño-Cumana-Venezuela









Horizonte






Sus amigos,
 le preguntan que
 por qué
cada vez que habla mira
 al horizonte,
 y les responde:
 es la utopia que me
 llama,
 porque quien solo ve
 el presente
 tiene una mirada
 limitada.







Daniel Alarcón Osorio-Guatemala









Puntos cardinales














Tu saliva es la espuma           
que siento incipiente,
tu mirada una estampa
cosida en el celo,

tus orejas dos plumas
tentando a los dientes, 

tus caricias, la trampa
tenaz de mi anhelo.
Como el norte y el este
y el sur y el oeste,
como brújula cierta
de tiempos y tramos
señalando celestes
de penas ausentes,

en mi noche desierta
te busco y te amo.







David Reverte- Alicante- España











Centro de estrés








Van las hojas consumiéndose en el tiempo,
van los hombres tomando el tranvía
que los llevará
a su labor diaria en el centro de la ciudad,

a aquel centro donde todo es cambio continuo,
donde todo es noticia de última hora
y donde el estrés del día a día
habita en el cuerpo







Diego Miró Quesada mejía-Lima-Perú










Renacimiento









Escribo
el epitafio:

Te pertenecen
las ausencias,
los silencios,
las pausas y
los egoísmos.

E indagarás en
tus propias
cavernas,
aún cuando
toda luz se
haya apagado.







Diego Santiago Cazzaniga-Rafaela-Santa Fe- Argentina










 Quietud









Una existencia acuática, dormida,
parece respirar en el silencio.
Y en el árbol en sombra se perfila
una actitud de trágico desvelo.
Filtra ya en blanda languidez de lila
su casto beso inmaterial la luna.
Y llena el aire, que en secreto vibra,
una emoción de mística ventura.
En el reposo, la penumbra anida
una callada invitación al sueño.
Y al fin la voz intrusa se deshila
como si fuera un impalpable velo.









Egle Frattoni Romano-Rosario- Argentina








Efemérides Deportivas 1


Dado lo escueto de la efeméride, aprovecháremos el espacio para describir al protagonista de la misma. El Negro Marmorato era y es un personaje entrañable. Cómo delata su apodo, es morocho y posee además una fuerza formidable. Hijo de bicicletero, hermano de bicicletero y nieto de bicicletero, Marmorato es bicicletero, aunque también se da maña para reparar cualquier ingenio mecánico.

Para arreglar las bicicletas, solía ponerlas ruedas para arriba, apoyándolas con el manubrio y el asiento en el piso. Esta técnica es habitual en los reparadores de biciclos, pero Mamorato la aplicaba también para otros casos. Por ejemplo, solía poner su moto Panther de 500 Kg. patas para arriba para repararla y también hacía lo mismo con su ratón alemán, que quedaba muy simpático puesto en decúbito dorsal. Además, así cómo daba vuelta una bicicleta o el ratón alemán, también lo hacía con un Valiant o con un Mercedes 1114.

El Negro frecuentaba el “Club Alas Balcarceñas”, del cual es socio fundador y protagonista de muchas de las innumerables anécdotas que allí acontecieron. En una ocasión, este club organizó un torneo de pesca en el arroyo “El Pantanoso”, que instituía premios tanto al bagre más grande como al bagre más chico.

Marmorato ni arrimó con el primero de los premios, que quedó en manos del “Chuleta” Martínez, quien se presentó ante el jurado con su hermana Susana: un espécimen indiscutidamente grande e indiscutida-mente bagre. El Negro luchó durante toda la jornada por el premio al bagre más chico; galardón que finalmente obtuvo con un “bagre sin cola” (especie no catalogada hasta ese momento). Si bien los conocimientos de Marmorato sobre biología acuática no eran muy sólidos, no tuvo inconvenientes es convencer al jurado que al pescadito por él descubierto le correspondía sin duda la categoría de bagre, obteniendo así su merecido premio: 3 botellas de vino “El Zaragozano” y 20 fichas de metegol.

Hombre de espíritu inquieto, el Negro Marmorato solía experimentar con lo que tenía a mano. Farias, el hábil cantinero del “Alas Balcarceñas”, se la pasaba alejando vasos, platos y palitos salados del alcance de Marmorato. Pero él prefería las bicicletas, y con ellas experimentaba. Así, fue el primero en construir, en la hermosa ciudad de Balcarce, una bicicleta tandem en línea y otra tandem vertical. También desarrolló una bicicleta plegable sin bisagras; la misma estaba íntegramente construida con hierros del 12. El Negro simplemente la doblaba en cuatro como un pañuelo para transportarla en su ratón alemán y una vez en destino la desplegaba, la enderezaba cuidadosamente sobre sus rodillas y quedaba lista para  rodar.

