Revista N.º 44
- ESPACIO DEL POETA
REVISTA
LITERARIA DE HABLA HISPANA
julio 2014
Ayano Watanabe Caricatura
Hoy...
Hoy…
incierta...desterrada...perdida...
de
aquello que me llama...
quebrantando
mi hoy...
masticando
el ayer...susurrando el mañana...
como el
agua que corre sin remedio y sin cauce...
sin poder
encontrar el poder de mi misma...
perdida
en las sombras que me habitan a diario...
quebrantando
mi alma...
cercenando
caminos...
de
silencios forzados...
de
olvidos compartidos...
Hoy...
mi
corazón se llena de doloroso hastío...
de
huellas invisibles, marcadas de recuerdos...
recuerdo
que me siguen, que me acosan y matan...
danzando
al compás de mi promesa rota...
para volver
a encontrarte en mi recuerdo mañana...!!
Alejandra leal Gana- Chile
Matices
compartidos
Llegaste
justo a tiempo
en la
mitad insomne del estío
cuando la
fe se empinaba fugitiva
cuando el
deseo resolvió
convertirse
en voluta breve
del espacio
sin retorno del vacío.
Cuando la
piel se cansó
de
plantarse auto-reproches
de sentir
el peso absurdo
de tres
siglos...
Cuando al
agobio del suspiro
lo cegaba
el último tañido
y las
sombras cercaban
al sol de
mi camino.
Llegaste...
llegaste
a mí.
Alexandra Brito- Quito- Perú
Me inventé una casa
Me inventé una casa
con la tierra encima
cuesta regresar
de sus rincones
de su rostro
(que nombra y convoca)
casa remota
donde suenan las tardes
desnudas
con el deseo
carcomiéndose
por dentro
así
me inventé una
casa
Amanda Reverón- Venezuela
Elevación
Como notas
resbalan
barriletes
Un crisol
Y es que flotan
los cuerpos.
Ana Romano- Buenos Aires- Argentina
Hálito de un alma
¡Allá fue!
¡En Fuente Vaqueros!
¡Qué un crimen se
cometió!
donde un suspiro...
de plata,
da un alma a la eterna
vida.
¡Qué tristes están las
letras!
¡Qué dolor de corazón!
Sólo...
mantones de negro
lucen por toda Granada,
¡Gritos!
que suben al cielo
por un crimen de la nada.
Ya no brilla
el mismo sol,....ahora,
llora sangre...
que derrama
y va empapando la
tierra.
¡No hay cuchillos que te
salven!
¡Ya todo es luto y
sollozos!
Gritos...
y voces se ahogan
entre las cumbres y
sierras,
ríos...
con los suspiros de
plata
cuando lamen sus
orillas,
y un hálito de tu alma
nos llega de madrugada.
¡Coged los claveles
rojos!
...y echarlos todos al
agua
... y luego bebed del
aire,
la esencia...
que los escancia.
Con fusiles te mataron
y los gitanos...
lloraban.
Rosas de pitiminí
nacieron...
junto a tu tumba
y se encendieron de rojo
cuando tocaron tu
cuerpo.
¡Gran poeta de poetas!
¡Gran lírico y
dramaturgo!
¡Gran poeta en la
canción!
¡Gran autor en el
teatro!
y hallazgos de fantasía
al Romancero gitano.
¡Caíste! en el barranco
de Víznar
... muy cerca de tu
Granada.
Los flecos de los
mantones
se tornaron todos rojos,
como los chorros de
sangre
que de tu cuerpo salían.
Y mil cirios encendidos
alumbran...
tu amor oscuro,
y mil flores
de colores
perfuman...
tu cuerpo hundido.
¡No gritéis madres
dolientes!
¡No suspiréis por el
hijo!
Que se ha callado su
boca.
De negro...
de rojo y blanco
vestíos...
para el recuerdo,
y recordad esos rizos
que le recitó al Camborio.
La luna...
pinta de verde
con luces negras de
muerte,
le desgarraron su
vientre
unos ojos de venganza.
Y fueron...
varios fusiles
con disparos y con carga
aunque...
no vimos tu sangre,
sí... vimos flotar
recuerdos
que de la tumba salían,
y como enjambres de miel
nos alegraron el alma.
En cinco chorros de agua
brillaba al fulgor...
la plata,
la estela que fue tu
amor
colgando de tu solapa.
¡Qué alegre quedó la
parca!
¡Qué roja está su
guadaña!
Acompañaron tu muerte,
los silencios de un
piano
que tus manos...
no tocaban.
¡Todas las manos se
abrían!
¡Todas las bocas gemían!
Todos los ojos...
tenían...
muy brillantes sus
miradas.
Y la música ya fluye
en los altos de la
Alhambra.
Los naranjos florecieron
porque les diste tu
alma,
limonares...
oro y verde
limones...
dejaron caer al agua.
¡Ay! Virgen de las
Angustias
¿Cuántos puñales te
sangran?
Uno ...
es de Federico,
los otros...
Dios te los manda.
Todas las mujeres bordan
mantones...
color de grana,
sólo se escuchan...
a veces...
palmas sordas...
de templanza
y un repunte de
guitarra,
con las cuerdas
desgarradas.
La huerta de San Vicente
ya no da fruto
silvestre,
las macetas...
darán flores,
rojas...
con el fondo verde
y árboles...
y palmeras...
morirán viendo la
muerte.
Pudieron
cometer un crimen
que fue quitarte la
vida,
mas lo que no pudieron
fue,
matarte...
tu poesía,
Príncipe...
en la Noche Oscura
enamorando a la luna,
que te miraba muy triste
cuando asesinado fuiste.
Los gitanos...
van de luto,
varas de nardo en sus
manos,
ya no tienen...
quien les cante
al Guadalquivir dorado.
La primavera...
ya es roja,
y en el invierno la
poda,
ya dará pena,
cuando el aceitunero
negro
vaya de boda.
En las noches más
serenas
ya no suspiro...
¡Sollozo!
Todos estamos sentados
donde tú estás enterrado
y ponemos candelabros
para que alumbren...
tu sueño,
sueño eterno sin
quebranto.
Todos...
mirando la tierra,
esa tierra que te cubre,
enterrando...
nuestras penas
y llorando por tu suerte.
Vamos cubriéndolo todo
con los mantones
de muerte,
con flecos color de rojo
y con las ramas...
de verde.
¡Ay! Federico...
tu corazón ya está seco
pero vivo...
en nuestras vidas,
porque te llevamos
dentro.
Quisiera...
volverme tierra,
¡Hermosa tierra!
La que recoge tu cuerpo
ahora...
que ya estás muerto,
para estar cerca de ti
y recitarme tus versos,
y abrazarte...
con mis brazos
¡Calavera del recuerdo!
Sin sangre....
sin esos labios tan
rojos.
¡Ay! Federico García
Lorca,
¡Qué no remuevan la
tierra
donde guardan tus
despojos!
Antonio
Monzonís Guillén- Valencia- España
Esperando un
milagro
Sabías que la
lluvia del verano
dejó prendida
en mí
las torres de
los años
que se
arrastran quejosas por el fango.
Sabías que tu
sueño desnudado
invadió mis
tormentas
mis plateados
antojos
y fue expandiendo
el cielo con despojos.
Y que las
madrugadas de mi vida
son ahora las
noches
las más
selladas noches
que se han ido
muriendo perdidas en la huída.
Ya no sube la
aurora a preguntar si río
si estoy en
esta tierra
si domino mi
ira.
La cortina del
duelo ha puesto una corona
de suspiros
sojuzgados
umbríos desasidos de lirios.
Es muy amplio
el camino
interrogo al
destino
y me envuelvo
en sus sedas
esperando un
milagro sorprendido
que devuelva
mis círculos encendidos.
Beatriz Ojeda- Montevideo- Uruguay
Código Morse
Hoy me ha despertado
el insistente gorjeo
de un pájaro,
los barrotes de la ventana
dividían el trino,
como si fuese un código
Morse.
El ave voló...
su ausencia no pone fin
al mensaje.
Begoña M. Bermejo- Guadalajara-España
Escribo
Escribo
para seguir viviendo…
un ensayo
con tu aire
con tu manera
de respirar
sin ataduras,
en la libertad
del espíritu.
Escribo
para seguir viviendo…
una declaración
de amor,
una variedad
de sarmiento,
que trepe
hasta tu silencio
y descubra
tus palabras.
Escribo
para seguir viviendo…
la eternidad
de un beso,
el descanso
de tus caricias,
la paz
de mi cabeza
apoyada
en tu regazo,
con la libertad
que confieren
tantos años
juntos…
por siempre.
Escribo
para seguir viviendo…
tu nombre
en la piel
del tiempo
y tu alma
pegada
a mis pasos.
Carlos Alberto Giménez- Ushuaia- Tierra
de Fuego- Argentina
El agua de esos cántaros
Seis tinajas de vino
preparado en el Cielo
arrullaron de piedra los quicios de Canaá
y una urgencia de gozo
se hizo mosto en la brisa
como rojo pañuelo
coloreando el cristal.
El agua de los cántaros
era un río de vino
y sobre sus corrientes
navegó la embriaguez.
Ebrio el maestresala
reconoció su excelencia
y el candor de preguntas
que no pudo evitar.
Seis tinajas de piedra
arrulladas de vino
importaron del Cielo una sed
y un poder,
Y Galilea supo
de la virtud y el milagro
mientras Jesús crecía
como Señor y Rey.
Carlos Garrido Chalén- Perú
Quiero…
Quiero...
transitar
por hojas secas, secas
y paso a
paso su seco chasquido me rasguñe el alma.
Quiero
en un
pequeño y húmedo barco sentarme a solas, sola
respirar
la quietud de su agua vuelta espejo...
