Revista n.º 3 - ESPACIO
DEL POETA
REVISTA
LITERARIA DE HABLA HISPANA
Febrero 2011
Autor: Daniel. S. Hautesserre
A
Homero Manzi
(Poesia sin ser
poesia)
¿Te enamoraste borreguito?
Cuestión de maña.
La Pampa y el canto de aquellas aves,
mañanas frescas, ruiseñores,
ámbar.
El nombre augusto que un padre narra,
no es cuestión de suerte,
el destino manda.
Del gran poeta: VIVES.
Habrán de sufrir tu suerte,
imaginar las letras más amargas,
el amorcito de tu infancia
y entre las cuatro paredes grises
la lucha infanta,
cuestión de cepa,
ebullición, juventud encarna.
Marchita la rosa de la unión,
del progreso
del lamento
Difunto Irigoyen.
El hermano de una alianza inquebrantable,
recuerdos de la mano derecha, dolorosa
la imagen arrabalera
que en mujerzuela de veinte guitas
se integraba a la Patria
la inmortal Evita.
Fuiste emoción de pibe,
La vieja a la que…
“pobre mi madre querida
cuantos disgustos le he dado”
te acompañó y te quiso
[y quiso]
que fueras también
hermano.
Siempre de guachos,
y en el fondo,
el orillero…
Nunca un faltazo nocturno
Recorridas porteñas.
Tus letras con pasión se cantaron,
ni un final payadoresco de pulperías
las arruinaron.
Fue la vida, querido,
tal vez la nostalgia de aquella pebeta,
o tu saña inconfundible
con esta Nación,
hermano.
Hoy, poeta, son los versos
que sin saber componer ni un cacho,
que sin querer convertirme en poetiza,
todo eso de la rima, los hemistiquios, las
repeticiones,
y los hipérbaton, me importan lo que un rábano.
Que yo no soy cantor letrao
Al pensarte-te las dedico.
No al paso, no es mi espíritu
(aclaro)
Y volviendo a la milonga
de la mano de un bandoneón,
por Barquina o por Pepe,
pero sin más aliento,
porque por las venas me duele el tango,
y por tu hermano
Discepolín.
Eva Wendel. Rosario -Santa Fe -Argentina
ALCANZAR LA
LUZ
Me olvido de cómo pasa el tiempo
donde soy, y quien voy marcando sendas en el mar.
Las estelas de los caminos agitan la libertad de mis sueños.
En el mar se guarda la risa
cuando dejo que se arrastren las lágrimas
las seca el viento, y viento peina cabelleras
y esparce campanillas azules.
Las hojas en el viento llevan en andas los desvelos
y yo quedo aquí, liviana de pesares
alcanzando la luz, abandonando arcaicos apegos.
Nelda Lugin - Concordia.- Entre Ríos- Argentina
Añoranza
Hijo
¿Me amas?
Mi
niño, mi niño.
Sueño
que me extrañas
Hasta
mí llega
El
olor a lavanda.
Pompón
de algodón.
De
aroma a pañales
Sueño
tus caricias
deditos
de plumas.
Sueño
que te abrazo
oigo
tus latidos
susurra,
te quiero
corazón
pequeñito.
Sonrisa
que embriaga.
Sueño
que te canto
la
canción de cuna
llena
de misterios
plena
de candor.
Hijo
¿Me amas?
Leiden Roberta Fontanini -Coronda- Santa Fe- Argentina
22 de diciembre
2009
BÚSQUEDA
Voy en su búsqueda, he encontrado un intersticio por el cual salir y
fluyo y me escurro gota a gota de mi continente.
Vacía de mí, anterior a la vida, sin pensamientos que revoloteen en
mi cabeza, sin misterios para descifrar. Dentro de mí sin mi presencia abrí la
puerta a lo desconocido. El silencio se apropia del espacio interior y canta y
brinca y rebota contra las paredes lisas. Grita, aúlla y se aterra al escuchar
los ecos ondulantes que suben como una marea desde pies abismales.
Sola, una mujer penetra en sí misma, viaja a recuperar su esencia.
No hay lugares a donde volver, no hay huellas que seguir, soy libre de recorrer
su extensión y crear su geografía.
Se repliega, desciende en espiral por el tiempo, hay una que la ocupa,
sin historia ancestral.
La mujer oculta dentro de la otra es la primera, nadie la antecede. Su
cuerpo hecho de barro, sin Paraíso, perdido en la nebulosa de los siglos, muy
pocos la nombran. Pero también es Eva después de transgredir la prohibición
divina. Es su rostro reflejado en un espejo de agua del Edén. Mientras saborea
la fruta y el jugo dulce le cae de la boca, una visión la maravilla y la
consterna. Son seres que se le parecen, un claroscuro de pieles que brillan,
cuerpos humanos que se multiplican y se alejan hasta los confines seculares del
universo donde ya no los ve ni los oye. Ella origina las criaturas y cada una,
en su lengua narra un cuento distinto y uno de ellos soy yo. También me veo en
el lago espejado y a Lilith y a Eva.
Ya no hay Paraíso.
Me regreso y ocupo mis espacios,
aunque mañana vuelva a salir de mí para recuperarme y tal vez sea tu costilla.
O mejor me construya de barro
Silvia Rodíguez.-La Plata-
Argentina
Después de todo
Trepar hasta la cima
en la que me esperabas
con un plan de vuelo
estudiado al detalle
origen y destino,
prendidos en un salto
trepar con el cansancio
y el miedo acumulados
de una eternidad
tejiendo primaveras
y el frío del invierno
y la lluvia del otoño
trepar y agarrarme
al músculo agotado
las puntas de los pies
bailando en el abismo
y no mirar abajo
pasar al otro lado
y allí, al otro lado,
las cimas se suceden
y no hay más camino
que continuar trepando.
