Revista N.º 17 -
ESPACIO DEL POETA
REVISTA
LITERARIA DE HABLA HISPANA
Abril 2012
Artista Plástica: Raquel
Otaño Mandala
1
España partida
en dos
A
mis abuelos paternos León Gil y Francisca Mateo no los conocí. Mi padre tenía
diecisiete años cuando quedó huérfano. La reconstrucción de esa historia
familiar la fui haciendo a través de fotos que mi padre acunó con amor, relatos
minuciosos y correspondencia entre hermanos y paisanos. Sobre ellos todo lo
imaginé. Las fotos que él trajo de España me permitieron recorrer sus pasos,
sus vivencias, sus dolores, sus nostalgias y sentir el amor de esos abuelos y
tíos totalmente ausentes en mi vida. A pesar de tanto vacío, abrigué sus
caricias, escuché sus voces, los intuí. Esas imágenes de color sepia me
descubrían un abuelo elegante, siempre vestido con saco, chaleco y camisas de
cuellos almidonados. Sus simpáticos bigotes redondeados dando un toque distinguido
a su rostro vacío de sonrisa. Siempre serio, como preocupado. A mi abuela se la
ve exquisita, con cabellos
recogidos en prolijos rodetes, vestida con altos cuellos cuadrando un rostro severo,
los ojos renegridos enmarcados por cejas espesas y su cintura bien afinada por
la rigidez de un corsé. A él lo presentí enérgico, taciturno, fascinante; a
ella, femenina, sumisa, frágil.
Aún
evoco la voz de mi padre, transformando las palabras en colores que pintaban
con magia a su pueblo, a su gente. Parecía querer convertir en realidad, las
palabras que impuso el gran escritor ruso León Tolstoi: “Pinta tu aldea y serás
universal”. Esas tradiciones me fascinaban, pero a la vez me entristecían.
Enhebraban el amor con el dolor y la ausencia.
Él y
sus cuatro hermanos, al quedar huérfanos se cobijaron en los afectos de
parientes y amigos, mitigando cada uno a su manera, la desolación de la
orfandad. Habían nacido en un pequeño poblado español de las Vascongadas
llamado “Los Arcos”, en la provincia de Navarra, para ese entonces una villa
agreste, impregnada de colores ocres y de laberínticas calles pedregosas.
A mi
padre le gustaba andar correteando por las calles, sin ligazones, sin planes
ni sometimientos. Entretenía su
tiempo acompañando a don Eladio y sus cabras lanudas, todo el día de aquí para
allá, seducido por las manos de ese hombre rústico de mirada hosca y sincera.
Seguía el tambaleo de las ubres jugosas de esos animales, bailoteando al compás
del tintineo rítmico de la campanilla que la mano de ese hombre agitaba como si
fuera la batuta de un director de orquesta. Con su otra mano esgrimía una larga varilla de junco flexible.
Nunca les pegaba, sólo la usaba para enderezar con delicadeza el rumbo de su
rebaño por la vera del camino. Manos crustáceas, delatando el castigo de los
aires ásperos y la faena intensa. A los lejos, las suaves jorobas de las
serranías abrazadas por un cielo remoto cubierto por frágiles nubes. En ese
paisaje mi padre soterró sus recuerdos.
Desde muchacho se caracterizó por su rebeldía. La inopia del pueblo lo
contrariaba. Sus ojos veían más allá de las montañas y detrás de ellas
sospechaba el palpitar de un mundo promisorio. Defendía sin disimulos y con
vehemencia la igualdad de oportunidades para todos, la libertad de expresión,
la educación y salud como prioridades del estado y nadie podía contenerlo ante
una injusticia. En el pueblo lo apodaron “el rojillo”. Anárquico, aventurero,
desafiante, mujeriego, iba por la vida escudriñando emociones. Ese espíritu de
trotamundos lo transportó, al cumplir la mayoría de edad, hacia Santa Isabel,
una colonia española de África, donde vivió experiencias maravillosas,
sumergido en una civilización original y cautivante. En las fotos de esos
tiempos se lo ve en plenitud, con un rifle apoyado en su hombro, al lado de
negras de torsos desnudos y cabellos trenzados. Amó esas tierras destellantes
de colores, formas y hechizos. Mas tarde su soberbia imaginación volcó esa
cautivante experiencia en fascinantes relatos. En ellos era el indiscutible
protagonista, el superhombre que cazaba los leones más feroces, lidiaba con los
cocodrilos más hambrientos y apresaba a las serpientes más venenosas. Aventuras
contadas con una impresionante pasión, que recuerdo con nitidez, cautivaron y
acunaron mis sueños infantiles.