Añoro
la
compañía de un amigo, amigo
tintinear
dos copas sentados en un risco
contándonos...no
se qué cosas y reírnos hasta que el sol
diga
adiós..para dar paso a la luna...eso quiero
Quiero
tomar
esta soledad, montarla en un papagayo
asirla
por el largo hilo, hilo
para
luego soltarla...y en un respiro profundo
que
vuele alto muy alto...donde ya, yo no la mire…
Quiero...
la
sutileza de un beso, beso
un
"te quiero " de adeveras..
que así
como me almíbe el pecho...
logre
perenne la risa en mis ojos..
Quiero...
remontar
un alto vuelo a la par de las gaviotas
blancas,
blancas...
en un
infinito rosa, rasando el azul del mar
rotular
en el mismo cielo..."mis grandes ansias de amar"
Quiero...
caminar
sobre la bruma del inmenso, inmenso mar
solo
asida a la cintura de aquel que se atreva a desnudar...
completamente
el alma y vestirse de verdades
a mirar
de cara al viento y con el sol a la mitad
sin
penumbras ni recodos...con la purita verdad!!
Carmen
Guzmán- Curmaná- Venezuela
Sumergida en Peñabras..
Y
se hizo el silencio
y
los ojos se posaron en los corazones
y
los labios en los sueños
y
los sueños fueron eternos amores.
…pienso
y en esas palabras me sumerjo…
sintiendo
como mis dedos inquietos
escriben
en blanco lienzo
dando
vida hasta el árido desierto…
…cada
emoción desatada, es una estela sonriente de mi mar
donde
mi alma esta esperando llegar…
y…
allá donde la luz hace a las sombras un espacio
estalla
el sutil canto, que aprisiona mi cuerpo dejándose amar
por
la caricia que me inunda en “ti” pensar…
…y
dejaré que multipliques mis palabras
que
abraces mis emociones, construyendo lo que el destino
destruye
dejare
que mis latidos los conviertas en luces
prendiendo
cada uno de mis rincones…
dejaré
que tus manos tallen cada uno de mis goces
siendo
imborrable cada una de nuestras noches…
…dejándote
seré, la sutil ola que en tu mar muere
el
sueño que raudo por tu frente corre…
seré
el beso que va en el viento
la
musa de tu blanco lienzo…
la
flor encarnada que enciende tu fuego
seré
la estela que ondea en tu vida
el
bálsamo de cada una de tus heridas.
…y
cual mariposa al viento danzaré en la melodía de tus sueños
bajo
el brillo del firmamento suspenderé las horas del tiempo
por
los latidos de mi pecho
y…
te acoplarás a mi cuerpo como el mar al viento…
Carmen Leire Quintana- Torrejón de Ardoz-
Madrid- España
Acto de amor
Desnudemos al alba los sentidos,
lentamente espoleemos trabas y rémoras,
que el impaciente ímpetu
nos enrosque en la vorágine de un amor
vivido.
Que en cada pliegue de tu cuerpo
encuentre luna y estrellas fulgurantes,
déjame convertirme en dueña
de tu imagen hasta llegar al cielo.
Retazos de convulsión y un sólo cuerpo,
unamos alma y materia para hacerlas una
anudando gemidos y extremidades
a un mismo compás, a un mismo ritmo.
Que mis ojos se conviertan
en foco de inspiración al contemplarte,
que la belleza sea tu compañera y que al
alba,
extenuados descansemos del deseo
compartido.
Charo Bustos Cruz- Sevilla- España
Vivir…
Vivir…
es latir de
sentir,
encenderle la
cara al sufrir,
al camino
y también al
reír.
Morir es coger
la raíz,
retomar el
aliento sin fin
del secreto
de ahora y
aquí.
Vivir es morir,
mas morir es
vivir.
Que nada ya
importe,
pues cosas se
marchan
y cosas se
quedan entonces.
Ni ausente
y tampoco
presente:
extraño perfume
abrazado
al recuerdo de
alguna gente.
David Reverte- Alicante-España
8 de marzo
Ala
del deseo,
vagina altar,
contienda.
Pliegue
de amor.
Eres regazo,
manantial,
y guía
Cuna
susurradora
Identidad
conjuro
eres
vocación,
eres puente
faro
y vigía
Ala
de etéreo vuelo
Vuela dentro de mí
vuela.
Diana Luz Bravi Torras- Rosario- Santa Fe- Argentina
Yo soy la
felicidad dormida
Yo soy la felicidad dormida
de un niño que descansa
en el cuerpo
de un hombre maduro
Camino acompañado
delante de un dios
que se oculta tras el sol
camino sin espanto
con la luz de mi corazón
que crece cada tarde
Yo soy la felicidad dormida
de un niño que descansa
en el cuerpo
de un hombre maduro
Tengo virtud y porvenir
y un padre que me guía
cada día por el sendero del sol
Tengo comida, una cama
y un hogar
que me alejan del viento
que recorre las calles oscuras
Tengo un llanto
que alegra mis noches
y una nube que me lleva
hacia el cielo
Soy un alma
que hicieron de acero
mas no de barro
Que me quiebren
el pecho profundo
y clavadas quedarán
mis manos
con una estaca
que no retuerce
la sangre enemiga
sino que la acoge
Diego Miró Quesada Mejía- Lima- Perú
HAIKUS
I
Mensaje de
mar.
Descorcho un
silencio
tan lleno de
ti.
II
Cántaro vacío.
Tiene sed la
mañana
y no llueve
paz.
III
Piedra herida.
Germen de nueva
musa,
talla su canto.
IV
Te sé pradera
mas tu jovial
inquietud
desflora
cerros.
V
Pez en el agua.
Sueño de charco
mudo
y mi escarcha.
VI
Retama feliz.
Atrapa esta
alma
y hazla tu
flor.
VII
Dulce mensaje,
sonrisa
empapada.
Río en el mar.
VIII
El sol
ausente.
A tientas va la
vida
soñando la luz
IX
Nido vacío.
Silencio de la
noche
meciendo trinos.
X
¡Allí tu arte!
Pestañeas
ocasos.
Moldeas mi sol.
XI
Aro tu senda
por si, en tu
regreso,
eres un río.
XII
Hoy es un
oasis.
Mañana será la
sed
del peregrino.
XIII
Miro estrellas.
Me observa la
nube
con luz robada.
XIV
Alma en pena
como un grito
sordo
sin su condena.
XV
Epitafio soy
y resisto el
temblor
con este credo.
XVI
Adobo mi ser.
Famélico
presente.
Plato vacío.
XVII
Quienquiera mi
paz,
doblegue el
llamado
callando
miedos.
XVIII
Rasante pasa
el encanto en
la noche
marcando
sueños.
XIX
Noche
sin alas.
Golondrinas
son sombras
de
horas vagas.
Diego Cazzaniga- Rafaela, Santa Fe - Argentina
Letanía
Benditas las mujeres
que protegen el fruto de su vientre
asumiendo la parábola de su belleza bajo un
delantal,
aquellas que lavan su rostro con el manto de la
rutina
y aprenden a alzar la voz
aunque sólo tengan voz.
Benditas las mujeres que se enamoran,
las hechiceras de la noche
que tejen amores dispersos en el manar del tiempo,
que arrastran la cruz de impuras
regando su futuro con lágrimas de ausencias
y encuentran purificación en el agua de cualquier
río.
Benditas las que gritan
las que escuchan y las que imponen su palabra
también las que callan su verdadera pasión
sobreviviendo
como agua estancada y triste.
Benditas las que enfrentan el nido vacío
reviviendo cada noche el éxodo desde su origen.
Benditas las que son tormenta, río sin cauce,
las que llaman locas, revoltosas,
liberadas, feministas,
y son capaces de atropellar al viento con una
mirada.
Benditas Nosotras,
matrices del universo.
Benditas las hembras
con fracturas y fragmentos.
Egle Frattoni
Romano- Rosario- Santa Fe- Argentina
Dos de Noviembre
¡Llamen
hoy a nuestros vivos!
¿No
son ellos nuestra victoria sobre el tiempo?
¡Reúnanlos
ya, pues el día es breve!
¡Díganles
que nuestra muerte nunca fue completa. Que aún somos de ellos
y
que nuestros rasgos se repiten en su carne
como
espigas de sangre en ávido terreno.
Que
no olviden que suya es esta carne, este ataúd y las flores
que
desintegrará la luna como en el comienzo!
¡Y
que sigan amándonos, porque la ceniza es nuestro común destino
mientras
pasa el arado por todo el universo!
Ezequiel Feito-Buenos Aires- Argentina
Los años de
gris
Cada
mañana, al volver del colegio, sale a hacer los recados que le encarga su
madre. Es pequeño pero no tanto como su escasa talla denuncia, y su figura
menuda se agiganta al verlo pasear por las calles con paso decidido, la sonrisa
por estandarte y ese brillo que revienta sus ojos de insolente desparpajo. Coge
el dinero que la madre le deja sobre el aparador de la entrada, lo encierra muy
fuerte dentro de su manita derecha y va repitiendo por el camino la lista de
recados que ella le ha encargado como si de una letanía se tratara, una barra
de pan, un kilo de tomates, patatas para cocer, una botella del vino que le
gusta a tu abuelo, ah, Miguel, y una ramita de perejil, no se te vaya a
olvidar, no, madre, no te preocupes, no se me olvida nada, el perejil se lo
pido al frutero, verdad, madre.
Don
Antonio, el maestro, sabe que Miguel no es un niño como todos los demás. La
madre, preocupada, le pregunta de tanto en tanto por su progreso en las
asignaturas, si lo ve despistado, si se aplica lo suficiente y si cree que
podrá continuar los estudios en el instituto de la capital. Ella sabe que es un
niño avispado, se lo demuestra día a día en los recados y en el manejo de las
cuentas que le encarga. A menudo lo ve escuchar la radio en la cocina, la cabecita
encajada entre los brazos y estos apoyados sobre la añosa mesa de madera en la
que ella acostumbra sentarse a preparar las verduras o a devanar las madejas de
hilo. Se queda en el umbral de la puerta, en silencio, y lo observa sin que él
lo sepa. Después de un rato algún pequeño gesto la delata, el crujir de una
tabla de madera del suelo o una respiración más fuerte de lo normal, y él se
gira, y ella se sonríe, qué escuchas, hijo, qué es eso que tanto te llama la
atención. El le devuelve la sonrisa y le responde casi siempre lo mismo,
invariablemente, acrecentando el misterio de sombras que los une tanto como los
separa, cosas mías, madre, cosas mías.