Mayte
Sánchez Sempere -Madrid- España
GOTEO
Queda tan lejos dejar enterrado el beso desigual
del ayer. Todo roto en filos tambaleantes
que hoy, lo uno cortándome
en sus puntas
plateadas
Su balaustrada de mármol estrellado
lo eleva y me deja caer
como gota de
agua,
a un charco, en la infinidad
de su cuerpo
vencido.
©Begoña M.
Bermejo Guadalajara-España
Ingrávidos pájaros
Pesa el cielo
boca arriba
las nubes
no caen
una gravedad
invertida nos sostiene
no importa si
los pájaros entran por un oído y salen por la boca
mis cuerdas
conocen la suavidad en sus plumas
hay pájaros
diminutos que caben en un lagrimal y viajan por la venas
como en túneles
iluminados de rojo
no se puede
hacer fuerza para soltarlos
ni llorarlos
adentro de una gota
ellos deciden
cuándo
es exquisito
ver sus alas de abanico remover el aire
pero hay que
esperar
no se debe
forzar
la
ingravidez es su ley
y sólo en el vacío hablan
Laura Colagreco-La Plata-
Argentina
He Vivido
He vivido el fin
de regímenes
He visto caer ideologías,
desaparecer hombres y sistemas.
Lo que ayer era
blanco, hoy es negro.
Desesperos, crisis, problemas.
Desaparecer teorías,
despreciar las ideas.
Lo
bueno se hace malo,
cambiar lo vulgar en habitual,
destruir para dejar igual
Y nada tengo que decir,
ahora sólo
escuchar.
Poco puedo
añadir.
Vivo el progreso,
los de arriba siempre arriba
los de abajo permanecen,
lo
lamentan,
no lo intentan.
Ideas que no cambian,
jóvenes que fracasan,
viejos que se cansan.
Los que ganan guerras
pierden paz.
Los vencedores
de ayer
son los vencidos del hoy.
Los perdedores pasados
quedan arrinconados,
sus principios cuestionados,
es
un galimatías
difícil de comprender.
En la medida del tiempo
se
debe comprender
lo absurdo de la cuestión,
pues por unos pocos
que por ambición
se creen
salvadores de la nación,
en nuestras vidas sufrimos
la
tremenda situación
de sentirnos agobiados,
amargados, contraídos,
plenos
de preocupación.
Y nada podemos hacer,
votar para entretener,
cundo lo principal
es podernos preguntar
si lo hacemos
bien o mal.
Rafael Serrano Ruiz- Madrid-España
La Muerte Nuestra
A cada uno vendrá
su propia muerte
no escucharemos de
la muerte nuestra.
Ni vos ni yo.
¿Será un morir a
solas?
¿Te pensaré conmigo
antes de irme?
¿habrá sabores
últimos?
Es abril
y por la ruta ululan
remolinos de azul
orificios de sales.
Somos ninguno amor
y no sabremos cuándo.
A Carlos Fuentealba, siempre presente.
Lilí Muñoz, Neuquén- Patagonia- Argentina
LOS DESEOS DE MI MENTE
Colgando de la
mente mis deseos, no puedo desasirme de sus garras.
Los pedazos
dispersos de mi alma, como gotas de un mar que se evapora.
Recogiendo los
trozos de cordura, para volver al engranaje del pasado.
Siempre faltará
alguna pieza de este puzzle, y en los huecos encajaré pedazos de mi vida; para
llenarlos con ansias renovadas, de sueños, esperanzas, e ilusiones perdidas.
Sé que existo,
mas no encuentro el motivo que mueve mi existencia.
Quiero divisar
en ti ese horizonte que retenga a tu lado mi presencia.
Mi sueño, que
negándose a morir a la ilusión se aferra;
mi amor, que aún
apagada la llama en los rescoldos queda,
para avivarla de
nuevo con la tersura de otras ramas.
Divisando
paisajes de deseos, ahogándose entre las aguas quietas;
dormida la distancia
del pasado, se lamenta el presente de indolencia.
Furtivas las
luces que iluminan, sentimientos fugaces como estrellas.
Un pasado tan
cercano del presente; un futuro que como una sombra llega.
Pasan los años
con mi soledad sola, esperando en la distancia tan oscura.
Si en mis
líneas vieras que divago, poco
entiendes de amor y de amargura.
Marga Utiel- Badajoz- España
Villancico gitano
Estrellita en la
noche
Rayo de luna
Ojitos de
azabache
piel de aceituna
Duerme lucero
que mientras tu
sonríes
niño yo velo.
Limón morenito
canela y azahar
clavel pequeñito
arena y coral
al Niño gitano
le vienen a dar
ángeles morenos
flores de
cristal
Maricruz
Serrano-Madrid -España
Mi
Cicatriz
Soy una sobreviviente de
una larga batalla, contra un fatídico enemigo que vive escondido, acechando,
merodeando en cada célula de mi cuerpo. Esperando el momento preciso para
atacar, que trata de vencerlo a cada minuto que pasa y por eso es tan valioso
para mí, en esta loca carrera, que corroe el alma, la esencia de la vida que
llevas dentro
Pero...ahora...felizmente,
he permanecido tranquila, paciente, desde mi regreso del hospital... Tengo una
finísima cicatriz, una cicatriz, que casi se puede ver, pero a la vez, es
secreta...para mí lo es.
La
miro cuando estoy sola..me atraviesa el cuello. He aprendido a quererla , aunque
me costó mucho, sí, mucho. Mi amada cicatriz me da energía..me enseño a
descubrir las grandes cosas que tenemos tan cerca y no las vemos, porque
vivimos equivocándonos en nuestra búsqueda. Me hirieron...y la herida me ha
hecho más fuerte. Si no hubiera estado tan cerca de la muerte, nunca habría
sabido lo valiosa y bella que es la vida.
Juana Elsa Castillo Meneses- Chile.