Al
regresar a Los Arcos lo golpeó con fuerza las grandes tensiones que se vivían
en la península. El país comenzaba a dividirse. La derecha soñaba instaurar la
Monarquía y la izquierda soñaba con: “La España del cincel y de la maza…Una
España implacable y redentora…España de la rabia y de la idea”, según la
descripción del gran escritor Antonio Machado en “El mañana efímero”.
La
península ibérica se volvió cada día más tormentosa, dividida, en estado de
desasosiego, envuelta en un siniestro presagio. La República tenía escasos
cinco años. Fue una época de intensificación del clima político. Cada español
tomaba una posición y la situación se hacía cada vez más tensa.
En
Los Arcos, los ánimos también estaban inquietos, las ideas políticas dividían,
los peligros se multiplicaban. Los consejos de los bien intencionados, convencieron
a mi padre de la necesidad de tomar distancia con la realidad que se vivía. Su
indómito carácter, su defensa a ultranza de la República, ya le habían
ocasionado varios incidentes preocupantes. Fue entonces que a los veinticuatro
años, en mayo de 1936, se embarcó rumbo a Argentina en el buque Augustus.
Al
llegar se cobijó en el cariño de algunos paisanos conocidos de su familia. A
dos meses de su llegada, exactamente el dieciséis de julio, estalla la guerra
civil española, que partió a España en dos, con una furiosa y afilada daga,
tiñéndola de rojo y blanco. El rojo de los republicanos y el blanco de los
falangistas.
Mientras Mussolini apoyaba con generosidad la lucha contra la República
y Hitler se mostraba interesado en la estratégica España como llave del
Mediterráneo, Pablo Neruda decía:
España desgarró la tierra con sus uñas cuando París era la más
hermosa.
España derramó su enorme árbol de sangre cuando Londres cuidaba su
jardín y su lago de cisnes.
Las
noticias que llegaban de su patria eran nefastas. España estaba envuelta en
luchas sanguinarias, torturas, fusilamientos, horror, pesadilla… El día
diecinueve de agosto el mundo se conmocionó con la muerte del gran poeta
español Federico García Lorca. En el pálido amanecer de ese día aciago, fue
llevado por un solitario camino, a pie y esposado, junto a un maestro de
escuela y dos banderilleros. Los fusilaron vilmente por la espalda, cayendo sus
cuerpos junto a un olivar, uno de los tantos de su amada Granada.
Federico había escrito para despedir los restos de un torero amigo unas
magníficas palabras que debían haberse gritado en toda España en homenaje a él:
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro,
tan rico de aventura. Yo canto su elegancia con palabras que gimen, y recuerdo
una brisa triste por los olivos.
Mi padre
muy solo, muy lejos, muy angustiado, vivió los avatares de esa feroz guerra
entre hermanos con su cuerpo en Argentina y su corazón en España. Atemperó el
dolor compartiendo sus sentimientos, miedos y ansiedades con un gran número de
paisanos e inmigrantes de otros países, unidos por los mismos ideales. Fue un
activo integrante de la Asociación de Ayuda a España.
Para
esa misma época las mujeres de la familia Palladini, mi abuela Marietta, mi
madre Almerina y mi tía Ada, inmigrantes italianas expulsadas de su país por la
ignominia del fascismo, integraban la Comisión Central Femenina de ayuda a los
niños españoles refugiados.
Una
tarde de lluvia impetuosa y fría que caía a latigazos de un tremendo cielo
negro, mis padres se encontraron en el baile danzante que esa Asociación había
organizado para recaudar fondos.
El
destino, ese caprichoso camino que de forma aleatoria nos designa un rumbo, los
enlazó en un alegre y entrañable pasodoble hasta el final de sus días.
Estaba
escrito que la historia de amor de mis padres se escribiría en Rosario,
provincia de Santa Fe, una hermosa ciudad con nombre de mujer, recostada sobre
el imponente río Paraná, pintada con los colores de los jacarandás en flor.
Ada Gil- Rosario -Argentina
Certeza
Podría decir que
hace una eternidad
no me preguntas nada
Circulamos por los mismos lugares
transcurrimos en tiempos simultáneos
Espacios siderales nos alejan
aunque naveguemos en la misma cama.
El amor verdadero
es consulta incesante
sobre el uno y el otro.
Como ya no preguntas
tengo la respuesta:
¡Tú no me amas!
Ana Unhold-La Plata-Argentina
ESPEJO RETROVISOR
Tiembla un albor
a mi espalda
repitiendo la
roída huella
viajada y
engullida
por un castillo
de ayeres.
El trajinado
retrovisor va perdiendo
jirones de días
bordados
en su camisón de
invierno.
Retrocede en su
estampa el azogue
de un tiempo
anochecido.
Por mi ruta
flanqueada de preguntas
se aduerme la
luz
en su cojín de
pausas.
Cuando ¡ por fin
! refulja la mañana
juntaré mis
pedazos y abriré
nuevamente / mi
maleta sueños.