La
madre respeta sus silencios porque sabe del valor de los mismos. Ella misma
lleva años cultivándolos, protegiéndose bajo un tupido velo opaco al que pocos
tienen acceso y que casi nadie se atreve a levantar. Es una mujer joven pero
aureolada por sombras que la hacen parecer mayor de lo que es, sombras que ella
misma se ha dedicado a perfilar con pinceladas finas de trazo firme,
inquebrantables, inasequibles a la curiosidad ajena. Son ya largos los años
transcurridos desde que su aspecto mudó, en los que abandonó las faldas y
blusas estampadas de colores alegres y festoneadas por pliegues volanderos para
sustituirlas por un atuendo austero, rayano con la severidad y huérfano de
adorno alguno.
A
pesar de todo hace lo posible por salir de su crisálida tejida con finos hilos
grises y busca la complicidad de Don Antonio, el maestro. El es un hombre
mayor, grueso y de rostro surcado por arrugas cinceladas por la vida. Conoce a
la mayor parte de los habitantes del pueblo pues lleva más de cuarenta años
viendo pasar niños por su aula, niños que se convierten en adultos, en padres
de nuevos niños que pasan por sus manos en una espiral infinita, tanto que ya
ha perdido la cuenta de todos ellos salvo de aquellos que la vida ha seguido
poniendo en su camino con mayor intensidad, como en el caso de la madre de
Miguel. En un momento dado, cuando ella sintió que el suelo se movía bajo sus
pies, Don Antonio supo detectar la magnitud del seísmo que se avecinaba sobre
la vida de una de sus antiguas alumnas, y el afecto del pasado le hizo acudir
en su auxilio. Nunca el destino fue tan generoso para ambos.
A
causa de aquel infortunado episodio él recuperó el cariño de aquella niña
pizpireta que se había convertido en madre hacía apenas un par de años, un
hecho que no por habitual lo dejaba de maravillar, quizá porque se resistía al
paso implacable del tiempo y esta clase de hechos eran la evidencia de ello,
del lento roer de la vida sobre su vieja carcasa de recio árbol, y ella
encontró un cómplice insospechado en aquel antiguo maestro que siempre supo
escuchar los latidos que golpeaban su pecho, ya fuera por las emociones primerizas
que conlleva la adolescencia o por las dificultades con las que los
acontecimientos emborronaban su presente. Se encontraron, hablaron, iniciaron
una amistad de adultos que de repente difuminaba todos los años que los
separaban y que a ambos les sirvió para hallar consuelo. Luego, cuando Miguel
comenzó su escolarización, el vínculo se hizo aún más estrecho y ambos
sintieron que aquel pequeño brote de amistad se iba a convertir en algo más
frondoso, fuerte y con ramificaciones. Don Antonio fue el primero que
comprendió que la tristura de la madre iba a contaminar a Miguel porque eran
vasos comunicantes, él era una esponjita que aprendía todo muy rápido y con los
sentimientos no iba a resultar distinto. Miguel era un niño peculiar, más
maduro de lo que correspondía a su edad cronológica pero a la vez frágil,
risueño aunque quebradizo, sonriente pero con una tendencia a la melancolía
impropia de su edad. Espantaba su tristeza con esa sonrisa que normalmente
acompañaba sus pasos, vivos como el aleteo de un pajarito. Sin embargo, de
tanto en tanto, una sombra gris se cernía sobre el brillo de sus ojos y los
licuaba como si fuera un río silencioso. Una sombra que había aparecido años
atrás y que amenazaba con ser un nubarrón constante en la vida de Miguel.
Don
Antonio era el detonante que dinamitaba aquella situación; si veía a la madre
enquistada en su pena, o si apreciaba a Miguel más ensimismado de lo que debía,
daba un golpe sobre la mesa de sus rutinas y se los llevaba a la era o al
bosque colindante con el pueblo. Preparaban una merendola y pasaban la tarde
contando cuentos, leyendas del lugar o chismorreos que levantaban la nube que
se cernía sobre Miguel y su madre, los hacía sonreír y de ese modo borraba la grisura
de sus rostros. Luego, a la vuelta, mientras Miguel cazaba mariposas con el
cuenco de sus manos, se quedaba atrás con la madre, echaba su brazo de roble
viejo sobre los hombros de ella y la animaba a continuar, venga, mujer, no te
derrumbes, tienes que hacerlo por el crío, una ausencia es dolorosa para él
pero si tú te hundes él lo hace contigo, ese muchacho está tan unido a ti que
basta que te vea mohína para que los días se le vuelvan del revés.
Al
regresar a casa Miguel encendía la radio y giraba el dial buscando y oteando
hacia el pasado, alguien le había dicho que la esperanza era lo último que se
pierde y se aferraba a ello como un náufrago a un pecio en medio del océano.
Pero los años transcurridos eran ya muchos, incluso en su corta vida de niño, y
la guerra había devorado demasiadas ilusiones con sus fauces sangrantes. No
había esperanza para los malditos. Su madre le preguntaba que qué escuchaba,
aunque lo supiera perfectamente, y él respondía lo mismo de siempre, cosas
mías, madre, cosas mías. Ambos callaban y esperaban a que la noche trajera un
milagro.
Fernando
Fernández Calvin-Madrid- España
Anhelo
Una caricia de
atardecer reposa en la hoja dormida.
Al recibir el
alba…
un suave aleteo
te cubrió de hojas doradas
el viento
constante despabila tu somnolencia
y te meces
imponente dando impulso a las aves.
Tu misión en la
vida no se limita a dar reposo.
En el breve
momento en que se requiera
tu corazón es
capaz de dar más sentimiento
y calor que
cualquier poema.
Vives en
alianza con los crepúsculos.
Ese porte te distingue
en el cuadro del artista,
guardas mil
infancias, y conservas la sonrisa del que ama
aunque deje en
ti su huella, y después solo se aleja.
Hoy anhelo
abrazarte…
Fundir tus
latidos con los míos
Cubrirme de tu
sombra y aprender de ti discreta
regalarte mi
presencia porque sabes darlo todo,
con tan solo…
compartirme tu existencia.
Grissel Canche Albornoz. Mérida- Yucatán- México
Día tras
día
a la memoria de Ana Emilia Lahitte
Cada cual
oye un
silencio
que le
sobrevive
lento
ir y
venir
entre la
voz que adviene
y la que
olvida.
Abierta
distancia
donde la
palabra agita,
su más
alto silencio.
Más allá
del saber
que somos
explicables.
Es ese
silencio
quien
habla por nosotros.
Héctor Berenguer –Rosario-Argentina
El Ómnibus
Salió corriendo a la calle, con
el pelo mojado, recogido en una trenza, y el uniforme escolar puesto a medias.
Cuando el ómnibus se detuvo en la parada, a ella le faltaba media cuadra para
llegar, pero el conductor la conocía, y se entretuvo un poco, para darle tiempo
a alcanzarlo. Cuando logró ubicarse en un asiento, soltó el aire de sus
pulmones y terminó de arreglarse la ropa. Miró, distraídamente, por la
ventanilla. Sus ojos de ama de casa ya no descubrían belleza en aquellos
paisajes habituales, todo le parecía monótono. Para colmo, las náuseas del
embarazo le hacían muy incómodo el viaje. A la mitad del recorrido, subió un
vendedor de caramelos. La insistencia de su pequeño hijo logró que comprara dos
bolsitas. Incluso comió algunos, con la esperanza de endulzar un poco la
jornada. Cuando llegaron al cruce con la avenida principal, el tránsito estaba
detenido, por una manifestación de trabajadores. Se puso muy nerviosa: no
quería llegar tarde a la ceremonia de graduación de su hijo. ¡Le parecía mentira!
¡Verlo recibido de arquitecto! Pero la demora no fue demasiado y, en la
siguiente parada, subieron sus amigas, sus compañeras inseparables del Club de
la tercera edad que frecuentaban.
El ómnibus se detuvo, y el
conductor tuvo que acercarse a su asiento para despertarla.
— ¡Abuela, despierte! Usted se
baja aquí. Mire, ahí están sus nietos, esperándola.
Hugo. J. Mion- Ciudad de La Florida-
Uruguay
La Música
Nadie supo qué artefacto era ese. Una
noche apareció sobre la mesa del club y mientras íbamos llegando lo mirábamos
de un lado y otro sin comprender. Descansaba sobre la funda abierta, como una
criatura abandonada con su descolorida sábana verde. Uno a uno dábamos la
vuelta para apreciarlo, hasta que el más osado se atrevió a pulsar una de las
cuerdas y ahí se produjo el primer indicio de milagro: no era guitarra, ni
armónica, ni flauta. Era un poco de todo eso con algo de percusión. La nota
quedó temblando en el aire frío, atravesó las volutas de humo azul y agitó las
telarañas. El cantinero dijo que los vasos habían vibrado a sus espaldas. Pero
lo miramos con la misma desconfianza que siempre le tuvimos para el café recién
hecho, la estufa apagada y otros asuntos de limpieza que es mejor no recordar
ni vienen al caso.
El artefacto desagradaba a la
vista pero sonaba como los dioses. El mismo de antes sopló por una boquilla que
asomaba de una bolsa panzona y blanda. Las doce cuerdas, por resonancia,
acompañaron con un acorde extraño un aire dulce y prolongado que parecía salir
de los despeñaderos de una montaña.
-Es una gaita –sentenció un gallego de luto
desde su rincón condenado, adquiriendo un protagonismo instantáneo que siempre
le negábamos para evitar que nos diera la lata-. Una gaita como las de mi
pueblo... ¡Empuja, aprieta y verás que suena a fiesta!