Marcos, en la esquina
Yo quiero hacer por vos un pido al escondido.
Rápido, seguro, piruetas inocentes.
Tus manos resbalan por el asfalto,
transpiran el techo de mi coche
espejo indiferente, vidrio frío.
Irás al otro lado, será conmigo.
Numeroso y único
te veo venir
¡Si fueras mío!
Quiero hacer por vos un pido al escondido
Soledades tenés
boca menguante,
y en cubos de basura
la
niñez esparcida
Tu nariz carece de pertenencia firme,
te tomo yo, TE DOY
mis manos llenas
a tiempo
VENÍ, vení ya,
no podés esperar,
ni yo
¡Si fueras mío!
Quiero hacer por vos un pido al escondido
Tengo la llave que te lleva a destino
la que abre el espejo indiferente y frío,
y el otro lado espera, creciente, sostenido.
Diana Luz Bravi -Rosario Santa Fe-
Argentina
El Monasterio de Veruela
Posguerra,
tiempo de penurias, época de pesares, mas frío que nunca, mas hambre que en la
peor de las hambrunas, odios entre familias, ricos muy ricos y pobres muy
pobres, una clase media aún por empezar a existir, y sobre todo, enfermedades,
sin penicilina y con atención casi de curanderos. Pero, no todo tenía que ser
tan malo, siempre había gente o instituciones, que, con mayor o menor éxito,
pero con la mejor intención “hacían caridad” y se ocupaban algo de los demás.
En ese contexto, la tuberculosis se había extendido enormemente y, para intentar combatirla en lo que
se pudiese, se estableció, en un
paraje llamado Agramonte, al pie del Moncayo, a unos 1.100 m. de altura, un
sanatorio antituberculoso, auspiciado por La Caja de Ahorros y Monte de Piedad
de Aragón y la Rioja. Dada la escasez de productos alimenticios, la misma Caja
instaló también, en Tarazona, una granja llamada La Ventilla con el fin de
tener al Sanatorio mas o menos aprovisionado.
La
peculiaridad del Sanatorio, como se le llamaba habitualmente, estaba en que sus
inquilinos eran, en su mayoría, chicas jóvenes. Hoy puede costar creer que
hubiera tantas chicas en esas condiciones, pero, la realidad es que eran muchas
las tísicas o “tisícas” como también se decía, y, además, con una tasa de
mortalidad bastante elevada desgraciadamente. Era una enfermedad relacionada
con la pobreza y la falta de condiciones de vida adecuadas y además muy
contagiosa, por lo cual, no es de extrañar que muchas familias, procurasen
ocultar que alguno de sus miembros tenía esa enfermedad y que las visitas al
Sanatorio no fuesen muy numerosas.
La
vida en el Sanatorio era obviamente triste y aburrida para aquéllas jóvenes,
muchas adolescentes y algunas además con pocas esperanzas de vida, reducidas a
esperar, que algunas medicinas, y, sobre todo, el aire del Moncayo, hicieran el
milagro de la curación. También había la creencia, y así nos lo confirmó en su
momento el médico encargado del Sanatorio de que, a determinada altitud, el
bacilo de Koch se moría o quedaba inactivo deteniendo bastante la enfermedad y
dejando de producir contagios, lo que contribuía poderosamente a la curación.
Si
en verano era dura la existencia, en invierno podía ser terrible, con meses en
los que el Sanatorio se quedaba casi completamente aislado por la nieve, con el
único contacto de una furgoneta que les llevaba, cuando podía, las vituallas
necesarias, que las monjitas cocinaban, como siempre, con rara habilidad. No
estaban mal cuidadas, pero, lo que no tenían las pobres era distracciones y les
faltaba alegría de vivir, dada la incertidumbre de su futuro. Muchas veces,
debido sobre todo a la precariedad de medios, algunas fallecían y eran
enterradas al lado mismo del Sanatorio, con alguna humilde cruz que las
recordase.
Pues,
sucedió, que, por aquellos tiempos, un grupo de amigos, entre los cuales me
incluyo, nos sentíamos atraídos por Moncayo, en una forma algo distinta de la
habitual. En el monte había un Santuario, con una hospedería, todo ello regido
por el Cabildo de Tarazona. Allí se podía ir a pasar algunos días, todo santo,
por supuesto, y con la bendición y el Nihil Obstat de todos los Obispos,
Canónigos y Curas de a pié, que sumaban legión y, que en Moncayo mandaban, iba a
decir “mas que la hostia”, pero mejor me callo. No era algo que nos resultase
muy atractivo, pero, afortunadamente, alguien descubrió que el Ayuntamiento de
Tarazona tenía una casita de su propiedad, llamada Villapulga, que nos
prestaba, tras una respetuosa petición al Sr. Alcalde, y que nos permitía vivir
unos días en el monte a nuestro aire, sin tener que depender de la Hospedería.
El nombre da alguna idea de lo que
se podía esperar, aunque la
realidad era incluso algo peor, pero, nosotros, después de ir andando desde
Tarazona, no la habríamos cambiado por un hotel de cinco estrellas (por otra
parte, no teníamos ni idea de que podría ser eso).
En
Villapulga se entraba directamente a la única habitación con su tradicional
fogón bajo, con sus bancos de cemento y nada mas. Había además una pequeña
alcoba, que llamábamos el dormitorio, que no tenía nada. Limpia, lo que se dice
limpia, pues no, no estaba nada limpia, pero daba igual. Nosotros íbamos en pos
de la aventura y todo nos daba igual, excepto la posibilidad de encontrarnos
con bichos feroces, serpientes de varios metros o salvajes presidiarios
escapados de la cárcel después de matar a varios guardias y que vivían totalmente salvajes. No
los encontramos, pero seguramente es que se ocultaban muertos de miedo al
vernos tan aguerridos. Aventuras tuvimos muchas y las que no teníamos, nos las
inventábamos, así que daba lo mismo.