Belkis Larcher de Tejada- Coronda -Argentina
Tu perdón
Te hiciste nube
en el viento de mis labios,
me hice lluvia
en la albufera de tus ojos,
fuimos la nostalgia
de un sombrero oscuro,
fuimos el olvido
anidando insomnios
un otoño escarchado,
fuimos niños
abrigados
por un sol fetal
que amanecía perfiles
de una cordillera
en silencio
Fui Gólgota en oración
aguardando duelos
coronado con las espinas
de un engaño.
Encarcelé a Platón
con grilletes
de una pasión insólita
y Ghandi arrodillado
en ofrenda de abstinencias
clamaba
por mi indulgencia
Cuando la nieve reinaba
en el sur de la vida
la marca de los pasos
reorientaron mi norte…
y allí recibí
el bálsamo de tu indulto
en pulsos de merced.
Y volviste a ser nube
en el viento de mis labios
volví a ser lluvia
en la albufera de tus ojos
volví a latir
descosiendo anacronismos
resucitando a tu vida
en la atadura
de mi cruz.
Carlos Alberto Giménez-Ushuaia-Tierra de
Fuego- Argentina
SILENCIO BLANCO
a
mi nieto Pau Monzonís
No pasa
nada,
no abundes
en llanto
¡Vendrá!
Lo
esperamos los dos.
Silencio
blanco.
No está
perdido,
sólo tiene
secretos
sólo es su
tos.
Hay
ruiseñores
siempre a
su alrededor
y con ello
le dan amor.
Su cuerpo
sin huella
juega con
agua
y también
se baña
pero no oye
el viento.
Sólo
juega...
juega que
juega.
Ríete,
sí...
ríete
mucho.
Está
escondido
dentro de
ti
el muy
intruso
pon pastas
y el café
y en tu
vientre yo pondré
una mano
sin descuido
y dirá.
Eres papá,
¡Soy tu
hijo!
Antonio Monzonís Guillen-Valencia- España
TRANSMUTACIÓN
El
cuerpo ajado
que
acaricias
por
los bordes
de
la rutina
Encallas
Centro
terso
imponente
Y
absorbes
útero.
Ana Romano- Buenos Aires- Argentina
Dos meses
Porque la
luna en mi vereda tiene
una tristeza
de plata que me envuelve
te siento,
presente en mi vereda.
Porque
el sol entre las nubes, todo el día,
mostróme su
esfuerzo por brindarse en calor
te siento,
corriendo por mis venas.
Porque las
flores de mi ventana
esperan con
ansias las gotas que calmen su sed
te siento,
amando la vida hasta el fin.
Porque
los grillos callan, expectantes,
cuando acerco
mis pasos al verde rincón
te siento, en
el silencio de una despedida.
Porque
mi almohada muerde la oscuridad
para no
contar mis secretos a los gritos
te siento,
música en mis sueños.
Porque
el río recupera paisaje en la bajante
mientras
corre saltando entre las piedras
te siento,
invisible, sonriente y cercano.
Porque
las calles aturden
con sus voces
y su música (son ruidos)
te siento,
armonía, melodía de ausencia.
Porque
no te veo, no te oigo, no te encuentro
en mi casa,
en mi pueblo, en mi gente, hoy
te siento
como nunca...y...¡cómo duele!
Hilda
González-Concordia- Entre Ríos- Argentina
Creí
Creí
que había aprendido a vivir con mi casa vacía.
Creí
que había aprendido a llorar por entre los poros de mi piel.
Me
creí capaz de elegir miradas libres de maldades.
Creí
que había aprendido a vivir más o menos sin dolor.
Nací
en un mundo de flores que adornaban mis espacios
trepando
y balanceándome de las ramas de los árboles,
a cinco
centímetro mínimo de esta tierra de olvido,
cinco
centímetros o miles de metros de la ubicuidad de los aromas.
Y
crecí en la creencia de la verdad infinita.
Con
la verdad aparente sangrando por el cauce de mis venas.
Con
la realidad desangrándose en lo profundo de mi pecho.
Con
el orden de los factores a favor de los vientos.
Creí
que nunca caería por este mundo de sombras en el que estoy.
Que
no podía caer hacia abajo hasta rodar por el arroyo
y que
una escala del uno al diez no regiría mi caída,
pero
no se puede seguir cayendo eternamente, no, no se puede.
Y
no se puede, porque la escala de la gravedad
solamente
atiende a dos verdades:
La
verdad de la vida interior sin que lo externo la toque
Y
la auténtica realidad de que ahora caigo más de prisa.
Caigo
más deprisa porque peso más y mi sufrimiento también pesa.
Así
que debo pensar en reunir fuerzas para desangrarme en el infierno,
lejos
de esta vil desidia que me nubla los sentidos.
Lejos
de este amago de felicidad que siempre se queda a las puertas de mi vida sin
tocarme.