El audaz volvió a soplar por la boquilla pero
no se oyó nada. El gallego le indicó con la mano callosa que apretara la bolsa
y ahí sí: otra vez un susurro de piedra y valle que enamoró el río de las
cuerdas hermanadas en esa brisa larga, misteriosa, llena de palabras que casi
podían entenderse.
A esa altura habíamos rodeado la mesa,
inclinados todos sobre el prodigio con la curiosidad de los no iniciados y la
reverencia de los adoradores de lo desconocido. El intrépido, en quien habíamos
delegado la facultad de experimentar, esta vez golpeó la caja de madera. Dos,
tres veces. Se oyó el andar de una caravana, rítmico, mientras las voces
combinadas de cuerdas y gaita daban a los pasos descalzos cadencia de destino,
abrían un sendero entre colinas de arena reseca y se asomaban, esperanzadas, en
un horizonte que atravesaba las paredes de la cantina, se extendía como un
perfume violento por el barrio embellecido y se apagaba de pronto en cada gesto
asombrado sobre la mesa.
Es imposible explicar lo que pasó después.
Varias manos, entre ellas las mías,
se animaron al mismo tiempo. Empujamos, rasgamos. Soplaba el intrépido y
apretaba el gallego que ya lagrimeaba y cantaba una letanía que siempre nos molestó.
Pero no esa noche. Desde todos los rincones empezaron a sumarse las gargantas.
Roncas unas por el tabaco y el alcohol, profundas otras por el cansancio del
día, juveniles las nuestras, entusiasmadas en un coro imprevisto y
deshilvanado, que el artefacto concentraba en su vórtice y nos devolvía en
concierto, integrando la travesura a su naturaleza extraña de orquesta y
solista. El cantinero hacía tintinear los vasos que sonaron con destellos de
una luz tan límpida como no habían tenido ni volverían a alcanzar jamás. Era
fresco el olor del café, cálida esa hora vacía del invierno, unidas las voces
que hasta hace un rato disputaban centavos. Se enlazaban en las cuerdas,
golpeaban la madera con la sangre encendida de instantes de lucha inútil. Eran
voces de acero traídas de la distancia, más allá del mar, de un tiempo
desconocido que ni siquiera habíamos vivido, de una bodega hacinada, de una
oscuridad incomprendida. Soplaban, reían, marchaban al ritmo acelerado de un
corazón de árbol que pisoteaba la arena liberada del cemento. Voces levantadas
sobre la nube azul del techo enmarañado, en notas tan maravillosas como para
extasiar los velos palaciegos que habían sido telarañas.
Eso fue, nada más. Sólo recuerdo que un hombre
insignificante, ni joven ni viejo, cerró la puerta del baño, se acercó acomodándose
los pantalones y apagó el artefacto. Lo sepultó en su funda de lona verdosa y
dijo, entre amable y molesto:
-Es mío. Me lo llevo.
El cantinero, por hábito, repasó los vidrios.
El gallego se fue a su soledad, cabizbajo. A la misma mesa trajimos las mismas
cartas. En otra armaron su juego pero una mujer desgreñada se llevó al marido a
los empujones y lo malogró. Hacía frío. Era media semana y casi fin de mes. Nos
fuimos bastante temprano.
Jorge D´Agata-Balcarce- B Aires-
Argentina
Enamorado
Muero de lágrimas en tu nombre
y mi sed se atraganta de vos
en tu cuerpo de rosas.
Muero en la seda de tu mueca
con olor a tarde
en púrpura mezcla de magia
bajo hilos de plata.
Muero y resucito
en tu palabra,
en tu frase,
en tu susurro de musa
resbalando en tus juncos
a sonrisa de mis dedos.
Muero porque muero
en tu bostezo,
en tu beso,
cuando me das tu amor
es que yo muero.
Jorge Ramírez Salvadoreño- El Salvador.
Rómulo el
pronosticador
Una cosa es cierta: que de
cada ciento
gana uno. Pero eso ¿a mí
qué me importa?
El Jugador, II, 12
PROLOGO
“Rómulo
el Pronosticador; Un Cuento que demuestra las impredecibles respuestas del
comportamiento humano, cualquier ecuación o lógica numérica, como ciencia
exacta puede igualmente descifrarse, pero las respuestas instintivas o
emocionales de los animales son tan inesperadas como impredecibles. En la vida
deben perseguirse muchas metas, y la felicidad estará en alcanzar algunas o
muchas de ellas. Quien encadena su empeño en una testarudez, se frustrara al no
lograrlo"
Juan De Dios
Ardon
Nadie
desconocía - en su entorno- que Rómulo portaba un arma, salvo su tío Pedro.
En
principio, el hecho no revestía mayor gravedad; como, así también, la
circunstancia de que, Rómulo, era el hijo de Alfonzo Veichstein.
Una
propiedad de lo trivial suele ser, a veces, su mudanza hacia lo profundo.
Los
hechos ulteriores de este relato, parecen confirmarlo.
Rómulo
orillaba los 30 años oriundo de San Telmo (Buenos Aires), de complexión más
bien esmirriada, pelo rubio rizado y azules ojos acerados-como su padre-
Si no
fuera porque contar las costillas de alguien es una injuria; cualquiera se las
habría ya computado, con sólo posar la mano sobre ellas. Sus facciones
denotaban inteligencia, y, a pesar del tics nervioso que le aquejaba y de su
extrema delgadez, se podría decir que la naturaleza, había sido indulgente con
él.
Rómulo
actuaba como si su deseo de jugar fuese una necesidad orgánica básica como
respirar, pasear por una alameda, comer o saciar la sed.
Orondo,
sólo pensaba en: deudas, peligros, enredos, algún juego ganado, cientos
perdidos…, y esa sensación de estabilidad emocional a la hora de apostar.
¿Jugador
compulsivo? ¿Truhán? ¿Víctima de quién?
Algunas
de sus apuestas eran inverosímiles. Una de ellas consistía, mediante un ardid
previo, en forzar a un sujeto a expresar una determinada frase. Frase que él
pronosticaba de antemano.
Para él
se trataba de un juego, y en el intervenían, un apostador ocasional, el sujeto
indagado y Rómulo mismo.
Si la
persona consultada acertaba a decir dicha frase, el apostador de turno perdía,
y Rómulo se alzaba con la apuesta.
Lanzaba
sugerentes retos que pagaba 10/1.
Un buen
día concibió una apuesta que retribuía $5.000 a $500. La misma consistía en
lograr que un camarero de restaurante, se vea impelido a decir: “A usted no hay
nada que le venga bien”
Salió a
la búsqueda de un posible apostador…, y el destino se decantó por Alberto,
amigo de la infancia, sobrio, pero empedernido jugador.
Su amigo
aceptó el desafío de inmediato, y acto seguido se dirigieron a un restaurante
cercano.
Ambos
pidieron el primer plato del menú: consomé de pollo con espárragos.
A los
pocos minutos de haber sido servidos; Rómulo llamó al camarero y le reclamó:
-
Disculpe pero considero que mi consomé está frío. Sería tan amable de
recalentarlo por favor.
El
camarero le retiró el plato, y, al cabo de poco tiempo, se lo volvió a servir.
Rómulo
dejó pasar unos instantes, para llamarlo y volver a insistir:
-Perdón,
lo siento. Sería tan cordial de enfriarlo; ahora lo noto muy caliente.- clamó
con cierto aire socarrón-
Y el
camarero apretó los dientes, y retiró su dichoso consomé…; unos minutos más
tarde retornó con el caldo.
Rómulo,
sin siquiera darle un sorbo, lo llamó y le recriminó:
-Sabe que
ahora lo encuentro frío, podría…
No había
terminado aún la frase, cuando el camarero, mirándolo con inquina, le espetó
indignado:
- ¡A
usted no hay poronga que le venga bien!
Rómulo
fijó en él una mirada; pagó la cuenta y se retiró con el amigo.
Aquí es
conveniente aclarar que ambos mantuvieron un diálogo, no exento de tensión.
Juan reconoció que, en esencia, el camarero había estado cerca de pronunciar la
frase en juego, pero que, al final, su expresión exacta fue otra.
Rómulo le
pagó a Alberto los $5000 acordados, y se retiró mascullando rabia.
No pudo
conciliar el sueño durante los próximos días.
Cierta
mañana, Rómulo, vio pasar el cortejo fúnebre de un vecino del lugar. La fila
interminable de coches se había parado, unos instantes, frente a la casa del
occiso, cumpliendo con un ritual típico del lugar.
Se acercó
al último automóvil de la comitiva, donde generalmente suelen ir : algún hijo
no reconocido, odiado por sus medios hermanos, pero amado en vida por el
difunto; alguna ex amante; los que no tienen más remedio que ir porque cedieron
al pudor, más que a la pena; o los que aborrecen a los deudos de adelante.
Se paró
frente a la ventanilla y le hizo señas al conductor para que la bajara.
El
hombre, desorientado primero, preocupado después, accedió a su pedido.
Al punto,
Rómulo le dijo:
-
Caballero; si yo lograra hacerle decir al señor que conduce el primer coche
fúnebre, la frase: “Perdón, aquí solo viajan los familiares directos”, o una
expresión equivalente…
Rómulo
estaba ilusionado, ya que había logrado introducir una nueva cláusula, que le
asegurara acercarse más al resultado que esperaba.
Ahora
bastaba con que el sujeto indagado diga la frase literal o una semejante, para
que Rómulo ganara el juego.
El
desconocido sólo atinaba a observarlo con cierta aprensión.
-¿Pero a qué
viene todo esto? ¿Quién es Usted? ¿Pero hágame el favor?– le recriminó a
Rómulo, mientras enfocaba su atención en su mujer que viajaba con él-.