Marmorato tiene tanto de fuerte como de bueno. Siendo durante décadas el entrenador de las inferiores del club “Alas Balcarceñas”, me animo a decir que no hubo tipo más querido por los pibes del barrio. Daba gusto verlo y da gusto recordar el equipo completo de baby con la hinchada y todo, viajar en su Valiant rumbo al partido del día.

Va este recuerdo para un gran tipo que hizo todo por nada, pero a quien le dieron todo lo que tenían. Dicen que una sonrisa puede producir milagros; entonces, posiblemente las carcajadas de esos niños felices que siempre lo rodeamos, son el origen y el alimento de esa fuerza descomunal del Negro Marmorato.


Enrique Spinelli-Buenos Aires- Argentina










Febrero








Disuelve la tarde su sangre caliente
en el lento descanso del tibio febrero,
encuentran las sombras en la tierra su muerte
bajo un cielo errante de dorado ensueño.

¡Y todo es febrero!










Ezequiel Feito-Buenos Aires- Argentina









Traición









Es inútil
la muerte nos traiciona
Imposible el orgullo
de encontrarnos
La ilusión es
un péndulo infinito.











Federico González Zampol, de San Bernardo (Pdo. de La Costa)-Argentina











Palpitos, latidos, relojes y designios








Lo pasado, lo presente, lo futuro
son las agujas del perpetuo reloj,
y los hombres(con hazañas e infortunios)
somos el vivo tiempo del corazón...

...que palpita sus derrotas y victorias
(porque la vida pide más resplandor)
y prosigue en sus caminos por más glorias
(porque la sangre fluye...pese al dolor...

...del pasado, del presente, del futuro...
...¡del movimiento del perpetuo reloj!).
Y los hombres(con hazañas e infortunios)
fuimos un sueño que intentó ser mejor.

Fuimos un sueño que jamás se logró,
¡pero cambiamos,...con razón, fe y sudor!
Somos ya el tiempo que podrá ser mejor:
¡Ya, sin más vueltas!¡Ya, hacia un Gran Corazón!!!









Fernando Adrián Zapata-Concordia- Entre Ríos-Argentina




           


Anhelo





Debo soltar de tu mano, esa sonrisa infame
que te rodea de calumnias, y te hace ver culpable.

Culpable del infierno, que me ahoga en lo profundo
que me deja como esclava, que me aleja de tu mundo.

Tu mundo imaginable, el refugio que profeso
donde guardo mis valores, y el amor que tanto anhelo.

Anhelo que vas desviando, sin siquiera darte cuenta
que se fuga lentamente, sin que nadie lo detenga.





Grissel Canche Albornoz-Yucatán México











La musa infiel







Alguien debe hacerse cargo del tiempo perdido:
El tiempo es una musa infiel,
bien lo sabemos.

Una palabra clara nos cuesta mucho más
que un poema desolado.
Defendemos una tradición de gran fragilidad.
Y a la hora de partir
nadie sabe bien quien está del otro lado
de un poema.

En la delgada línea de una hoja de papel
como en el filo de un puñal
cabe la vida entera,
el resto es nada.

Unas pocas palabras claras
y el resto es nada,
solo palabras vacías para corazones muertos.

¿ Es esa la medida de todas las cosas ?

Cuando fallan los contadores de palabras
y los contadores siempre fallan,
empezamos a saber si somos la respuesta,
o el problema que la impide.

De unas pocas palabras bien escogidas
un poeta extrae su paraíso,
tiene como único recurso la belleza.

Soñé con un desconocido
que escribía estos versos.
¿ Acaso es el hombre que yo habito ?
Sólo con él podía ser solícito y amable,
abrirme y acogerlo como a un huésped,
rodeándome de vida en un laberinto de dicha común.

Es bueno reconocerse y olvidarse en otro.
"Sé quien eres", me dijo:

"La tan temida nada".

Al fin supe
que nuestra orden tiene un templo,
que nos deja solos
frente al muro del mundo.

Entre rituales en ruinas
y largas horas de lamentaciones.

En la intimidad de la creación
la vida encierra su secreta musa,
para mirarse en un desconocido
que la ame.







Héctor Berenguer-Rosario-Argentina









La verdad. 








La verdad agusana
la conciencia culpable
y orada las ideas
con la fuerza
de un torrente
o una gota
-es indistinto
para quien tiene garantizada
la victoria-.

Instiga su liberación
sobre la piedra silenciosa de la mente
que no puede asesinarla
ni callarla
sin  hacer sucumbir su propia sanidad.
La larva se sabe mariposa
antes de emprender
la aventura del capullo.

El silencio,
la negligencia
la negación
y la ignominia
son espejismos
que la verdad da a la mentira
-como ventajas a un jugador novato-
para regocijarse del fracaso inevitable
de su enemiga.