Rosario Bustos Cruz-Sevilla-España
El espacio vacío
Aquí la vida es pormenor: hormiga,
muerte, cariño, pena,
piedra, horizonte, río, luz, espiga,
vidrio, surco y arena.
muerte, cariño, pena,
piedra, horizonte, río, luz, espiga,
vidrio, surco y arena.
Miguel
Hernández
Hay palabras
breves, sonidos
digo sí, vos, no
sé, pero, yo.
¿cuál es el
alma?,
es lo breve,
el espacio v a c
í o
el que intento
en vano llenar de ruidos
y
sólo lo breve puede conmigo.
Dicen
mucho, escucho
mas sólo puedo
oír
las palabras BREVES
las que desvisten la verdad,
y dicen todo
las
que me atreven
leo
fechas, citas, números, busco la raíz
blanda y
BREVE
que me lleva al
alma que busco y
leo
entre las letras
leo
en el
intersticio
un estribillo de
mi niñez, la espera.
Vos decí que sí.
Es breve
y tal vez lo hagas de forma breve
Tal vez no
y llegará a mí de igual manera
porque yo sólo
puedo
leer el medio, leer el pliegue.
Diana Bravi-Rosario-Argentina
DESTINO
RETOÑITO
PERDIDO
DE
PALOMA MONTERA,
QUE
ALLÁ POR LO ESTEROS
LLEGO
CASI EN SECRETO
POR
LA NOCHE LUNAR;
AL CALOR DE LA TIERRA
ATADITA
ENTRE SUEÑOS
SUS GRANDES OJOS NEGROS
¿QUE
DESTINO TENDRAN?
SON
COLOR DE LA VIDA
QUE
NO PIDE PERMISO
QUE
SE ENTREGA AL DESTINO
SIN
PEDIR NADA MAS.
Susana Hayes, diciembre 2011.- City Bell-
Buenos Aires- Argentina
Soñarte
Quisiera encontrar las palabras
antes de mi muerte
para lograr el poder de tenerte eternamente
o vivir un
día más para
soñarte
Poder guardar en mí el sonido de tu voz
Y el contacto de tu piel
Fundiéndote a mis sentidos
o vivir un día mas
para soñarte
Quisiera darte la ternura
que calmara todos tus pesares
Llenarte de risas, de gustos de vida
y mostrarte el lugar donde estaré
para eternamente poder
soñarte
Quisiera fundir el tiempo en un abrazo
Abandonarme en tu cansancio
y perderme en ti eternamente
Para poder soñarte
Rafael Serrano Ruiz 7-8-2011
CLAROSCURO
Realismos
complejos
desprovistos de
sus pieles
cacarean albores
de asíndeton
sentenciado.
Cotejo de logros
y abismos
escalados;
credencial
del tuétano del
sueño
y la materia
huera
de las cosas.
Y, hacia allá
vamos… (rebaño de luz,
auguro de vida
entre tanta muerte)
¡Dejémoslo
correr como sangría
del campo de
batalla!
-difuntos
de claridades,
visionarios de
la oscuridad-
Begoña M. Bermejo.-Guadalajara- España
El hombre
de negro
De regreso de la barbería, aprovecho para
caminar, son las 13:00 horas de un día domingo, subo y bajo una pasarela,
hago ejercicio también no crean que no, los buses y el humo y las personas
abordándolos. Ah transporte
público nacional, mientras pasan unos lustradores ofreciendo sus servicios, una
venta de llantas, un pinchazo, una farmacia, un centro de entrenamiento de
artes marciales, una iglesia -y que hay en cada esquina, ya parecen tiendas de
barrio- (católicos y protestantes han gobernado y cogobernado y dividido más al
país, ¡cómo si de religiones se tratara!). Una ferretería, la calle y el
asfalto parchado, el humo de las camionetas, esto ya lo dije, un nuevo
supermercado y sus entradas aún no están habilitadas para uso peatonal sólo para carros y que al final sin
necesidad de conocer los planos quedará así: solamente ingreso cómodo para
carros; mientras los transeúntes buscan ofertas o donde distraerse y alejarse
de la rutina que carcome y conocer el lugar ante la escasez de espacios
públicos de recreación, deportes y cultura y la maldita inseguridad nacional y
enfrente otro centro comercial que cierra el paso peatonal apoyado por la bien
ponderada y bendita publicidad que nos persigue por todos los lugares posibles.
Bueno, dije que es día domingo y veo rostros de seres humanos que ante el
abandono de la democracia electorera, convierte a las personas cuya esperanza
se ha ido en un hijo migrante, decía, en mendigos o delincuentes, mientras
enero, febrero, marzo y el resto de los meses vendrá a saber con qué cosas.