-.Pues
mire- siguió insistiendo, Rómulo, con una apremiada dicción fruto de su
ansiedad - como le venía diciendo. Si yo lograra hacerle decir la frase que le
comenté o algo semejante, yo ganaría $1.000 en caso contrario usted percibiría
la no despreciable suma de $10.000- duplicando el monto de la puesta-.
- ¡Dale
papi, total que pierdes! -dijo su mujer mofletuda y de enormes pechos; mientras
le dirigía una mirada sonora y dulce.
El hombre
musitó una especie de locución ahogada, imprecisa; pero, al final, terminó
aceptando el envite.
Rápidamente,
los tres se dirigieron al primer coche del cortejo.
Allí,
Rómulo le propuso al chofer:
-Soy un
vecino; sería tan atento de llevarme hasta el cementerio-
-Lo
siento pero la empresa me prohíbe trasladar a más de cinco personas - le
respondió un hombre calvo, de cara ajada, como el dedo índice de una pobre
costurera.
- ¡Hurra!
-gritó el apostador de turno.
Rómulo
había perdido el juego nuevamente, y no tuvo más remedio que pagarle la
apuesta; mientras la barrigona, del circunstancial apostador, contaba el dinero
con asquerosa avidez.
Los
próximos días, Rómulo, los dedicó a reflexionar…Pensó seriamente en abandonar
tan ridículo juego, que sólo le traía ruina y sufrimiento.
Al cabo
de unas semanas recibió la visita de su tío Pedro que, a poco de llegar, no
dudó en invitarlo a concurrir al casino.
Al
principio dudo; pero luego, aventado por un deseo irrefrenable, aceptó la
proposición.
Fue con
la idea de no jugar, ni apostar nada que pusiera en juego su paz y su economía.
De pronto
se vio en medio de una sala repleta de luces y una gigantesca multitud, de
nocturnas aves.
Sintió la
frialdad de su esqueleto frio; la indiferencia de la gente; por momentos se
sintió un intruso. Hay lugares que, como el alcohol o un recuerdo fugaz, tienen
la virtud de mostrar lo mejor o lo peor del ser humano.
Pedro,
con el ademán de un hombre resuelto, se dirigió a la primera mesa que encontró;
esperó unos instantes; murmuró algo enrevesado, una especie de cábala mística,
y se decidió a jugar.
Apostó un
pleno de $100 al seis, colocó $300 sobre la tercera columna, y le colocó $50 al
cero, por si las moscas.
Los
jugadores de turno arriesgaron una, dos, tres apuestas, y salió…
-¡Colorado
el siete! - gritó el crupier.
Pedro ni
se inmutó.
A su vez,
los ojos de Rómulo se movían al compás del rastrillo del crupier.
Volvió a
la carga; esta vez apostó $1.000 al color rojo y $2.000 a la primera columna.
Sobre la
ruleta rojinegra se escuchaba el cacareo de la blanca bola que, en todas las
direcciones, bailaba.
Pedro
permaneció firme y convencido de su suerte.
-Cero.
Anunció el crupier con acento hipócrita, como si su voz se arrastrara sobre el
paño de la mesa.
Rómulo
después de observar a Pedro, algunos segundos, le dijo nervioso:
-¡Te
propongo un juego!
Al
principio su tío lo miró con apatía. Pero como Rómulo volvió a insistir…
- Está
bien, dime – dijo, Pedro, entre dientes.
- Te daré
$30.000 si no logro que alguna víbora –autoridad- de esta mesa-, diga la frase:
“saltó la banca” o su igual; en su defecto, yo ganaría $3.000.
-¡Estás
loco! …No, no. Es imposible. Limítate a verme jugar. Hace más de 3 años que nadie
ha hecho saltar la banca aquí – berreó Pedro - No tienes ninguna chance. Estás
apostando contra todo pronóstico. ¿Acaso seré yo quien me abuse de tamaño
disparate?
- Mejor
no me hables de estadísticas. Me niego a escuchar tus sensiblerías... ¿Aceptas
o no?
Inesperadamente
el tics nervioso de su ojo derecho, comenzó a manifestarse mediante ciertos
espasmos, que lo forzaban a cerrarlo completamente; el mismo iba acompañado de
un leve giro lateral de su cabeza, en la misma dirección.
No
obstante, había mucha convicción en la expresión de su rostro, que alguien
podría tomar, incluso, hasta por enfado.
Pedro,
pese al patético cuadro, dudó un instante, y luego exclamó:
-Pues
bien, acepto.
Antes de
comenzar a jugar, Rómulo, arrastrado por una corazonada, se dirigió a su tío y
le encomendó:
-Ora vaya
ganando, ora perdiendo. Ora siempre por mí.
Y sin
pérdida de tiempo, Rómulo, comenzó a apostar.
Tenía un
total de $35.000. Jugó un pleno de $1.000 al 22. Giró la ruleta y salió el 2.
Pedro
cerró los ojos en un gesto de dudosa aflicción.
Rómulo
volvió a arriesgar $3.000 al 22.
-¡Hagan
sus apuestas señores! - clamó el crupier; enardeciéndolo aún más.
Instintivamente,
apostó $5.000 a la primera columna, $1.000 al color negro, y le puso, a último
momento, $ 1.000 a la segunda docena, y esperó...
- ¡No va
más!... ¡Negro el 22! - exclamó el crupier.
Rómulo
sintió temblar sus piernas.
Le
pagaron en fichas grandes la suma de $128.000. Un sentimiento de poder se
adueñó de todo su ser, conminándolo a apostar con más furor.
Jugó un
pleno de $5.000 ---máximo permitido--- al 15, no levantó lo ganado con el
negro, y remató el juego apostando $2.000 a la segunda docena, para triangular
y reforzar la apuesta.
Giró la
bola, y esta vez…
- ¡Negro
el 15! -gritó el crupier.
Rómulo
clavó su mirada en esa esfera quieta y muda. Para él no había pradera más
grande que esa ruleta.
Lo
recordó todo. Recordó el beso a una negra de Harlem, hace ya muchos años, la
primera vez que robó, la pobreza padecida en su infancia, por la adicción al
juego de Veichstein. Veichstein, Alfonzo Veichstein, su padre, revivió
–penosamente- las humillaciones sufridas por su madre.
Inesperadamente,
las autoridades de la mesa cambiaron al crupier.
Sabemos
que cada crupier tiene su propia firma: el momento, el ángulo y la velocidad
con que lanza la bola.
Rómulo
advirtió la maniobra, pero no le importó… esperó y esperó confiado en su
suerte.
Pedro se
acercó y le aconsejó que se retirara.
Rómulo lo
miró profundamente a sus ojos, con cara de hereje, y le manifestó:
-Mi madre
solía decirme: “Antes de aceptar el consejo de alguien, averigua primero sus
necesidades”
- ¿Vos sabés,
realmente, a qué estoy jugando? ¡Yo no estoy aquí solamente para ganar! ¡Yo
estoy aquí para jugar mi jodido juego! Déjame alentar la única esperanza que
impulsa a todo jugador: el vano anhelo de conseguir a través del juego, lo que
nos quitó la vida. Si pierdo tal vez mañana llore mis pérdidas. – articuló a
viva voz, mientras su tics nervioso se acentuaba de forma enérgica, ampliando,
aún más, el ángulo de giro de su cabeza.
Pedro,
ante tan dantesco panorama, se llamó a silencio.
Entretanto,
Rómulo, siguió apostando.
Le
abonaban con fichas de gran valor con las que construía, a su alrededor,
pequeñas torres multicolor.
Daba
igual el lugar donde las colocara: plenos, mayor, docena, color,…jugada tras
jugada, ganaba siempre.
A juzgar
por los secreteos y movimientos extraños, entre los funcionarios de la mesa,
era evidente que había hecho saltar la banca.
En un
abrir y cerrar de ojos, se vio rodeado de apostadores que venían de todas las
mesas gritando desaforadamente: “¡saltó la banca!… ¡la banca!… ¡saltó la
banca!...”
Algunos
le vociferaban imprecisos cumplidos, como si fuera un ídolo; otros lo
curioseaban sumidos en la mayor de las quietudes- no en vano, la peor envidia
del hombre es la que se revela a través del silencio-
Repentinamente,
un hombre lánguido y alto, se acercó a la mesa, y les comunicó, en tono
flemático, a todos los apostadores:
-Damas y
caballeros: desde hace tres meses que el reglamento de esta casa no admite
cerrar una mesa en juego, aun, cuando carezca de fichas para seguir pagando sus
apuestas. Si en este caso se procede a su clausura, es porque es la hora de
cierre.
De
pronto, Rómulo se estremeció; sintió como si un sudor frio le estucara el alma.
Es
difícil prever, a veces, la conducta del jugador compulsivo. ¿Qué lo lleva a
jugar desaprensivamente sabiendo que al final perderá siempre? ¿Qué
sentimientos encontrados de, culpa, frustración, placer, o depresión, lo llevan
a seguir apostando? ¿Qué juego no pudo jugar de pequeño, que ahora, sin valor
para confesarlo, lo lleva a ser niño?
Rómulo le
pagó a Pedro su deuda, y extrajo de una de sus medias, ante el asombro de
todos, una diminuta pistola belga que descerrajó sobre su sien.
Con su último
halito de vida, intentó -en vano- abrazar el humo y alguna que otra ficha
ensangrentada.
FIN
José Rodolfo Espasa Muñoz-Benidorm- Alicante-
España
Otoño
Pasan los años pintados de memorias
y siguen las horas regadas
sobre helechos de tiempo
A veces desempolvo anhelos
sobre mis piernas cansadas
y mis ojos se sumen en la penumbra
como náufragos alcanzando el mito.
Mi deseo es azotado por fantasmas.
Almanaques solitarios que comienzan a morir en un instante
después del sueño…
Un poco con cada amanecer.
Y reflexiono toda la existencia.
El otoño me soterra la carne
cuando alguien ha tocado mi puerta,
quizá Fausto de Goethe
ahora que voy perdiendo
la triste ironía de tener caminos.
Veo la mar como un pozo de sirenas difuntas.