Isabel Andrea Matar-Villa María-Argentina









Nadie



Vivía en una casa que aunque pequeña debió ser agradable, tras un cerco vivo que separaba el jardín de la vereda y con un solo árbol alto y magnífico destacándose contra el cielo como un gigante de buen augurio.
El cerco enmarañado dificultaba el paso por la vereda y hacía mucho tiempo había ahogado al jardín. Del árbol, truncado un día con ferocidad, quedaba un tocón reseco del que aún emergían unas pocas ramas peladas, cada año más blanco al descascararse los últimos restos de corteza.
La casa se veía desastrada y hueca, rara vez iluminada, sin voces. Muy de tanto en tanto y más espaciada cada vez, recibía una visita, siempre breve.
Deambulaba desaliñado, casi en harapos, sin mirar ni saludar a nadie. Eludía a los conocidos, bordeaba los festejos, se descubría ante los cortejos fúnebres, caminaba mucho.
Envidiaba a los pájaros y odiaba a los perros. Algo hallaba en ese entregarse a la distancia sin frontera, a lo desconocido sin huellas, que le evocaba una ansiedad nunca satisfecha, una simpatía extraña por las posibilidades imaginarias, inalcanzables.  Una cicatriz en el muslo le recordaba un mal trance callejero y olvidados ya los detalles, esa dentellada había multiplicado la aversión a toda una especie, con el tiempo transformada en odio. Apedreaba a los perros con sólo verlos cruzar su vereda o asomarse a la senda que quería recorrer; los mantenía tan lejos como deseaba viajar con los pájaros, odio y amor, furia y ansiedad entrelazadas con momentos de su vida, borrados y revividos una y otra vez con un ladrido, un trino, un aletear o el olor repulsivo de las heces, tan similares a las humanas, que los perros dejaban con llamativa insistencia en las proximidades de su casa.
Si andaba entre los árboles y veía a un grupo de chicos, honda en mano, desarrollar la crueldad que alcanzaría plenitud más adelante en sus vidas, nada decía, nada hacía tampoco. Se  apartaba, invisible, sentado por ahí, hasta que la cacería terminaba o se alejaban los depredadores. Entonces recogía los muertos: un gorrión despanzurrado, una paloma decapitada. Se arrodillaba, abría un hoyo entre las hojas y la tierra suelta y echaba una última mirada deshecha al lugar, para alejarse luego cabizbajo. Si alguna de esas criaturas aún conservaba algo de vida, la apañaba en la gorra y le daba el lugar más confortable que encontrara entre sus cosas, para verla recuperada y entregarla otra vez a la libertad, o repetir la ceremonia lúgubre del entierro sin palabras.
Un día entre tantos, desde una cavidad formada por montículos de tierra y rocas, al borde del camino, le llegó un gemido débil y persistente. Quiso seguir pero al darle la espalda sintió un fuerte impulso, el de asomarse para descubrir de qué se trataba. Curiosidad o sensibilidad exaltada, sorpresa o vulnerabilidad de un solitario, el gemido lo arrastraba con la fuerza de su extrema debilidad, con la extraordinaria atracción de algo que expresaba su propia extinción y demandaba de él un momento. Trató, pero allá adelante se enfrentó al cielo brumoso y en el aire inmóvil percibió una ráfaga helada que desde muy adentro le repetía con insistencia no te vas a morir, no te vas a morir. Vio en el fondo del hoyo, a pocos metros, camuflado entre los pastos, un perro tembloroso, empequeñecido por su recogimiento fetal, con convulsiones que anunciaban un fin inminente. Pateó una piedra que rodó hasta el animalito herido y se mordió el labio inferior. Palpó con la lengua el dulzor de su propia sangre. Retomó el camino y a unos pocos pasos el gemido volvió a él, como un eco de los anteriores o el de otros en su memoria. Volvía a sentenciarle no te vas a morir, no te vas a morir. Lamía la sangre en el labio como el perro lamía penosamente, entre gemidos, su cadera. Bajó y trató de alzarlo, pero al mover el cuerpo un aullido de dolor lo obligó a desistir. Algún hueso astillado por un golpe debía clavarse en la carne y sólo pudo acomodar un poco la pata inerme sobre su campera. Regresó al rato con algo de alimento, unos calmantes que él mismo utilizaba a veces y una manta liviana y cálida con la que lo cubrió,  dejando libre sólo el hocico. Le dio a beber sosteniéndole la cabeza y acariciándosela sin darse cuenta. Ya no gemía y respiraba con regularidad. De afuera llegaban los sonidos de la noche, magnificados por la quietud del entorno. Murmullos, motores, voces diluidas, repentinos estallidos. Se recostó a su lado. En el aire que se enfriaba sus alientos se confundieron en un vapor blanqueado por la claridad de la luna menguante. Pensó en esa vida atrincherada contra la muerte invasora. Oyó el silencio completo del anochecer, creyó que era una tregua. Así llegó el amanecer y transcurrió otro día. Renovó sus atenciones una noche más y en los días siguientes. El animal comenzó a moverse y logró trepar al camino. Lo observó arrastrarse con dificultad. El perro volvió la cabeza,  invitándolo a seguirlo. Inmóvil, dejó que se alejara un poco más.  