Como
la vida nos lleva por los caminos que quiere, se daba el caso de que Villapulga
estaba situada en un paraje idílico, al lado de un riachuelo, que parecía de
mentira, entre árboles milenarios, bueno, a lo mejor centenarios y seguro que,
por lo menos, de bastantes años, y muy, muy cerca del Sanatorio, por lo que
nuestra relación con las monjitas y el médico era bastante normal. A veces nos
echaron una mano con nuestras escasas vituallas que consistían sobre todo en patatas (no estaba
prohibido hacer fuego, pero éramos muy cuidadosos). Las patatas, algo de aceite
y sal, unas mantas y alguna guitarra eran nuestro modesto equipaje.
No
era frecuente que coincidiésemos con las enfermas, que estaban recluidas casi
totalmente, pero a veces, las ponían a tomar el sol en una terraza que daba a
una placeta delante del Sanatorio y a veces también, coincidió que, casualmente
o de forma preconcebida, nos encontramos en la placeta a la vez, con nuestras
patatas en la mochila, pero sobre todo con una o dos guitarras, que mas o menos
hacían su papel. Las guitarras sabían lo que tenían que hacer, sonar, pero
nosotros hacíamos lo posible para que sonasen mal porque nuestro dominio de
dicho instrumento era bastante nulo. Eso no tenía importancia, porque las
guitarras solas no valían, y había que cantar algo. En nuestro caso, decir
berrear desafinando habría sido mas adecuado y el conjunto desconjuntado habría
espantado hasta a las alimañas mas curtidas en los horrores de esta vida.
Pero,
nosotros éramos jóvenes, y las enfermitas también y, a todos nos sonaba a
música celestial. El escaso repertorio se componía de algunas rancheras y,
sobre todo, de canciones de tuna, como Clavelitos, la Aurora y lo de “Bella
niña sal al balcón…”. Al llegar a este punto, la mitad de las enfermas estaban
llorando a moco tendido y nosotros encantados. El día de la marcha, también les
cantábamos lo de “Adiós con el corazón...” y eso era ya la rematadera.
Y
sucedió, que pasaron los años, nosotros no cantamos mas, para bien de la
humanidad, y las niñas, se curaron o se murieron, según los casos, pero ninguna
quedó en el Sanatorio que fue abandonado por falta de clientela. El paso del
tiempo, sin ninguna atención, contribuyó a un deterioro continuo del edificio,
hasta llegar a un estado prácticamente ruinoso, en el que se encuentra
actualmente.
Pero,
según parece, los tétricos restos no están completamente muertos, sino que
según se comenta en los diversos foros, habiendo llegado el rumor hasta los mas
esotéricos programas de Televisión que han hecho varios programas al respecto,
las ruinas del Sanatorio están embrujadas, y por las noches, suceden cosas muy
raras, con ruidos, psicofonías y otras manifestaciones que causan pavor. Hay
que ser muy valiente para atreverse a pasar una noche en el Sanatorio, y.
algunos amigos, por otra parte valientes como el que mas, palidecen al recordar
su intento, abortado por una indefinible sensación de horror y angustia.
Por
otra parte, lo que está comprobado
fuera de todo duda, es que, mas a menos, a la altura de las parideras, algunas
noches aparece una chica joven, que para a los coches y les dice que se ha
perdido, que está buscando a alguien y que la lleven adonde vive, que es
casualmente el ruinoso sanatorio. En un momento determinado, desaparece, con el
consiguiente horror de los socorredores.
Lo
que ellos no saben, pero yo si lo se, es que esa chica es una antigua enferma
que vaga buscando a aquellos que hace muchos años, cuando ella agonizaba, la
acompañaron en su tránsito diciéndole aquello de “yo no puedo querer mas que a
una, y esa una, mi vida eres tu”. Lo que no tengo claro es para que nos busca,
si es porque se quedó prendada del encanto de alguno de nosotros, o porque
pretende vengarse del mal rato que la hicimos pasar cantando tan mal. Por si
acaso es esto, que es lo mas probable, cuando bajo de Moncayo por la noche, no
me hace parar ni el Señor Obispo revestido de Pontifical.
NOTA
Mientras
estaba escribiendo las líneas anteriores pasaron dos inquietantes sucesos que
demuestran que el misterio sigue vivo y me han confirmado que mis sospechas
pueden ser ciertas. Al escribir, estaba pensando que, de todos los chicos del
horrible coro, solo quedamos vivos mi amigo José Luis y yo y, en ese preciso
momento sonó el teléfono y, mi amigo José Luis, que, salvo una breve
entrevista, no había hablado conmigo en los últimos treinta años, estaba al
teléfono diciéndome que se había acordado de mi y me llamaba a ver que tal
estaba. Mi sorpresa fue mayúscula y nadie me quitará de la cabeza la existencia
de la telepatía o de otra cosa mas compleja. Pero, a la vez, por si fuera poco,
me estaban mandando un correo,
donde me decían que, en el cercano Monasterio de Veruela, famoso entre otras
cosas porque fue Becker a curarse la tuberculosis, al hacerse unos turistas una
fotografía en el ventanillo entre el refectorio y la cocina de los monjes
apareció una cara de una chica que parece está intentando decir algo. ¿Tendrá
algo que ver? ¿He removido algo con este escrito? La foto puedo enviarla al que
esté interesado, avisando de que no ha sido trucada ni se ha empleado el
Photoshop. Por si acaso, cuando subáis a Moncayo, os recomiendo llevar algo de
ajo, o algún amuleto que os proporcione cualquiera de las afamadas brujas de
Trasmoz.
Luis I. Urquí –Madrid - España
Paisaje Nocturno
El árbol pescó una estrella
y la colgó entre sus ramas,
un suave viento la mece
entre los nidos de plata.
Un sauce ebrio de luna
se duerme junto a las aguas
de un pardo arroyo que corre
entre el sueño y la mañana.