Levanto la mirada
y siento esquelas de lluvia firmadas por el viento
Velas, penumbras, poemas…
La sombra me sigue
entre palabras.
Julio Soute- Panamá
Sortilegio del
alma
¡Como caído del cielo!...
sortilegio que inundas con la tibieza de agua de tus manos la sed más cruda,
¡la sed del alma!… cúmulo de elocuencia que Dios transporta en tus palabras
para ser tejidas en armonía perfecta con el gancho de tu pluma revelando en ellas
la sabia luz del sentimiento universal y eterno con ese don peculiar que te
calza desde las alturas hasta tus adentros para proyectarla divinamente en versos...
Se amerita siempre tu intelecto de sofisticado misterio pues… te me figuras
ese lago tranquilo que espera el soplo del viento para levantar entre sus
oleajes el abecedario flamante de la lengua de Castilla y hacer del sentimiento
vaporoso un incienso de aromática poesía...
Sí, Dios te ha colocado,
precisamente allí, en el centro de las dos montañas, la de la inspiración y la
de la palabra, para cumplir la misión perfecta: ¡irradiar versos del alma!...
Tú,
artífice del verso sólido y suave, de esa textura contrastante de la vida, tú,
en silencio gritas con letras todas las voces y con tus versos se conmueven
multitudes del orbe, tú, artesano de la lengua de Cervantes, estás hecho de
inspiración insospechada, eres el que deambula por tiempo completo en el
pensamiento en pos de la frase jamás inventada, tú, degustas el sentimiento
como pan de cada día, lo masticas, lo desmenuzas, lo sufres, le sacas el jugo y
lo aderezas con letras, comas, puntos y signos…tú, le pintas el rostro al amor
con lenguaje intenso y colorido, haces brotar un manantial de risa con tu
pintoresca frase y pones el acento donde se estremece el gozo y la pena del
corazón del hombre, hasta lo más hondo, donde sólo tú puedes llegar cuando te
lo propones…Sí, tu vocación es traducir la vida en palabras sin más armas que
un tintero y un don único para plasmarlas… Tu patria es el alma del que te
busca en tu verso inolvidable y en esa prosa que extiendes para darle abrigo
porque tu obra es cáliz de amor, consuelo y esperanza cual legado eterno que te
emula en las alturas con el sortilegio divino del arco iris que aterriza en el
tesoro de tus letras...que te inmortalizan cada vez que son pronunciadas al
verse en ellas…
Loret Vaz Tor- México
Palpitares
Sopor de estío, enamorada,
tiritas sudor caliente.
Escozor de flor hiriente,
boca ansiosa, calcinada...
Noche… fiebre insospechada.
Demanda de amor silente.
En una aurora de otoño
juega con la luna un pez.
Luce escamas de centellas
Tules de azul, risa, guiños…
un jazmín blanco, un cariño,
vuelcan el cielo al revés.
Pétalos, vértigo nacarado.
El viejo búho despierta.
El sol que luce cansado
El sol que sabe de fiestas.
Las estrellas le abren paso
entre caletas de arena.
Mi amada viste de encajes,
un bretel le he desprendido.
Arponero del pillaje,
desprecio al arrepentido,
de amar tan solo mirando,
de encanto …
de poseído.
Sueña su fiereza el tigre.
Hiende en mi corazón sus garras.
Brota el despecho y la sangre…
¡Cuánto me dolió aquel engaño¡
Y como de miasmas, un lirio.
De un Otoño nació un marzo.
Gozoso bordón de guitarras
que tu corazón sedujo.
Para volver a empezar
Y olvidarme de los años
Que me volvieron espectro,
Colgajo inútil.
Mendaz.
Luis Alberto Gontade Orsini-Montevideo- Uruguay
Mujer de espaldas
Silva el
viento en los peñascos
Vas caminando
sola por los cerros,
Llevando la
tristeza acuestas
Sin ninguna
protección,
Pero no te
detienes,
Avanzas,
caminas…
María del Carmen Latorre- Rosario- Argentina
¿Por que?
_
Por qué no podés
quererme, Gina?
Y ella termina de pintar la primera de sus uñas, en
un tono azul oscuro.
Descubro que se inquieta por una línea torcida, que
ella se arquea de otro modo, luego la espalda recta y hacia delante, la tensión
en la boca, las cejas fruncidas, e inmediatamente el algodón con el
quitaesmalte frotando el malhumor.
Y comienza otra vez, esta vez más despacio y con
alerta especial, prefabricada, que le impide dar un vistazo al mundo.
_Me escuchaste?, por qué no podés quererme?
Gina terminando la labor más importante de su vida,
con la sonrisa esbozada del lado de adentro; para disfrutarla ella sola.
De pronto levanta la cabeza diciendo: _ Qué decías?
_ Por qué no podés quererme?
Baja la cabeza y por un momento temo que se vaya
otra vez, que me abandone a un monólogo pertinaz y ya monótono; pero
milagrosamente dice:
_ Te lo diré cuando termine de pintarme las uñas.
La inquietud que me rebalsa me crispa los músculos,
y con la boca seca le recuerdo:
_ Eso mismo dijiste hace meses, Gina, yo … necesito
que…
Es inútil agregar algo más, sé que no me escucha,
que sus pensamientos recorren cada pincelada del color elegido como si fuesen
caminos perfectos de fantasía color azul oscuro.
En un acto de paciencia infinita toso y golpeo la
mesa con un dedo para hacer ruido. Como no me mira agarro la silla y la levanto
junto conmigo, y los dos golpeamos el piso repetidamente, pero al rato estoy
cansado, me dejo estar, espero que algún ruido interno en la cabeza de Gina la
despierte y le recuerde que yo estoy aquí, esperando.
Cuando mis lágrimas están por filtrarse sin mi permiso,
ella agrega:
_ Va la segunda. ¡Están perfectas! Faltan 8.
Y otra vez desaparece, como si fuese un invento
mío, como si de verdad no existiera.
Me detengo en la esperanza de la primera frase, y
si esta vez es cierto?, faltan 8 uñas, al fin lo sabré. Sabré qué debo hacer
para conseguir que ella me ame.
No quiero moverme, temo que un error mío le impida
llegar a las 10.
Sigo yo también esa tarea absurda, pinto con ella
la tercera, la cuarta, y la primera mano está terminada.
Me agacho para mirarle los ojos, le sonrío, pero
ella lleva un velo aislante que me despide con fuerza, chocando con la
realidad; ya no sonrío.
La primera uña de la otra mano está lista.
Una náusea inesperada me obliga a pararme y caminar
hacia la ventana, respiro para equilibrarme, me desanimo, aunque vuelvo a mirar
a Gina que ha terminado con la octava. Me siento rápidamente, me crujen los
intestinos.
La novena está casi lista, y mi novena espera
parirá una respuesta.
No respiro, espero la décima pincelada que traerá
ese regalo.
Mi llaga abierta, mi hiel abierta y mi mano que se
estira hasta casi tocar a Gina…
Ella hace un ruido con la nariz, abre la boca, está
por hablar…
Entonces ocurre.
_ ¡Qué macana… se terminó la pintura!
Margot Kliforwie- Rosario- Argentina
No… que tu mano no me
diga adiós
No...que tu mano no me
diga adiós..
por que donde tu vas yo
voy contigo.
y que callen tus labios
. el adiós anunciado ...
y así como la ola con
el mar se junta...
... mi amor contigo
marcha ...
se queda...se
devuelve....se estaciona...
se pierde.....se
enreda..se entristece.....
Y mi boca va llegando a
tu boca..
te voy oliendo.....te
voy acariciando.....
No ..no me digas adiós
...
por que en tu despedida
...
se va el amor, que
tanto te profeso...
se van los días de
dulces melodías...
se va la calma , y
todos los amorosos pensamientos...
se ha de quedar
huérfana la lujuria ...
mientras el alma se
desangra por dentro .....
NO...no ...no me digas
adiós ....
por que quizás he de
.necesitarte como al aire.
María Isabel Campos Quijano- Santander- Colombia
Memorias
de una casa olvidada
Las paredes son las que podrían hablar si tuvieran voz, si no
estuvieran obligadas a callar tanta historia, tantos recuerdos; el patio que
está en el centro es como mi alma que aún respira entre los helechos y las
trinitarias; una pequeña selva verde es lo único que deja entrar de vida en
esta fantasmal morada en que me convirtieron los siglos, el abandono y el
olvido.
Desde arriba los rayos del sol se filtran entre las rejas,
cuando llega el primer amanecer, y el silencio es el dueño absoluto, a no ser
por el trino de algún pajarillo que se mezcla entre las ramas, y desaparece
rápidamente huyendo de este vacío que anidan en las milenarias estructuras que
me sostienen.
Tan antigua como soy sobrevivo entre callecitas de adoquines y
estrechas, que el calor del mediodía derrite a cuarenta grados, por donde hace
siglos transitaban las damas mantuanas que iban a la misa a la Iglesia situada
muy cerca; si mis paredes hablaran cuanto podrían contar, de un ayer borrado
entre las brumas, de este pedacito de barrio colonial, único sobreviviente de
la historia de guerras independentistas, de los horrores de la esclavitud;
tanto vieron pasar mis muros desgastados por esta callecita angosta; testimonio
fiel me enorgullezco de ser, de ese grito de libertad que alguna vez, algún
mediodía caluroso como el de hoy, quebró el aire de esta ciudad donde persisten
los años en mantenerme de pie.
A través de la pequeña puerta se puede ver pasar la gente yendo
a sus distintos destinos, mis rejas nostálgicas observan a los que pasan, a los
que no volverán por mi esquina. Seguiré siendo por ahora testigo mudo del
pasado, del hoy, del futuro que me reste hasta que la mano del hombre decida
destruirme en aras del progreso. Porque a pocos importa un caserón que lo
consumen las telarañas y el recuerdo de una época que se fue.