La sombra que el sol proyectó fue de una persona cuya mano derecha
extendía pidiendo limosna y en la izquierda llevaba su herramienta de trabajo,
una caja de lustre, era un limpiabotas como les dicen en otros países.
Lo vi venir como también a otras cuatro personas que caminaban delante de
mí, haciendo diz que ejercicio,
como lo evidenciaba la hija adolescente cuya falda color celeste y blusa de
igual color con un gran escote en la espalda y su caminar coqueto, moviendo el
culo, acompañado por seguro era su señora madre con pants deportivo azul, blusa
corinta y visera azul y tenis blancos, detrás de su hija que llamaba la
atención de los hombres.
Más allá, pero sin dejar
de cuidarlas, el papá y el hermano mayor de la muchacha que se movía pura moto
en desfile, sólo que sin bocina,
ellos con ropa casual azul y blanco y con sus anteojos contra el sol, lo
vieron, miraron, antes que yo y el papá le indica al hijo que le dé una moneda,
mientras hurgaba en lo que fue,
hacía mucho tiempo, una tenería
que sacaba unos olores de tragante y que se quedó en terreno baldío.
Lo había visto en otras ocasiones,
sólo que en el Centro Histórico
llegar al momento que almorzaba donde doña Orfa, señora que tiene una voz de
lora aguda cuando dice: “¡ya
tenía días de no venir!”, pues
claro, dicen con la mirada, ya le conocemos el sabor a lo que
cocina, me está engañando como si buscando mujer estuvieran los comensales,
luego de hacer cola y cancelar y buscar asiento ante la mayoría de personas
empleados públicos y privados y que con sus voces, risas, y a veces gritos, se comunicaban unos a otros, como si
estuvieran en una discoteca o estadio o bar o esos conciertos de absurda
espera.
Vestía pantalón esta vez de color negro, playera del mismo color, caja de
lustre color negro y zapatos seguro número 42 ó 10 medida extranjera o más, y sus rasgos no evidenciaban etnia
indígena, sino incluso apariencia de ser extranjero por su estatura y porte,
pidiendo, solicitando una limosna por favor.
Recordar puede ser y es en nuestras sociedades
un castigo maligno, por la impunidad legalizada que existe como si fuera
asaltante, por eso vi hacia el otro de la calle y los árboles llenos de humo,
sobrevivientes naturales, un salón de belleza, una clínica dental de un excuate
bromista y que fingía que jugaba basquetball sólo porque rebotaba la pelota y me daba jalón al campo donde cada
domingo nos reuníamos con otros amigos y por cierto ya no veo desde hace mucho
tiempo y sigo caminando, antes del final de la calle un predio de carros y sus
rótulos y sus precios de ganga para el que tiene o se endeuda, luego un
semáforo detiene a los vehículos y sus marcas y mirar hacia todos lados
posibles por si no sale un bendito piloto de moto, bicicleta o camionetero
violando el orden y peligrar uno y dudar si sigo en línea recta para acortar el
camino o cruzo a la izquierda y entrar en una zona que fue también exclusiva
para clase alta donde hubo sitios arqueológicos y los que no pudieron tapar las
constructoras los cuidan dicen, pero solo con verlos se da uno cuenta la
mentira que es, pero no, sigo de frente, claro sin marchar, sino caminando sin
prisa pero sin pausas y disfrutar, tengo derecho de hacer ejercicio y lucir mis
zapatos tenis que me regalaron hace dos años y pantaloneta típica que me gusta
ponerme como cuando hacía baloncesto y ver un colegio tipo garaje de esos que
abundan sin ser supervisados por nadie y otros que los esquivo con la vista y
que cada año anuncian cosas que seguro no cumplen, luego una venta de pupusas
salvadoreñas y sus viernes y sábado del recuerdo donde hombres y mujeres
asisten a gritar y llorar y reír y bailar y gozar mientras recuerdan que alguna
vez, fueron más jóvenes que hoy y que se reúnen aunque sea para contarse sobre
las dietas que se inventan para adelgazar y poder mover la cintura cuando
bailan y gritar Azúcar de la difunta Celia Cruz y esconder su panza ecológica
con el pajarito escondido.
Adelante un choque, menos mal que no sufren daños físicos los vendedores
de cohetillos instalados casi en las calles y un anuncio publicitario dañado y
la bendita policía municipal y la nacional, esta vez sí están presentes, y una
niña es abrazada por su hermana mayor, mientras un papá se lleva a sus hijos en
su moto y la esposa-vendedora recoge su venta, dando gracias a Dios que no le
pasó nada y dudando si el próximo año se coloca en el mismo lugar, aunque no pague derecho de lugar porque la vida hay
que ganársela cotidianamente y si no el gasto apenas seguirá alcanzando en este
país de la eterna primavera, osan decir los que
tienen derecho por herencia colonial a viajar y vacacionar en playas
extranjeras, mientras el piloto que chocó espera a no sé quién y sigo
caminando, ni modo que me voy a quedar como guanaco a ver.