Jinete flaco del viento
va segando las retamas.
El cielo se enrolla y duerme
en cavernas de pizarra.
Ya la noche cubre al sueño
con su cabellera parda.
Parda tierra, pardo arroyo,
mudas y pardas las aguas,
pardos los nidos y parda
también está la retama.
Y tu, lector, haz silencio:
el ángel también descansa.
Ezequiel
Feito- Buenos Aires- Argentina
Narradores y/o con /contra poetas
Con filosas palabras
Agudas
Los poetas me hieren
Alfiler
Punzón
Bisturí
Yo respondo con historias de sirenas
que ellos descuartizan
Sin métrica
Sin rima
Sin proporción áurea
Ignoran el número de oro
La letra dorada se oxida en
sus palabras
Revueltas
Vomitadas
Sacadas de una bolsa de gatos locos
Recortan sus propios versos
Mutilan sus obras
Prenden el ventilador y vuelan
por el aire
Todas
Cuando caen al asfalto
las llantas de los autos sellan
sus improntas
Pero si ya lo inventaron los dadaístas, ¡Poetas absurdos!
Yo respondo con historias para niños
Los grandes ya no tienen tiempo
para tonteras
Fantasías
Recuerdos
Melancolías
Es por eso que leen su poesía
Rápida
Alborotada
Desordenada
como sus vidas
Yo respondo con historias
sin historia
Atemporales
Como un Gandhi con el pecho abierto
Poetas insolentes
Guárdense sus servilletas de bares pringosos
donde se inspiran en el
alcohol.
Poetas contagiosos
Endémicos
Epidémicos
Se meten bajo mi prosa
Mis sábanas
Mi falda
Me rozan
Abrazan
Desgranan mis historias
Desmiembran mis relatos
¡Miren lo que hacen, poetas
atrevidos!
¡Es todo culpa suya!
Resistan las demandas
Soporten las injurias
Disfruten con lujuria
El delirio
de estas palabras
Tontas.
Roxana
D’Auro- La Plata -Buenos Aires -Argentina
La rosa
Es muy difícil
Sonrojar la rosa
Cuando ésta no sabe
La medida del tiempo.
Entonces
Pura, fresca,
ella...
le perdona
el vicio al minuto.
Etherline Mikeska – Neuquén- Argentina
Tal vez, tal vez
Tal vez, tal vez
me desperté
solo,
frente a aquella
nebulosa de arena,
incierta.
metí mi
mano en el bolsillo
y no encontré la
brújula
del destino.
¿cuál será mi
camino…?
los sentimientos
fortuitos
se apoderan del
vacío de mi alma,
y es ahora, tal
vez,
cuando el
desierto
se convierte en
mi reflejo…
pero ni aquel ni
ninguno
proyecta mis
dudas.
las
incertidumbres
viven, sueñan,
conviven,
como viento,
como agua,
como recuerdos,
como olvido,
como yo, como
los otros,
los otros que no
son
si yo no existo
y que me
dan plena
existencia.
¿a dónde voy?
¿ y si
despierto, y mi mente
jugó con las
sombras, con los espejos?
¿ contigo y con
los otros?
tal vez, caeré
en un pozo,
o en un río, o
en tus brazos,
o, tal vez, no
despertaré.
¿cómo saberlo?
como saber si el
tiempo
se calmará y en un instante
todo volverá a
la realidad…
si es que hay
realidad
o sólo son
utopías mordisqueadas,
huellas
desdibujadas,
paraísos
deforestados.
si supiera cual
es mi misión
me entregaría,
pero se acabaría
esta vida…
…
mis pensamientos
cuelgan
de árboles
azules
y mi vida del
vértigo
de no sé qué
tiempo
de no sé qué
lugar
y con ellos
cuelgan
el desierto y la
brújula
tal vez, tal
vez…
Regina
Cellino Venado Tuerto-Santa Fe- Argentina
Metamorfosis
Aquí y allá
Se mueve
De un lado a otro.
Ya no se ve
Ha volado
La mariposa.
Etherline Mikeska – Neuquén- Argentina
Una
rubia muy fresca
Había salido tarde de trabajar
aquel viernes caluroso y de mucha humedad. El sol ya casi estaba ausente y la
noche empezaba a reinar. El paisaje urbano que decoraba aquel momento no era
muy distinto al de otros días, gente apurada, yendo y viniendo; autos,
colectivos, taxis, motos, invadiendo las calles; bocinas, ruidos y gritos de
personas impacientes; bebés llorando en manos de madres desesperadas, señoras
coquetas observando vidrieras de negocios que ya cerraban sus puertas, carteles
luminosos que se empezaban a lucir después de un día donde pasaron
desapercibidos; en fin, era un anochecer más en la gran ciudad, donde todos
siempre tienen algo más importante que hacer, y como de costumbre, están
llegando tarde.
Yo estaba relajado, si bien no solía conservar la calma a esas horas después de una larga semana laboral. Decidí, entonces, salir a caminar un rato por ahí en vez de volver rápido a casa, donde seguramente me daría un baño, cenaría algo poco elaborado y caería como un tronco a dormir.
El calor se hizo indisimulable después de un par de cuadras caminadas y algunas reflexiones de cigarrillo inconclusas. Las gotas de sudor mojaban mi camisa y mi boca pedía a gritos que le quite esa seca sed que desde el principio cargaba encima. Algo tenía que hacer. Necesitaba un lugar donde refugiarme un rato y recuperarme antes de volver a casa. Entonces, como una especie de paraíso, se me aparecieron las grandes puertas de aquel bar en la vereda de enfrente. Jamás lo había visto, ni siquiera me había percatado de su existencia a pesar de frecuentar bastante esa cuadra, pasando todos los días obligatoriamente por allí de camino al trabajo.