A la tarde las campanadas de la iglesia repican
con su sonido también desgastado por el tiempo, llamando a la misa y anunciando
otro día que está por irse. Antes de caer la noche se cerrará nuevamente mi
puerta, las sombras de la noche van ocultando de a poco todo vestigio de luz.
Sobre los muros se dibujan las sombras de las plantas formando figuras
fantasmagóricas, solo me llena el silencio…solo me cubre la soledad…
María José Acuña Beláustegui- Curmaná- Venezuela
En la nada
Si comprendiera
tus silencios
Ya no te toco
ni te digo nada
Yo callo,
porque tú callas
En las bocas
Murieron sin
decirse las palabras.
Yo quiero
hablarte…y no lo consigo
Estas lejano y
no nos hallamos
¡Oh, tétrico
silencio de dos que se aman
Qué buscándonos
con pasión,
No nos
encontramos,
Caricias,
besos, roces
Todo queda en
la nada
Yo sé que tú me
amas
Tú sabes que
jamás podré olvidarte
Un humo
solitario de silencios
Nos envuelve
las almas…
Estamos en la
nada, en que termina
Y que empieza
el amor…
María mercedes Castro-Chile
Si la
vida te hace muecas
Si la
vida te hace muecas…
Sonríele
y dale un beso…
Ríele y ámala…
Ama y
vibra…
Sueña y
construye…
Con
pasión a la vida…
Vívela…
Que somos
un suspiro…
Pasajeros
de un instante…
Viajeros
de su mirada…
Que en un
abrir y cerrar
de sus
ojos…
Volveremos
a la nada…
Mary Ramos – Barquisimeto- Venezuela
Algunas veces…
Algunas veces la poesía nos viene impuesta.
Es esa poesía de frases cortas y tajantes
en lo que vienen a decir.
Algunas veces cuesta ser sensible y no herirse,
y algunas veces es mejor saber sufrir...
que herirse no desangra las heridas,
que hay montañas que siempre hay que subir...
y a veces trazamos puentes al horizonte
para ir, volver y luego siempre ir...
Un paso atrás no nos hace menos hombres
uno adelante no acerca más al fin...
Y mientras tanto hay cicatrices que cubrir.
Y hoy Claudia me va dando esas lecciones
esas que nadie sabe impartir.
Que hay puentes que se tienden a ambos lados
como heridas que no deben...
existir...
Miguel García Freijanes- Madrid- España
Soñaba con ser algún
día
Soñaba con ser algún día, sólo podía acunar en su alma ese
pensamiento, lloraba su pena mientras escuchaba una canción y la intentaba
entonar con su dulce voz, dulce pero melancólica. La mañana intentaba aclarar
sus ideas y un tímido sol le quería ayudar pero sus fuerzas no se lo permitían,
alguna nube se interponía impidiéndole brillar. La verdad se escondía bajo unas
sábanas de seda que habían escuchado aquella voz en varias ocasiones gemir y
suplicar clemencia. No había llegado a los veinte y ya se sentía sucia, su
cuerpo no le pertenecía y el alma lloraba su soledad en un mundo de eternas
compañías, dolor que mitigaba con aquella inyección de moral que le
suministraba algo de paz y la transportaba a ese mundo que siempre soñó, verde
esperanza que se le tornaba gris cada vez que miraba a la realidad. Callaba su
silencio en gotas de alcohol mezcladas con el dulce néctar de una ilusión
escondida, ilusión que algún día llegaría a su triste vida. En su sueño, una
ventana a la felicidad se le abría cada vez que cerraba los ojos y aparecía un
mundo en el que se sentía ella misma, con la sencillez de quien no necesita
nada más sino la libertad de vivir en su sentir y la sensación de ser alguien,
simplemente ser. Llego con sus ojos de circunstancia, no quería entrar pero
aquella invitación le obligaba, rompía sus ideales, pero entró. Encontró
aquella mirada triste y se detuvo en ella, se enamoró de aquel sentimiento y
quiso llevarlo consigo, un beso de dulzura la tranquilizó, y sin darse cuenta
ya la había tomado de la mano y con una rapidez extraordinaria la había
rescatado de su jaula dorada. Aquella ternura logró dibujar una sonrisa en sus
labios, estaba soñando,pensó ella, una noche de ensueño que aunque fuese
ficción valía la pena vivirla. Una noche de amor en la que su príncipe de
cuentos la trató como ella deseaba. Sábanas de algodón escuchaban sus trinos de
madrugada cuando despertó del sueño, quimera de dulce sabor que acaba en un
suspiro, sus ojos abrieron aquella ventana a la realidad y quisieron retornar al
llanto pero un beso los detuvo y su alma pudo comprobar que aquel sueño no
había muerto, el sol encendió la verdad y la realidad envolvió el sueño dejando
la pena anclada en el pasado. Nació una nueva vida y se sintió feliz, aquella
mirada de azul cielo le devolvió el color a su espíritu llenando el corazón con
el rojo de la pasión y sus sentimientos de verde esperanza.
Miguel Urbano Perálvarez.- Córdoba- España
Mi musa
Lo intento desesperadamente, lo sé.
Quiero encontrar un motivo para seguir escribiendo.
Hace algún tiempo que estoy para nada;
miro en mi interior y no me encuentro.
Como si dentro de mí hubiera un inmenso hueco,
un gran socavón producto de algún mal sueño.
Sigo esperando a mi musa, que rehúye,
aunque el Universo esté lleno de estrellas,
y la Luna aparezca inmensa y roja por el horizonte
desafiando al sol que se pone tras las montañas.
Y sigo sin poder pensar en nada...
ni aquí, desde mi velero, oteando cual vigía
las torres de la Alcazaba.
Cierro mis ojos y oigo el canto de alguna urraca
que perturba mis oídos,
distorsiona los sentidos de mi alma.
Desde mi velero quisiera hacer una oda,
pero la musa me falta, no me quiere decir nada.
Milagros Subires Palomo –Málaga- España
A veces…
A veces se que me sueñas de todas las maneras
imaginables, pero yo te sueño siempre dormida y despierta sin tules, ni espejos
ni copas reflectantes. Te sueño real como mi piel y en mi palidez tu salud
insulta a la mía con descaro mientras te leo. Y te veo leyéndome ahora,
escribiendo, pensando…Sin distancias ni tiempos, aquí a mi lado con la mueca de
una sonrisa, mirada de sorpresa y ojos livianos, indagando mieles, sencillos,
brillantes, hermosos, solitarios, apasionados. Todas las borrascas son danzadas
frenéticamente en tu azul verdoso de cielo y campo mientras anochece en ésta
isla casi inexistente donde respiro tu aire con el ansia audaz de una
sobredosis de oxígeno que me aquieta el alma regenerando los sentidos más
insospechados en un alarde de vida deseosa de ser compartida reverenciando al
amor en sus más íntimos secretos pulsando la frágil línea de lo etéreo con el
tacto fragmentado en latidos acelerados con la desnudez del alma que se acopla
en cópula fértil entre el desorden y lo puntualizado con la rigidez militar de
lo establecido para desestabilizarlo con la ironía de la amarga tristeza que
justifica al desánimo peculiar, transgresor, infantil , cómodo , relajado en la
melancolía que como levadura al pan dejas reposar laminando ideas en nuevos ocasos
-madrugadas ciertas emancipadas en el silencio que acunan tus párpados
soñolientos, tercos o resignados- desflorando margaritas en síes y noes
balbuciendo palabras de amor o rechazo entre el caudal blanco de nieve efímera
que se vuelve agua templada entre tus manos –ella, amaneciendo junto a la
esperanza de ése toque mágico donde las realidades se licuan en susurros
diáfanos que no escuchas… Persiste el hilo invisible que borda diarios momentos
entre ambos agotando horas en el tiempo escaso donde se entrelazan las escenas
dulces con llantos velados, la carcajada con el enfado. Siempre te espero. A
veces en vano. A veces...
Nieves M ª Merino Guerra -
Gran Canaria - España
Alas de Libertad !
Su sola su presencia
es obra ;
De total magnificencia.
Carga en su alma la esencia
De algún soñador bohemio,
Pero es el mejor premio
Camino hacia la excelencia
Disfrutar en sus escritos ;
De Mágicas experiencias !
Podría hablarse de amor
con un poco de ternura.
De alguna Historia gloriosa;
O alguna linda aventura,
Ciencia, Quizás ficción,
Novelas , cuentos, poesías
O de la Gloria de Dios ;
Presente todos los días !
Podemos hablar de mucho
sin ninguna mezquindad.
Sus hojas ,
Son bellos hijos ;
De toda la humanidad !
Tener un libro en las manos ;
Son Alas de Libertad !!
Pablo Ramón
Cabrera Roa- Paraguay
A ti, me rindo
A ti, me rindo
noche, luce resplandeciente,
sobre constelaciones circundando la luna
fulgurante y brillante, caen lluvias de
estrellas.
-
Se irradia sobre el río, ¡Reflejan
transparente!
-
Cristalino y salvaje, mana hacia la
laguna,
¡Un sosiego da calma y se borran
las huellas!
Y la armonía es plena, el silencio me acuna.
-
Inmersa en sentimientos, fluyen en el
presente.
-
Nada me ata, soy libre, dieron las doce y la
una,
se fue filtrando el alba, brotando
rosas bellas
y me vestí de sol, y en paisaje
me formo.
-
Con añoranza mágica te amo
profundamente.
-
De un verde refrescante clareando el
entorno
¡Fuerte me rindo a ti, noche, en alegre
exorno!
Pastora Herdugo – Málaga-
España
…y todas ellas llegaron…
…y todas ellas llegaron…
a la hora indicada…
Jugando la rueda del fuego
…alimento…
de los “ojos grandes”
y sin perder la costumbre
...sus manos siempre apretadas...