Dio media vuelta y apuró el paso, con un largo rodeo llegó a su casa, cerró todas las entradas y por varios días no salió. Desde entonces su vereda se mantuvo más limpia y no necesitaba ya apedrear a los perros, que se alejaban cuando lo veían venir.
Hacia fines de mayo colgaba del tocón reseco una bandera desteñida y deshilachada, la extendía con devoción y vigilaba que allí se mantuviera. Un día fijo de junio la arrancaba de un manotazo grosero, hacía un bollo y la abandonaba por otro año en el mismo rincón de donde la había rescatado.  Con el tiempo aquel trapo era un jirón de blanco grisáceo, sin bordes y cribado por el sol y las heladas; pero las dos ceremonias, solícita una y arrebatada la otra, se repetían separadas por la exacta cantidad de días que una vez había determinado y cumplía con puntualidad, al nacer del primero y en el crepúsculo del otro. El tronco vacío se recortaba el resto del año, rígido y estéril, contra el cielo cambiante y recurrente. Sólo en ese corto período parecía revivir con el movimiento del paño, vestido, como si un lugar insignificante de su mundo cobrara una momentánea importancia y se desvaneciera luego en su monótona realidad de esqueleto mutilado.
Una noche de sábado, tras revolverse durante horas en la cama, se levantó de un salto y aunque era pleno invierno se echó encima varios baldazos de agua, halló los utensilios para afeitarse y su ropa mejor compuesta y aparentando veinte años menos caminó las cuadras que lo separaban de una casona iluminada en las afueras de la ciudad. Sorteó los camiones y otros vehículos estacionados en las inmediaciones, entró por una pequeña puerta a un lugar donde las luces anaranjadas dejaban ver hombres deambulando sonámbulos, acodados a la barra o tanteando las paredes para mantener el equilibrio. Se sentó a una mesa en el rincón más apartado y pidió una cerveza. Una mujer casi adolescente se le acercó al rato, le acarició la espalda y le preguntó al oído si quería invitarla con una copa. La examinó con cuidado. No era delgada pero le gustó su expresión juvenil, de una desenvoltura inocente. Cuando iba a sentarse a su lado le preguntó el nombre.
-Soy Sandra –fue la respuesta acompañada por un parpadeo cómplice.
Volvió a su cerveza y la ahuyentó con el mismo gesto que antes empleaba con los perros, que sólo la carencia de piedras le impidió completar.
La joven se alejó envuelta en una risa histérica que algunos de los concurrentes acompañaron, concentrando las miradas en ese raro bebedor de cerveza.
El hombre de la barra captó su aspecto huraño, llamó a la supuesta Sandra y se inclinó a escucharla unos instantes.  Luego fue hasta la mesa y mientras hurgaba en su campera con ademán aparatoso le dijo con un acento terminante que el lugar ya estaba reservado y debía retirarse.
Le respondió una mirada sin color, una demora que parecía aguardar a que la mano se decidiera a hacer lo que mandara la intención. El de la barra no la movió, pero le repitió su orden, esta vez con más énfasis y demandando con la otra mano el auxilio de los dos empleados que controlaban la entrada.
No cambió el gesto indiferente.
Al verlo rebuscar en los bolsillos el otro extrajo un arma de la campera y retrocedió unos pasos. Alrededor de la mesa se hizo un vacío expectante. La música suave del lugar sonó nítida.
Descargó sobre la mesa un fajo de billetes apretados que se abrieron en abanico y la cubrieron.
-¿Hay alguna que se llame Marina? –preguntó estúpidamente, sin inmutarse por el que le apuntaba y el alboroto a su alrededor.
El de la barra guardó el arma con cierto alivio y recorrió con la mirada la mesa forrada de billetes en desorden. Miró a los que se iban acercando medrosos, buscando explicaciones, y atinó a preguntar:
-¿Marina?
-Marina. No me interesa cualquiera que no tenga ese nombre.
El otro hizo un cálculo rápido con los ojos, dio media vuelta y chasqueó los dedos. Una mujer madura avanzó decidida entre los curiosos y tras un cuchicheo acercó una silla y le dijo al oído, en la voz más cándida que supo lograr:
-Soy Marina y me acuerdo muy bien de vos.
Su mueca despectiva de incrédulo se fue ablandando al tasar las ojeras simuladas por el maquillaje, los labios dibujados con prolijidad, la cabellera oscura sujeta por detrás y una silueta atractiva.
Ya ella le rodeaba la cintura y al despachar la tercera cerveza jugueteó con la cabeza entre sus rodillas.
En la habitación poco iluminada se tiró en la cama. Marina se desnudaba con aires de pudor. Él mantenía los ojos cerrados y comenzó a morderse el labio inferior. Al sentirla tendida a su lado mantuvo firme el codo para que los cuerpos no se tocaran y la sorprendió con un rápido monólogo:
-Marina. Claro. Yo sí sabía. Te ibas a casar. El era aburrido. Te hartó. Lo dejaste. No era aburrido. No era así. No era el mismo. Desde que volvió no era el mismo. Lo querías. ¿Lo querías?
No lo interrumpió. Era la fantasía del cliente, una de tantas, convenía seguir el juego, la cubierta de la mesa valía eso y más.
Él se quedó pensativo.
-¿Lo querías? –repitió-. No. Lo amabas. Estabas dispuesta a compartir tu vida con él, era divertido, era bueno, normal.
Apretó los dientes contra el labio. Brotaron las primeras gotas, que recogió con la lengua.
Marina miró hacia la puerta que por precaución no había cerrado con llave y se mantuvo silenciosa, sin apartar los ojos de esa boca de la que bajaba un hilo de sangre.
-Nunca lo viste desnudo. No hacía falta, si lo amabas. Así lo querían, les parecía valioso. Así se querían entonces. Esta será la primera vez, tu primera vez también.
No pudo evitar una sonrisa maliciosa, que se hubiese escuchado si la cara no estuviera tan apretada entre las manos. Pensó que era la elegida para representar a Marina precisamente por ser la más experta del lugar. Oficio de toda la vida que recordaba, con un antes breve, insignificante.
-Al principio trataste de ayudarlo, es cierto, lo querías, o lo amabas, como sea. Hiciste una fiesta para las dos familias, cuando volvió. Asado, tortas, música, qué suerte sano y en casa, decías, qué suerte, Marina, decían, sólo faltaba encontrar un departamento para alquilar y fijar una fecha, ¡ah!
Se interrumpió con un suspiro hondo y ella se alejó un poco más, al borde de la cama.
-¿Por qué él no decía nada, con el trabajo que se tomaron, el tuyo, el de las madres, y todos..?  Creyeron que no comprendía, ni siquiera escuchaba, no sentía las palmadas de afecto ni los elogios. Valiente, dijeron, valiente, ¡ah! Cuanto más hacían para alegrarlo era peor, si todos comprendían, si todos sabían bien que eso debían hacer, darle ánimo, ayudarlo a olvidar, ¡ah!
Los labios ensangrentados, la pera goteando ese rojo negruzco en la penumbra, la asustaron tanto que el cuerpo le temblaba, fuera de control. Se sostuvo los senos, inútilmente ofrecidos a un hombre que mantenía firme el codo entre los dos aunque ella ya no lo tocara, y con los ojos cerrados murmuraba:
-Te diste cuenta cuando pusieron esa canción, la que antes escuchaban juntos y bailaban, y él se fue al patio. No lo oíste sollozar, él no quería eso. No habían hecho nada mal, pero aún lo comprendían, había que darle tiempo, te necesitaba  más que antes, más que cuando te pensaba desde tan lejos y te escribía las cartas que no recibiste. Te necesitaba a vos, sobre todo a vos, con quien compartiría su vida, todo, claro que todo, lo bueno y lo malo. Cambió tu cara desde ese día, lo consolaste como se te ocurrió mejor, cada vez te costaba más, no sabías qué hacer, nadie lo sabía. Nadie. Nadie. Nadie, ¡ah!
Repetía ese nadie, nadie, cada vez más amargo y más empapado en la sangre que le caía por la camisa a las sábanas.
-Desapareció la primera vez y te encerraste a llorar, sentiste que algo se había derrumbado, por un tiempo lo buscaste, después ya no, ya no te importaba tanto un tipo así, por más que trataras de disimularlo.
Marina se había encogido en su rincón de la cama y estaba decidida a dejarlo solo en cuanto tuviera una oportunidad, pero el miedo le impedía decidirse.
-Después de esos tratamientos, las idas y venidas, como nada cambiaba con el tiempo, ese día que por fin pudiste hablarle le dijiste a lo mejor es preferible no vernos por un tiempo, comprendías que le hacías mal, porqué no probamos. Un tiempo, nada más que un tiempo para probar y después veremos qué hacer, lo mejor para los dos. El asintió, ya no hablaba, ya no te hablaba. Hasta hoy, Marina. Un tiempo que pasó. Así pasa y al  fin estamos juntos…
Comenzó a desnudarse, sin atender a la sangre que manchaba todo. Dejó caer la ropa al suelo y se volteó hacia su lado.