Crucé la calle decidido, sin dudar, y entré en aquel oscuro sitio donde se veía bastante movimiento desde afuera. Atravesé rápidamente sus puertas y me quedé parado allí, en la entrada. Realicé una visión panorámica observando más o menos el lugar. Sus mesas estaban acomodadas de una manera bastante irregular, algunos de los que estaban allí bebían tragos, líquidos de diversos colores en vasos largos, otros tomaban cerveza, unos pocos se mostraban con whisky, y se paseaban todos por el pequeño salón derrochando simpatía por demás. Había personas que había salido de trabajar al igual que yo, otros que parecían frecuentar el lugar, y algunos sujetos algo raros, como disfrazados, muy ridículos, con cara de bandidos.
Inevitablemente, brillando desde el fondo y siendo imposible no verla, una luz muy potente me encandiló. Al principio creí que se trataba de una aparición, de algún fenómeno paranormal, pero no. Era la rubia más hermosa que había visto en mi vida. Estaba sola allí, apoyada sobre la barra, como esperando que alguien se le acerque. Todos le pasaban por al lado, algunos la miraban, pero ella se hacía la desentendida. Por más que después me lo negó, sé que notó mi presencia cuando entré. No dejó de mirarme ni un momento.
A paso lento y tranquilo avancé hasta el fondo y me paré a su lado. Ella miraba para otro lado, ignorándome. La hablé al oído, le pregunté si estaba sola y no me dirigió la palabra. Encendí un cigarrillo y mientras fumaba la miraba de reojo. La rubia seguía inmóvil, quieta. Ahí fue cuando, haciéndome el tonto, le pregunté al muchacho que estaba detrás de la barra si sabía algo de ella y éste me dijo que hacía bastante tiempo que posaba allí, que aparentemente estaba sola. Entonces, rápidamente, como si fuera un acto reflejo, la agarré y la llevé a una mesa en el rincón más oscuro, donde pudiéramos estar tranquilos y nadie nos moleste.
Ella seguía sin decir nada, solo me miraba. Al comienzo creí que no había onda, aparentaba ser un corte de rostro terrible, pero después me di cuenta de que se trataba de una rubia tímida. Se quedó conmigo ahí, frente a mí. Charlamos un largo rato, le conté algunas pavadas e inventé algunas anécdotas graciosas que adornaron mi coqueteo. Ella solo sonreía mientras yo llenaba silencios con palabras sin importarme mucho que era lo que decía. La noté enseguida un poco nerviosa. Había comenzado a transpirar demasiado, mojando toda la mesa. Me estaba esperando, no decía nada, y yo sin darme cuenta seguía hablando; hasta que me animé y le dí ese tan esperado beso. Fue delicioso, quería que no termine jamás. Era como si su alma acariciara la mía, llenándome de ganas de vivir. La excitación fue plena, hasta tal punto, incluso, que no existe palabra para expresar el goce que recorrió mi cuerpo. Todavía lo recuerdo como si hubiera sido hace un momento. Fue mágico.
Luego del beso, mientras nos mirábamos, contemplándonos en silencio, ella comenzó a sentirse mal. Fue así como perdió el equilibrio de repente, cayó sobre la mesa y luego al suelo. Espuma blanca empezó a salir de su boca. Todos me miraban y yo no sabía que hacer, solo la observaba, la vergüenza me había paralizado. Enseguida, cuando reaccioné, la levanté y la apoyé sobre una silla, mientras hacía señas al muchacho de la barra, levantando la mano y gritando: “Mozo, otra cerveza, por favor…!”
Yo estaba relajado, si bien no solía conservar la calma a esas horas después de una larga semana laboral. Decidí, entonces, salir a caminar un rato por ahí en vez de volver rápido a casa, donde seguramente me daría un baño, cenaría algo poco elaborado y caería como un tronco a dormir.
El calor se hizo indisimulable después de un par de cuadras caminadas y algunas reflexiones de cigarrillo inconclusas. Las gotas de sudor mojaban mi camisa y mi boca pedía a gritos que le quite esa seca sed que desde el principio cargaba encima. Algo tenía que hacer. Necesitaba un lugar donde refugiarme un rato y recuperarme antes de volver a casa. Entonces, como una especie de paraíso, se me aparecieron las grandes puertas de aquel bar en la vereda de enfrente. Jamás lo había visto, ni siquiera me había percatado de su existencia a pesar de frecuentar bastante esa cuadra, pasando todos los días obligatoriamente por allí de camino al trabajo.
Crucé la calle decidido, sin dudar, y entré en aquel oscuro sitio donde se veía bastante movimiento desde afuera. Atravesé rápidamente sus puertas y me quedé parado allí, en la entrada. Realicé una visión panorámica observando más o menos el lugar. Sus mesas estaban acomodadas de una manera bastante irregular, algunos de los que estaban allí bebían tragos, líquidos de diversos colores en vasos largos, otros tomaban cerveza, unos pocos se mostraban con whisky, y se paseaban todos por el pequeño salón derrochando simpatía por demás. Había personas que había salido de trabajar al igual que yo, otros que parecían frecuentar el lugar, y algunos sujetos algo raros, como disfrazados, muy ridículos, con cara de bandidos.
Inevitablemente, brillando desde el fondo y siendo imposible no verla, una luz muy potente me encandiló. Al principio creí que se trataba de una aparición, de algún fenómeno paranormal, pero no. Era la rubia más hermosa que había visto en mi vida. Estaba sola allí, apoyada sobre la barra, como esperando que alguien se le acerque. Todos le pasaban por al lado, algunos la miraban, pero ella se hacía la desentendida. Por más que después me lo negó, sé que notó mi presencia cuando entré. No dejó de mirarme ni un momento.