De lejos parecía el caballero de la triste figura y de cerca el hombre de
los dientes llenos de caries y sonrisa de película de terror, que más bien hacía alejar la mano de
la conciencia y decirle no tengo dinero ni nada que darte, apenas pude pagar mi almuerzo, claro, mentalmente, porque si no qué dirían
los otros pisados que tampoco le dieron nada.
Marco un número y llamar ya no recuerdo a quién y no contesta, dejo
mensaje, mientras se acerca este hombre larguirucho, flaco, de caminar rápido, casi saltando como
atleta olímpico y mi conciencia en un acto surrealista le dicta a mi mano y
saco una paloma, moneda conmemorativa, aunque el quetzal es la moneda nacional, y se la entrego y me sorprendo
cuando me dice: feliz año nuevo, en un tono tierno, melancólico pero, claro,
esperanzador y que mis dedos sienten al momento de terminar de escribir y
pensar si tendré trabajo este año, mientras seguro él sigue caminando hacia
otra calle hacia otros transeúntes,
sólo que ahora con la caja de
lustre en la mano derecha y extendido el brazo izquierdo.
Daniel Alarcón Osorio. -- Guatemala
Balada del hombre que camina por el aire
Paso a través de paredes de niebla
y a través de cortinas de luz
palpable
como el maravilloso péndulo que un
reloj vivo
le da vida estando muerto.
Danzando voy por el cielo sin otra esperanza
ni otro camino
que la graciosa curva que recorren
mis pies en el aire
en un caminar saturado de
estrellas.
Cosecho en el día las aves que a mí
se aferran con sus ojos muertos.
En la noche
juego con estrellas distantes y
lejanas que ya no fatigan mis ojos.
En las tardes despido al día, y en
las mañanas
soy como otro pájaro, que abiertas
sus alas en celeste,
estrena su graciosa danza.
Danzando voy sin otra esperanza ni
otro camino
que el que recorren mis pies en el
aire.
Escabel de nubes, almohada de luna,
débil me despierto
a la rutina de un movimiento no
buscado
que encuentra en mí su títere
sencillo,
su alma lisa,
su liviano cuerpo que sin cesar
danza
una música solo por él oída.
Danzando voy sin otra esperanza
que los graciosos caminos que abren
mis pies en el aire.
Tu que contemplas mi fragilidad de
cielo,
¿sabes que fui vivo, y que algún
día
mis pies, como los tuyos,
estuvieron en la tierra?
¿Y que tuve edad de amar y ser
amado
sin otra condición que la
existencia?
¿Piensas que un alma sensible
habitaba
el abandonado palacio que en la
altura juega?
¿O crees que todo fue como es
ahora,
que perdida la esperanza en esta
tierra
ya no hay paz ni remedio que
alcanzarle pueda?
Danzando voy por el cielo sin otra
esperanza ni otro camino
que la graciosa curva que recorren
mis pies en el aire
en un caminar saturado de
estrellas.
Si no sale de ti la piedad de una
mirada,
mira al menos mi danza, si te
alegra.
Ezequiel Feito-Buenos Aires- Argentina
ENTRE VIZNAR Y
ALFACAR
“Dedicado a la
memoria de Federico García Lorca”
Poema trágico
en un acto y dos cuadros
Personajes:
Federico
Banderillero 1º
Banderillero 2º
Profesor de escuela
Profesor de escuela
La Luna
La Muerte
Acto primero
Acto primero
CUADRO PRIMERO
Pequeña habitación de un cuartel derruido, deshabitado y húmedo.
Federico:- (Caminando nervioso) ¿Dónde nos han metido?
Banderillero lº: -(Agrio) ¡No ves que es una cárcel!
Federico:- (Contrariado) ¡Sí! Creo haber escuchado rumores de cadenas, botas y fusiles.
Profesor de escuela:- Mis libros ¿Qué hicieron con mis libros?
Federico: (Mirándole) Tú preguntas por tus libros; yo he dejado, tras de mí, obras, mil escritos y poemas...
Banderillero 2º:- (Con la cabeza cabizbaja) ¿A quién le importan vuestros libros ahora?
Banderillero lº: - ¿Por qué nos trajeron aquí, qué delitos cometimos? ¡Eso es lo que cuenta!
Federico: -Supongo que por haber escrito demasiado.
Profesor de escuela: -Supongo que por haber enseñado muchas cosas, que otros las estimaron prohibidas.
Banderillero lº: -(Azorado) ¿Y qué es lo prohibido?