El primer asalto fue rápido y feroz. Tan torpe, tan ansioso, que Marina extendió los brazos y aflojó todo el cuerpo para que no la lastimara, mientras él jadeaba y le mordía el cuello, las orejas, los senos, veteándola de rojo oscuro. Sin pausa fue el segundo, más demorado en cada movimiento. Ella le ciñó los brazos sobre la espalda y acompañó las idas y venidas de los cuerpos, imitando lo que creyó le resultaría más placentero, ahora sin novedad,  es su loca fantasía se consolaba por dentro, sin dejar de sentirse burdamente usada como un objeto tibio, tan lejano como próximo parecía estar uno del otro, con asco por esa sangre que se mezclaba al sudor, maldita la suerte de esta noche con un chiflado, no es el primero, cierto, pero nunca habían llegado a ese extremo. Él suspiró muy hondo y Marina simuló un abrazo más intenso e intentó besarle la frente; él giró la cabeza y la aplastó contra la almohada, dio media vuelta y quedó tendido boca arriba, con los ojos cerrados, resoplando. Se oía palpitar su corazón. Le apartó la mano que quiso deslizarle por el pecho. Lo dejó para asearse en el baño, suponiéndolo dormido; gruñía o roncaba.
Volvió, se sentó en la cama para comenzar a vestirse y una presión vigorosa la obligó a recostarse. Bajo un mechón de cabellos escarchados vio los ojos, enrojecidos, centelleantes, clavados en su cara de susto con una fijeza que desconocía.
-Pagaré por otra hora –le oyó decir-. Sólo por tu compañía.
Marina se incorporó sobre los codos y él la empujó contra la almohada.
-Ahí –dijo en un tono neutro, que interpretó como una orden.
Así quedaron un largo rato, él sin moverse apenas y ella sin animarse a consultar el reloj; peinaba con los dedos el desorden en que había resultado la primera hora, lo oía balbucear algunas frases sin sentido, cortadas; hablaba inspirando el aire, hacia adentro para que no lo oyera. Sintió que le acariciaba un hombro y bajaba por los senos a las piernas. Era áspero y cálido, irradiaba energía, las caricias se convirtieron en un abrazo que la envolvió por completo. Le desordenó otra vez el pelo y quedaron los dos enredados en una lluvia nocturna, frotándose uno con el otro, sin una palabra separándolos.
-Nadie –recomenzó él y la sintió temblar entre sus brazos-. Nadie –repitió con una languidez que la entristeció-, nadie pudo amarte como yo, nadie, nunca, nadie, nadie…
La penetró demorándose en cada nadie, en cada nunca, suavemente, lento, los labios destrozados sobre los suyos, una mano en la espalda y otra en la cintura, atrayéndola con delicadeza.
Saboreó el dulzor de su sangre, la sal del sudor, ese extraño beso, el primero así, tan suyo, el primero que conocía en toda esa gran parte de su vida que ahora parecía borrada, el único beso con ese dulzor salado, como si a un tiempo pudiera absorberlo por todos sus orificios, poseerlo plenamente, no es mal macho, pensó, no es mal hombre, sintió, se dejaba llevar por algo tan distinto, fuera de la rutina, de la hartura de esa parte de su vida que dejaba súbitamente de existir, de otra anterior que revivía muy adentro; de esa olvidada belleza del descubrimiento que nunca creyó pudiera existir para ella, que nadie se había molestado por hacerle sentir, nunca, nadie, se repitió sin sonreír, nadie, nadie… Y no le importó darse cuenta de que estaba llorando.
Pasaron así buena parte de esa segunda hora, apenas alejados y aproximados de inmediato por el impulso de una sola voluntad, sintiendo ella cómo la virilidad se dilataba en ternura, sintiendo él cómo el objeto tibio se completaba en mujer, envuelto cada uno en el calor de los dos, resbalando en la sangre y el sudor, sujetos por las lágrimas sin dueños.
Mucho después, Marina recordaba que la despidió diciéndole el amor es mal pagador y no lo entendió. Lo oía repetir que para ella sería la primera vez y ya no pudo saber si era verdad. Se dejaba envolver en la evocación de ese hombre que había descargado una fortuna sobre la mesa y otra mejor en la cama. Con esa imagen se dejaba llevar muchas noches, buscando otra vez poseer plenamente y ser poseída de la misma manera, diciéndose con asombro que en ningún otro lugar quería estar sino ahí, junto al ensangrentado, junto a aquel que no volvió, ahí donde nadie, nadie, nadie…
Muchas veces después fue abril y junio, con el tocón desvestido que erguía su silueta reseca contra el frío blanco de las noches. Flameaba sólo la niebla en un silencio que violaba algún ladrido oculto, lejos.