A paso lento y tranquilo avancé hasta el fondo y me paré a su lado. Ella miraba para otro lado, ignorándome. La hablé al oído, le pregunté si estaba sola y no me dirigió la palabra. Encendí un cigarrillo y mientras fumaba la miraba de reojo. La rubia seguía inmóvil, quieta. Ahí fue cuando, haciéndome el tonto, le pregunté al muchacho que estaba detrás de la barra si sabía algo de ella y éste me dijo que hacía bastante tiempo que posaba allí, que aparentemente estaba sola. Entonces, rápidamente, como si fuera un acto reflejo, la agarré y la llevé a una mesa en el rincón más oscuro, donde pudiéramos estar tranquilos y nadie nos moleste.
Ella seguía sin decir nada, solo me miraba. Al comienzo creí que no había onda, aparentaba ser un corte de rostro terrible, pero después me di cuenta de que se trataba de una rubia tímida. Se quedó conmigo ahí, frente a mí. Charlamos un largo rato, le conté algunas pavadas e inventé algunas anécdotas graciosas que adornaron mi coqueteo. Ella solo sonreía mientras yo llenaba silencios con palabras sin importarme mucho que era lo que decía. La noté enseguida un poco nerviosa. Había comenzado a transpirar demasiado, mojando toda la mesa. Me estaba esperando, no decía nada, y yo sin darme cuenta seguía hablando; hasta que me animé y le dí ese tan esperado beso. Fue delicioso, quería que no termine jamás. Era como si su alma acariciara la mía, llenándome de ganas de vivir. La excitación fue plena, hasta tal punto, incluso, que no existe palabra para expresar el goce que recorrió mi cuerpo. Todavía lo recuerdo como si hubiera sido hace un momento. Fue mágico.
Luego del beso, mientras nos mirábamos, contemplándonos en silencio, ella comenzó a sentirse mal. Fue así como perdió el equilibrio de repente, cayó sobre la mesa y luego al suelo. Espuma blanca empezó a salir de su boca. Todos me miraban y yo no sabía que hacer, solo la observaba, la vergüenza me había paralizado. Enseguida, cuando reaccioné, la levanté y la apoyé sobre una silla, mientras hacía señas al muchacho de la barra, levantando la mano y gritando: “Mozo, otra cerveza, por favor…!”
Fernando García
Valls-Cipolletti-Río Negro-Argentina
NO ME ATORMENTA
No me atormenta el paso del
tiempo
ni tampoco el
futuro, que ha de llegar.
Me atormenta el
presente que a menudo olvidamos
y cuando en vano
se escurre, rompemos a llorar
No me atormenta si
entre la niebla,
la luz de un faro
logro divisar.
Me atormenta
pensar que si no existiese,
en la costa rocosa iré a encallar.
No me atormenta la suerte
esquiva,
que como un
ariete, me quiere golpear.
Me atormenta el
cobarde, que entre laureles,
espera de cielo
la gloria llegar.
La brisa maligna que falsas
palabras,
sobre mi persona
te hacen llegar.
No me atormenta
porque tus oídos,
ensordecen a
tiempo, y las deja pasar.
El agua que embate con toda
su fuerza,
y el rumbo a la
proa quiere desviar;
No me atormenta
pues sé que mis manos,
con mucho más
fuerza al timón guiará.
No me atormenta el vuelo de un
ave,
que surca los
cielos de la libertad.
Me atormenta el
que canta cautivo en su jaula
añorando un
pasado que no volverá.
No me atormenta el zumbar
de un insecto,
en su ardua tarea
del néctar libar.
Me atormenta el
que un día en la telaraña
ha caído por
siempre en su lucha tenaz.
No me atormenta el secreto
que encierras,
en tu rostro
pensante, y lleno de bondad.
Me atormenta
pensar que sería de mi vida
si un día a este
mundo, no hubieses tú podido llegar.
Sergio Bravi –Cruz alta –Córdoba - Argentina
¿EVOLUCIÓN O
PESADILLA?
Pasa el tiempo
y todo permanece,
pasamos de un
día a otro sin percatarnos,
sin saber muy
bien a qué venimos a este mundo,
sin saber cual
es nuestro cometido...
Las situaciones
cambian;
no es que la
vida cambie, los tiempos
cambian,
también el modo de sentirlos,
la forma de
asimilar situaciones antes imposibles.
En el pasado
nos sentábamos a ver pasar la vida
en sillones
orejeros recostados,
siendo
espectadores de la eterna simbiosis.
Volaba la
utopía entre algodones de azúcar.
Antes mirábamos
la luna con ojos soñadores
y pensábamos
que era lindo expresar cosas bellas
con los ojos
iluminados de esperanza,
bañados por la
luz mágica que de ella nacía.
No nos
sentíamos dioses absolutos
de nuestro
reducido Universo embozado,
sabíamos que la
vida juega partidas fortuitas
y aceptábamos
resultados con la conciencia limpia.
La sencillez
marcaba territorios infinitos,
no entablábamos
situaciones bélicas por un triunfo.
Antes volábamos
en utopías sabiendo que
nuestro grito
era un simple grito de supervivencia.
Hoy miramos al
cielo con la cabeza erguida,
creyéndonos
dioses absolutos de un futuro inventado,
pensando en la
mejor forma de pisar al contrario,
ser el primero
y el único es nuestra inútil contienda.
Hoy la utopía
coge consistencia de realidad
porque los sueños
quedaron ya lejanos en el tiempo.
hoy comprobamos
que la supervivencia
depende
exclusivamente del triunfo sobre el contrario.
Hoy ya no hay
sueños mecidos por la luna,
la realidad
cruda y latente nos arrolla con su maldad.
¡Quedaron los
sueños tan lejanos!
Hoy debiéramos
analizar si esta forma de vida
es mejor que la
anterior y obrar en consecuencia.
Charo Bustos Cruz © -Sevilla-España
REPOSO
Una
existencia acuática, dormida,
parece
respirar en el silencio.
Y
en el árbol en sombra se perfila
una
actitud de trágico desvelo.