Conjugamos los verbos
todos ...
de mujeres “altas”
…los cuentos del pasado
curando las heridas
cuando éramos palomas
....y en este tiempo presente
juntamos todas las alas
en un interminable abrazo…
Como ángeles necesitados
…como luciérnagas
iluminando
dejando a la noche
muy clara…
…con el perfume de una amapola
de verdades…
apasionadas
…y en las manos traían
mariposas amarillas
porque saben...
que a mí...
me encanta…
Festejando la vida
brindando…
…por esa palabra bendita
que no es más que otra cosa
que la Gloria...
de la esperanza…
Mujeres con sus historias
…mujeres :
corazón pizarra…
que son distintas a todas
...llevando con dignidad sus alas...
Ángeles que protegen
…vestidas con flores blancas
Pilar Ferrer- Ushuaia-Tierra de Fuego-
Argentina
El canto del cisne
Exploremos nuevos
amores
que intenten
reinventar futuros
Busquemos en
nuevas ilusiones
razones
poderosas,
cementando
nuestros pedazos
en ilusión
mental de un nuevo
y joven corazón.
Tengamos fe
creyendo
en una nueva
primavera…
amor que
florezca como
La vara del santo…
en un pedazo de
madera muerta.
Sintamos el
renacimiento
de las aptitudes
carnales
como explosión
del deseado amor…
y sintamos
nuevamente circular
la roja y
caliente vida por venas
y corazón.
Que nuestro
pensamiento se ilumine,
la luz en los
ojos tome nuevos brillos
y disfrutemos
del palpitar
de un cuerpo
amado junto al nuestro.
Que no sea una
quimera,
un canto del
cisne,
sino una verdad
sincera…
pudiendo
descansar
nuestro pasado
tiempo
en amoroso
regazo
por tanto tiempo
anhelado.
Rafael Serrano Ruiz- Madrid- España
¿Esta
noche habrá luna?
En mi
cielo
no habrán
estrellas
ni habrá
luna esta noche.
Cabalga
la melancolía
en las
grupa de un tiempo
que se
recrea
en el
abismo del desespero.
Y los
sones de un tango
llevan el
nombre de ella…
en el
lacrimógeno sonar.
Tan solo
mi solitario abrazo
habla
dulcemente de ella.
Tan sólo…
la huella
de sus labios en mi rostro,
su
recuerdo,
su
evocación…
me
muestran la luna llena
esta
noche…
en su
ausencia.
Romero de Buñol- Valencia- España
En el mar de mis pensamientos.
pueden mas las rocas que desafían
acantilados
que esta voz que grita y no te alcanza
(he rasgado los pómulos de la luna
en mi desvelo por tus manos)
Sabemos
que no existe pecado en este amor
y que es cosa cierta
más cierta que tu boca en un día de
verano.
Necesito tanto
rodearme y anticiparme
de
todas tus particularidades.
Tatiana Aguilera-Santiago
de Chile- Chile
Camino a tu encuentro:
Camino con la brisa en el
rostro,
y la sensación intensa de
amarte a cuestas,
mientras la noche juega a
esconderse,
en las estrellas .-
Camino lento y pensativo,
construyendo poemas,
para que ellos te alberguen,
con el alma apasionada,
y la sonrisa amplia,
pues amarte hace que la vida,
sea intensa y los versos
profundos.-
Camino en medio de la noche,
en pos de las estrellas,
del mar, de las olas, del
rumor,
al encuentro del universo,
que en las dimensiones ignotas,
se reduce a un suspiro,
pues lo inmenso es pequeño ,
tan pequeño,
que cabe en tus manos.-
Camino…. A tu encuentro,
para que tus brazos me
estrechen,
y tus labios fundan el rojo
carmesí,
con la pálida imagen de los
míos,
en una leve explosión de amor
contenido,
que en cada encuentro estalla,
para que el corazón tiemble,
tiemble y tiemble..-
Víctor Kartsch Brenh-
Encarnación -Paraguay
Una
tarde en la ciudad
Paseando por avenida Providencia al 1200, encontramos de “todo un cuanto hay”,
como diría mi abuela. Vende directamente su dueño, reza un letrero algo
rústico, en una propiedad aparentemente desocupada; indica el metraje y algún
otro dato. Al lado, anuncio de ropa usada de “primera selección”; en la vereda
del frente, ofrecen empanadas “las
más ricas de Chile”, en una sencilla pizarra-cartel, con su respectivo dibujo
del producto en cuestión; aunque se hacía innecesaria la propaganda. El aroma
conducía directamente al local.
A pocos metros, un negocio de
productos naturales, para todas las dolencias y enfermedades que se tenga
memoria y, junto a una tienda de mascotas, colindan con un par de casas
particulares de estilo colonial, con balcones de fierro y lámparas colgantes a
tono con la antigua construcción.
Al terminar la cuadra, en toda la
esquina, una puerta añosa y algo desvencijada, contraría con el anuncio del
letrero: “Reparadora de Muebles”. La curiosidad, más que el interés, nos invita
a ingresar al lugar. Un par de metros al interior, “topamos” con un mueble de
similares características, lleno de herramientas y un gigantesco serrucho, que,
de sólo mirarlo, amedrentaba a cualquiera y a mí, más. Sus filudos “dientes” se
asemejaban a las de un cocodrilo, que me hace retroceder, inevitablemente.
No se asuste señora, dice el
dependiente sonriendo, mientras se abotona la camisa, es inofensivo agrega, … claro, digo mentalmente, para usted
será, lo que es para mí….,, pero
contesto con otra sonrisa.
El lugar superaba toda
imaginación; parecía que el aserrín y el tiempo se acumularon cien años a la
par. Se lo dejamos como nuevo, añade en clara paradoja.
A la salida, nos despide el
maullido de un gatito; lo busco con la mirada, en un acto reflejo… las bisagras
de la puerta, lo imitaban a cabalidad.
Victoria Gonzáles Badani.- Santiago de Chile- Chile
Me pediste un
soneto…
Me pediste un
soneto y he pensado
en tu rostro
armonioso y, al mirarlo,
en tu mente
divina, cuando charlo
con tu imagen
al frente, ilusionado.
Cuatro grupos
de versos he plasmado
de objetivo
banal, que por hallarlo
en tu ser y no
en mi debí buscarlo
pues que así de
vacío me ha quedado…
Ensamblando
cuartetos y tercetos
me olvidé de la
luz que me has mostrado
y quedeme con
temas obsoletos,
pues mis versos
se funden lado a lado
sin asomo de
gracia ante los retos
que por tu
petición me han trastornado.
Xavier Coderch Vives- Barcelona- España
LISTA DE AUTORES Julio
Autor
|
número
|
titulo
|
Alejandra Leal Gana
|
44-1
|
hoy
|
Alexandra Brito
|
44-2
|
Matices
compartidos
|
Amanda Reverón
|
44-3
|
Me inventé una casa
|
Ana Romano
|
44-4
|
Elevación
|
Antonio Monzonís Guillén
|
44-5
|
Hálito de un alma
|
Beatriz Ojeda
|
44-6
|
Esperando un
milagro
|
Begoña M Bermejo
|
44-7
|
Código Morse
|
Carlos Alberto Giménez
|
44-8
|
Escribo
|
Carlos Garrido Chalén
|
44-9
|
El agua de esos
cántaros
|
Carmen Guzmán
|
44-10
|
Quiero
|
Carmen Leyre Quintana
|
44-11
|
Sumergida en Peñabras
|
Charo Bustos Cruz
|
44-12
|
Acto de amor
|
David reverte
|
44-13
|
Vivir…
|
Diana luz Bravi Torras
|
44-14
|
8 de Marzo
|
Diego Miró Quesada Mejía
|
44-15
|
Yo soy la felicidad dormida
|
Diego Cazzaniga
|
44-16
|
Haikus
|
Egle Frattoni Romano
|
44-17
|
Letanía
|
Ezequiel Feito
|
44-18
|
Dos de Noviembre
|
Fernando Fernández Calvin
|
44-19
|
Los años de gris
|
Grissel Canche Albornoz
|
44-20
|
Anhelo
|
Héctor Berenguer
|
44-21
|
Día tras día
|
Hugo J Mion
|
44-22
|
El Ómnibus
|
Jorge D´Agata
|
44-23
|
La música
|
Jorge Rodríguez Salvadoreño
|
44-24
|
Enamorado
|
José Rodolfo Espasa Muñoz
|
44-25
|
Rómulo el pronosticador
|
Justo Aldú Julio Soute
|
44-26
|
Otoño
|
Loret Vaz Tor
|
44-27
|
Sortilegio del alma
|
Luis Alberto Gontade Orsini
|
44-28
|
Palpitares
|
María del Carmen Latorre
|
44-29
|
Mujer de espaldas
|
Margot Kliforwie
|
44-30
|
¿Por qué?
|
María Isabel Campos Quijano
|
44-31
|
No… que tu mano no me diga adiós
|
M ª José Acuña Beláustegui
|
44-32
|
Memoria de una casa olvidada
|
María Mercedes Castro
|
44-33
|
En la nada
|
Mary Ramos
|
44-34
|
Si la vida te hace muecas
|
Miguel García Freijanes
|
44-35
|
Algunas veces
|
Miguel Urbano Peralvez
|
44-36
|
Soñaba con ser algún día
|
Milagros Subires Palomo
|
44-37
|
Mi musa
|
Nieves M ª Merino Guerra
|
44-38
|
A veces
|
Pablo Ramón Cabrera Roa
|
44-39
|
Alas de libertad
|
Pastora Edurgo
|
44-40
|
A ti me rindo
|
Pilar Ferrer
|
44-43
|
…y todas ellas llegaron…
|
Rafael Serrano Ruiz
|
44-44
|
El canto del cisne
|
Romero de Buñol
|
44-45
|
¿Esta noche habrá luna?
|
Tatiana Aguilera
|
44-46
|
Sin pecado concebido
|
Víctor Kartsch
|
44-47
|
Camino a tu encuentro
|
Victoria González Badani
|
44-48
|
Una tarde en la ciudad
|
Xavier Coderch
|
44-49
|
Me pediste un soneto…
|
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