Jorge D´Agata- Balcarce-Argentina











No soy nada







Por Juan Vila
Escucha, escucha...
No soy nada, solamente nada,
Solo soy un alma perdida en nuestro mundo
que observa cada mañana como el Sol 

lanza sus dardos a la Tierra
dándonos vida sin vida, y sin esperanza.

Escucha, escucha...
No soy nada, solamente nada,
y nada puedo darte, darte solo puedo,
mi alma y mi desesperanza
pues nada tengo y nada puedo ofrecerte,
toda mi vida es nada, excepto mi alma.

Escucha, escucha...
No soy nada, solamente nada,
deambulo entre laberintos inquebrantables
sin salidas ni horizontes, salvo la nada
de una vida sin nada, donde nada existe,
ni siquiera el llanto que contempla mi nada.

Escucha, escucha...
No soy nada, solamente nada,
carne dulce blanca que palpita a la deriva,
unos ojos que no ven nada, ni nada quieren ver
de este mundo vacío y sin nada,
ni mis palabras sirven de nada
por que nadie escucha ni cree en nada.

Escucha, escucha...
No soy nada, solamente nada,
excepto mi alma.


Juan Manuel Vila- Valencia- España











Sin embargo es sencillo










En rumores de letras ella filtró el invierno
a puro viento desde jacarandás rocíos
con memorias de sedas 

entreabrió aquella puerta
exultante entre brindis
partió
en el desamparo de la risa.

No volvió.
Un poema fugaz desvaneció en el aire.
Se llevó amaneceres sin mis manos
no supo que era sombra.
Nada es igual en la espuma de los mares.











Lilí Muñoz-Obeid-Neuquén-Patagonia-Argentina









Romance de la luna y el río










En un lento estallido de rojos con un difuso telón de nubes asoma la luna violeta y grande detrás de la arboleda de la isla. Trepa lejana y va tiñendo de plata el río.
 Él se arremolina jugando con ella. A veces las nubes como muselinas la ocultan. Entonces enloquece en su ceguera y perdido en la oscuridad lame sediento el fondo barroso. 
Otras veces deslumbrado por su esplendor brama violento salpicando espumas.
Finalmente espejo de sus caprichos la refleja hermosa como una amante.
Pero  ella se aleja odiosa e indiferente y el río apesadumbrado sigue su curso esperando el rencuentro.
Con su mansa paciencia repite el ciclo eterno de su espera. 
En cada atardecer el viento le avisa en los remansos. En las primaveras agitando las flores de los camalotes y en los inviernos sacudiendo las ramas de los sauces y espinillos. Y así el río anticipa su deleite. 
Entonces, hacia la noche, ella irrumpe creciente y él en un oleaje estremecido besa la arena de la playa en un intento desesperado de caricia.

                                                    





 María Graciela Galván   Rosario     Argentina












Pintada





Leyó en la pared   
                  Isa, te quiero
y musitó 
                      yo también












María Gutiérrez-Las Palmas de Gran Canaria-España









Paso a paso....











Emprendemos camino sin conocer el destino, o sí...
A veces, pasos ciertos nos conducen al sueño.
Otras, a la incertidumbre....

Algunas, al desespero.

Mas...seguimos caminando...

Nada se detiene.

La vida sigue avanzando, aún cuando las fuerzas flaquean.

Nada se detiene....

Paso a paso...

El reloj sigue marcando las horas, imparable. 

Hemos llegado al final del camino??

Quién sabe!!

Las manecillas continúan girando...
No está marcado, aún, el final del camino.
Paso a paso....









Marian Martín Humanes-Villaluenga- Castilla la Mancha-España











Amor tardío








Ayer sentí de nuevo el mismo sueño.
El tormento y el éxtasis de otro estío.
La locura de seguir amándola.
El inmenso error de estar vivo.
Sobre el azul, una pálida luna
iluminaba unas olas cubiertas de ceniza.
Recuerdos vagos de un amor tardío.
Sigo mi camino hacia la linde de la vida.
Mi carne doliente es mi fiel compañera.
Sí, ayer sentí que soñaba el mismo sueño.







Mario Bronte- España










La decencia del vestido








De la hebra al nudo
el proceso es sencillo
casi accidental; del nudo
al abrigo tres cuartos
sólo es cuestión de tiempo:
unir dos nudos, seguidos,
tejernos los pudores,
tomar el frío en las manos y envolverlo,
adornar la belleza,
tapar las corrupciones,
aislar los pies del suelo
y cubrir las ideas.
Mucho después llegan los beneficios,
las pasarelas, la moda,
el uniforme,
las mujeres que tejen sin sueños en los dedos,
las niñas que no alcanzan a taparse la infancia.
Toda la urdimbre es dolor,
todas las hebras gritan:
la desnudez es lo único decente.