Filtra
ya en blanda languidez de lila
su
casto beso inmaterial la luna.
Y llena el aire, que en secreto vibra,
una
emoción de mística ventura.
En
el reposo, la penumbra anida
una
callada invitación al sueño.
Y
al fin la voz intrusa se deshila
como
si fuera un impalpable velo.
EGLE FRATTONI ROMANO-Resistencia-Chaco-Argentina
Más adelante
Como todas las
mañanas, le di un beso en la frente a mi hija, que dormía profundamente.
Me despedí de
mi esposa y comencé a recorrer los veinte kilómetros que me separan de casa al
lugar de trabajo.
Mientras me
desayuno con las noticias radiales, ya voy pensando en él. Él, que llega todas
las mañanas en taxi. Y el problema no es que se retrasen unos minutos en pasar
a buscarlo, sino que se adelanten y lleguen antes que yo o que algunos de mis
compañeros de oficina. La vida le jugó algunas malas pasadas y tiene serios
problemas en sus piernas, a tal punto que sus muletas las reemplazan casi por
completo.
A pesar de mi
concentración en la ruta y en la neblina, no puedo evitar que mi mente
retroceda en el tiempo….
…….Ya casi
había cesado la lluvia.
Subí
rápidamente las escaleras hasta el segundo piso donde me esperaba la clase de una
materia que ya ni recuerdo.
En el pasillo,
delante de mí, a unos pocos metros, él se desplazaba con cierta dificultad, en
un ambo oscuro y el maletín en su mano izquierda. Ingresó al aula con
tranquilidad….., lo vi. tomar posesión del escritorio. Seguí caminando, pero me
quedé con una sensación difícil de explicar. Sentado en mi banco, lo podía
divisar a través de una ventana. Transmitía algo especial, diferente al resto.
Nunca imaginé
que al cabo de unos años, ese hombre que me transmitía paz y al que todos
conocían por su sabiduría, sería mi compañero de trabajo.
Lo conocí a
fines de la década del ochenta. No tuve la suerte de tenerlo como docente.
Comenzó a dictar clases de Impuestos allá por marzo del ochenta y cinco, y se
retiró diez años después. Dejó huellas en varias generaciones, aunque él diga
que somos exagerados. No, amigos, créanme que es así, porque es una biblioteca
viviente, como decimos entre nosotros.
A veces creo que tiene un chip escondido
en su cabeza. Basta con decir una palabra (aunque él no tenga participación
activa en el diálogo) y ya comienza con la etimología, la historia y todo puede
derivar en la solución del hambre en el mundo o en una simple anécdota, que por
simple, no deja de enriquecernos, como cuando hablamos de nuestros abuelos
paternos de origen italiano; el suyo vino de Véneto, el mío de Le Marche, y
echaron raíces a tan solo diez kilómetros
uno del otro, Maciel y Monje, respectivamente, dos pueblitos de la
provincia de Santa Fe que abrazaron a cientos de inmigrantes. Siempre nos
quedará la duda de si se habrán conocido.
Su rutina
diaria es todo un desafío. Con sus dificultades a cuestas, siempre llega con una sonrisa picaresca y
recitando, entre otras cosas, el Más
Adelante de Almafuerte: “No te des por vencido ni aun vencido, no te
sientas esclavo, ni aun esclavo; trémulo de pavor, piénsate bravo…”. Para
acceder a la oficina debemos ayudarlo a transitar casi cuarenta metros de
pasillo. En el interín, aunque se agita bastante, hablamos de fútbol y de otras
tantas cosas que lo apasionan. Hacemos una pausa en alguna silla que, como a
propósito, lo está esperando. Reanudamos la marcha con su repetida frase,
“vamos que falta menos, ya llegamos”. Un gladiador, sin dudas.
Párrafo aparte
merece verlo sentarse a su escritorio. Enciende su computadora y comienza a
pedir los libros impositivos, de a uno por supuesto.
Hasta que
alguno de nosotros, en tono fuerte pero con cariño le grita: ¡Pedí todo junto…,
será de Dios! Y estalla su risa tan particular como contagiosa.
Estas pequeñas
cosas son el combustible necesario para toda una jornada de trabajo. Es la
cachetada diaria que nos permite darnos cuenta que no debemos hacernos problemas por cuestiones banales.
Cuando las
realidades diarias me abruman y necesito expresarlas con rabia en los labios y
vértigo en el corazón, me basta con mirar a este compañero virtuoso, querido,
sentado frente a mí, para sentirme calmo, sereno, capaz, con el coraje de
aceptar, como él, los desafíos que presenta la vida.
Horacio
Frattoni-Rosario –Santa Fe- Argentina
Mapa de distribución de lectores
Autores de este número
Begoña
M Bermejo
Charo
Bustos Cruz Lilí Muñoz Obeid
Diana
Luz Bravi Luis I Urquí
Eva
Wendel
Marga
Utiel
Eglen
Frattoni Maricruz Serrano
Horacio Frattonni Mayte Sánchez Sempere
Ezequiel
Feito Nelda del Carmen Lugrin
Etherline
Mikeska Rafael Serrano ruiz
Fernando
García Roxana D´Auro
Juana
Elsa Castillo Meneses Silvia
Rodríguez
Laura Colagreco Sergio
Bravi
Buen resultado, gracias por contar conmigo.
ResponderEliminarUn placer
Besos.
Gracias por invitarme a participar de la revista Rafael...es un honor para mi.
ResponderEliminarEspero te encuentres bien, recibe un beso grande desde Sevilla.
~Charo Bustos~
Gracias a Espacio del Poeta por publicar mis textos. Mi saludo especial a la poeta Diana Bravi, incansable en su escritura y en su generosidad para la difusión de poesía y actividad litearia en general.
ResponderEliminarLilí Muñoz. Ciudad de Neuquén.