Federico: -(Levantando sus brazos al cielo, como orando) ¡Es un tizón encendido que arde en mi pecho y que luego vomito a través de mis palabras! ¡Verdades, injusticias que me duelen, gritos bañados de sangre que me aplastan la cabeza y penetran hasta el tuétano en la conciencia de los bárbaros, desnudando sus miserias; frases aromadas de lirios, o naranjos repletos de azahares, que en algunas narices sólo huelen a estiércol!
¡Ay mi Granada, ay mi Granada!, presiento que mañana, tu corazón y el mío sangrarán juntos al alba!
(Todos duermen. Por la abertura de una pequeña ventana situada en lo alto de la habitación, se asoma la luna. La luna es una mujer delgada vestida con ropas blancas)
Luna:- ¡Federico, Federico, traigo para ti una nana! Tú que siempre me alabaste con excelsas palabras, deja que un rayo de mi mano ilumine tus labios, porque al filo de la noche serán mitades de un limón perdido y pálido, estucados con frío y escarcha.
(La luna comienza a cantarle)
¡Duerme, duerme Federico tu último sueño!
¡Duerme, duerme Federico al compás de mi nana!
¡No sufras cuando de pronto silben las balas por tu espalda!
¡Duerme, duerme Federico al compás de mi nana!
Que mañana la luna buena besará tu hermosa cara.
Y con ramitas de amapolas, camelias y jaras,
rescataré la flor perdida y amarilla de tu cuerpo.
¡Duerme, duerme Federico al compás de mi nana!
Que mañana la luna buena besará tu hermosa cara.
¡Duerme, duerme Federico al compás de mi nana!
Que mañana el olivo y el romero perfumarán tu alma.
Federico: -¡Ay mi Granada, ay mi Granada!, presiento que mañana, tu corazón y el mío sangrarán juntos al alba!
Luna: -¡No sufras cuando de pronto, silben las balas por tu espalda, que mañana la luna buena besará tu hermosa cara!
(Se escuchan ruidos de botas y llaves, ahogados por los gritos de unos falangistas que les obligan a subir a un camión, que los llevará por el camino que va de Viznar a Alfacar)
Fin del cuadro primero
Acto primero
CUADRO SEGUNDO
Camino de tierra bordeando un barranco entre Viznar y Alfacar, en Granada (es de madrugada)
(Sobrevuela a los cuatro condenados un misterioso cuervo más negro que la noche, más negro que la muerte. Mientras la luna ilumina el camino con una suave luz mortecina)
Luna:- (Dirigiéndose a la muerte) ¿Qué haces por este camino, muerte mala?
¿Acaso buscas a alguien? ¿Acaso andas ávida de almas?
Muerte: -(Con aire indiferente) Andaba discurriendo sin más.
¡Buscando un torso blanco y desnudo
donde clavar mis dientes pudiera!
¡Busco penetrar entrañas y sentir
el dulzor de la sangra caliente!
Llevo un yelmo encendido,
traigo arena para los ojos
y abrojos para los labios.
Cintas negras para el cabello
y un puñado plateado de balas,
que al penetrar en las carnes
abren labios rojos en los cueros.
¡Luna buena, luna llena, alumbra ya sus venas!
¡Luna buena, luna llena, alumbra ya sus pechos!
¡Que la noche se acaba y estoy sedienta de muerte!
Luna:- ¡Vete muerte mala! ¡Vete muerte infame!
Que antes que alumbrar sus pechos
prefiero ser luna de yeso;
prefiero ser luna sin llama.
Muerte:- Traigo arena para sus ojos,
y abrojos para sus labios.
¡Luna buena, luna llena, alumbra ya sus venas!
¡Luna buena, luna llena, alumbra ya sus pechos!
¡Que si nadie muere, mi alma sufrirá de pena!
Profesor de escuela: (Caminando esposado y con paso lento)
-¡Ay qué sudor
de nieve trémula corre por mi sangre!
¡Ay qué cuchillos encendidos se clavan en mi garganta!
¿Bajo qué sol…debajo de qué olivo
yacerán mis cansados huesos?
Banderillero lº:
¡Ay qué cuchillos encendidos se clavan en mi garganta!
¿Bajo qué sol…debajo de qué olivo
yacerán mis cansados huesos?
Banderillero lº:
-¡Ay qué sudor de nieve trémula corre por mi sangre!
¡Ay qué espinas y cardos ceñirán mi cuerpo,
cuando la malvada muerte repose
sobre mis muslos, mi vientre y mi cara!
Federico:
-¡Ay qué sudor de nieve trémula corre por mi sangre!
Cómo se agiganta la noche lateral de este camino,
en qué hondonada de adelfas y viburnos
irán a morir mis pasos.
Bajo qué tierra de los campos de Granada
mi boca ya no será nada.
Yo sólo quise escribir...
a las flores, a la luna y a los nardos.
Al amor que sube por las madreselvas
trepando por las escalas con furia de ola loca
que venían de un mar obstinado y hambriento.