Mayte Sánchez Sempere-Madrid-España












Tras la luna de otoño una estrella






¿Sueñas?. ¿Quizás pueda ser conmigo?. Me miro y observo lo que la vida me ha dado. Sueño, quizás sea contigo, la luna se entretiene en embrujar mi mente, dejaré que lo haga, vuela la imaginación, esta noche no carece de señales, me avisa, el sol se apresuró en esconder su luz, clara de ideas la realidad impone su tono y la verdad oprime la palabra, ¿quizás quisiera mentir?. No es buen momento para enfrentarse al dilema de corregir lo acontecido, la verdad avanza y pretende verse acompañada de nuestro ímpetu, flor de natural belleza que necesita de riego para relucir, sabor dulce de un elixir destilado de la emoción contenida en una noche llena de ilusión. La madrugada espera con el fulgor incandescente de un amor encendido, fuego enardecido que hace arder ese amor guardando la esencia de una pasión que evapora su furor, furia de sabanas revueltas que quema las horas convirtiendo el tiempo en mero espectador. La lluvia hace su aparición y gotas de placer se resbalan por cristales, ventanas de vida que abren sus hojas como aquella flor de belleza adormecida y enternecida por la savia del amor que ha regado su ilusión para hacerla brillar para no apagar nunca más su luz, estrella que ya no se esconderá tras la luna que el otoño descubrió.






 Miguel Urbano Peralvez-Córdoba- España







…no quiero ser






…no quiero ser
la loca enamorada
que va buscando descalza tu partida
(si…quiero reírte caracolas
bailando otra vez orillas)
…no quiero ser
la loca atolondrada
y me pongo las puntillas de la enagua
(si…quiero que las sigas acariciando…
y me quede sin ellas a la madrugadas…)
no quiero ser
la loca sin remedios
… para que las penas no sean glorias
bajo mis lazos del sombrero de paja…
(si…quiero llevarlo en la mano
y que me dé el sol en la cara…)
…no quiero ser
la loca del puerto…
que escribe en las piedras el olvido
(si…quiero seguir tatuando tus besos
y dormirme entre tus brazos)
…no quiero ser
la loca necesitada
que al horizonte le manda cartas
(si…quiero desearte y tenerte
olerte y besarte
llenos de lunas y hartazgos)
…no quiero ser
la loca que te extraña
¡! Quédate…
en mis teoremas
y practiquemos el amor de probabilidades
bebiéndonos con sed desesperada…
¡!Quédate…
en mis atrevimientos
y hagamos el amor en la geometría
de ángulos cóncavos y convexos…



Pilar Ferrer-Ushuaia-Tierra de Fuego-Argentina









Las cosas y seres






En las cosas y seres,
que de paz inundan el universo,
pues en el universo de los dos,
todo se hace tenue y dulce,
casi perfecto,
cuando en medio de la penumbra ,
que el atardecer ofrece,
se desliza una oda apasionada,
y una sinfonía delicada,
que en mágica simbiosis ,
se roban el espacio ,
para que tú y yo seamos,
mucho más que dos,
para que seamos un nosotros,
que solo cabe en un poema.-







Víctor Kartsch-Encarnación –Paraguay











Lista de autores Julio






Autor
número
titulo



Alejandra Leal Gana
56-1
Yo quiero
Amanda Reverón
56-2
Es inédito
Antonio Monzonís
56-3
Dicen que el mar siempre vuelve
Begoña M Bermejo
56-4
A donde ir
Belkys Larcher de Tejeda
56-5
Girasoleando
Benjamin Araujo Mondragón
56-6
Amanecer
Carmen Guzmán Cedeño
56-7
Silencio…duerme una rosa
Daniel Alarcón Osorio
56-8
Horizonte
David Reverte
56-9
Puntos Cardinales
Diego Miró Quesada Mejia
56-10
Testigo mudo de tu ausencia
Diego Santiago Cazzaniga
56-11
Renacimiento
Egle Frattoni Romano
56-12
Quietud
Enrique Spinelli
56-13
Efemérides deportivas
Ezequiel Feito
56-14
Febrero
Federico González Zampol
56-15
Traición
Fernando Adrián Zapata
56-16
Palpitos, latidos, relojes y designios
Grissel Canche Albornoz
56-17
Anhelo
Héctor Berenguer
56-18
La musa infiel
Isabel Andrea Matar
56-19
La verdad
Jorge D´Agata
56-20
Nadie
Juan Manuel Vila
56-21
No soy nada
Lilí Muñoz
56-22
Sin embargo es sencillo
María Graciela Galván
56-23
Romance de la luna y el rio
María Gutiérrez
56-24
Pintada
Marian Martín Humanes
56-25
Paso a paso
Mario Bronte
56-26
Amor tardío
Mayte Sánchez Sempere
56-27
La decencia del vestido
Miguel Urbano Peralvez
56-28
Tras la luna de otoño una estrella
Pilar Ferrer
56-29
No quiero ser
Víctor Kartsch
56-30
Las cosas y seres






           





           









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