Las sombras de las balas ya me ciñen el pecho. (Piensa)
¡Ay luna, luna no dejes que me muera!
¡Ay luna, luna, ahoga el grito de mi alma
cuando, en mis entrañas de cobre, se
detenga la maldita muerte!
(Se escucha una descarga sorda y seca, todos los cuerpos caen a un barranco bordeado por el camino)
Luna: (Dirigiéndose a la muerte)
-¿Dónde está Federico, dónde está su fino rostro?
¡Para cerrarle los ojos y besarle la cara!
(Se escucha una descarga sorda y seca, todos los cuerpos caen a un barranco bordeado por el camino)
Luna: (Dirigiéndose a la muerte)
-¿Dónde está Federico, dónde está su fino rostro?
¡Para cerrarle los ojos y besarle la cara!
Muerte: (Haciéndole señas hacia un campo de olivos)
-¡Allí luna
buena!
-¡Allí luna
buena!
Luna: (Compungida)
-¡Dónde, dónde!
Muerte:
-¡Allí luna buena!
-¡Allí luna
buena!
Luna: (Desesperada)
Luna: (Desesperada)
-¡Dónde, dónde!
Muerte: (Alzando su voz)
-¡Allí,... allí,... donde su sangre mora!
-¡Allí,…allí,…donde
el olivo llora!
José Rodolfo Espasa-Benidorm-Alicante-España
No me hablen de Amor
No me hablen más de amor ni de ilusiones,
prefiero vivir la vida como venga
con la triste realidad que me ofrezca,
prefiero la verdad de estar sola
a las mentiras que disfrazan tiernas palabras
que más tarde se las llevará el viento.
No entregues alma más dulzura
porque solo recibirás desdén y amargura,
que te toque beber de la copa de la tristeza
porque para ti no existe la alegría.
No me hablen más de promesas y sueños
que de eso el corazón es un incrédulo
que no queden ni los recuerdos,
prefiero vivir el hoy por el hoy
sin pensar en el ayer ni el mañana.
Tanto amor diste pobre alma en esta vida
y solo has recibido hipocresía,
que no te hablen más de otras quimeras
si después volverás a lo mismo,
sola como ayer a tus amargos días.
Que no me hablen más de ternura
que de eso solo queda la hiel del desprecio,
háblenme de olvidos y silencios,
háblenme de soledad y nostalgia,
donde el corazón llore
hasta morir su mala suerte.
María José
Acuña-Curmaná- Venezuela
LA
OSCURIDAD Y MIS PENSAMIENTOS...
Al caer la noche y sumida en el silencio,
reflexiono sobre cuanto llevo dentro...cuanto acumulo, cuanto abandono y cuanto
me perdono... Descubrí que las cargas cada vez son mas livianas, que dejarlas
salir le dan paz a mi alma... abandone lo que me limita y me aferre a lo que me
da vida. Me perdone todo cuanto debía, quien no lo hace no tiene oportunidad
para la vida. Miro el mañana cargada de buenos sentimientos y de grandes
retos...en mi corazón solo hay espacio para buenos afectos, el rencor y el odio
no tienen acceso ...Vivo cada día dando lo que soy, no espero nada de quien le
doy. Aprendí a protegerme del dolor dando sin esperar nada a cambio... no
porque no merezca recibir lo que doy, sino porque la vida siempre me lo
devuelve con creces... Antes de mis sueños recostar en mi almohada, hice mi
balance del día.... he obtenido ganancias como todos los días... Gracias una
vez más a mi señor Jesús que me toma de su mano y me da su luz...
María Eugenia Leal- Cali- Colombia
©
LA MÁQUINA DE COSER
Al ocultarse el sol
detrás de la ventana. Inés abrió la tapa dónde guardaba su vieja máquina de
coser, durante horas sus pies no cesaron de pedalear, haciendo que la aguja
cosiese todo lo que se le pusiera debajo.
Inés, la heredó de su
madre. La máquina tenía más de setenta años, era del siglo pasado. Negra y con
dibujos en relieve imitando a los capullos en flor.
En casa de Inés, solo
podían utilizar la máquina las mujeres. Pasando de generación en generación.
Inés comentaba que: "lo único que sabía bien, era coser" —. Puntada
que daba, puntada que nunca se descosía.
Cuando comenzó la
guerra, Inés se quedó viuda y con tres hijos. Ganaba el pan cosiendo gabanes
para los milicianos. Unas veces cobraba dinero y otras le pagaban en
especie.
Blanca era la única
chica de sus hijos. Los desvelos de Inés por enseñarla a coser siempre
fracasaron:
—Has de saber Blanca
que tendrás que seguir la tradición familiar y que ocuparás mi sitio el día que
yo me muera. Alimentando así, a tu familia.
Blanca nunca le llevó
la contraria a su madre. Simplemente le seguía la corriente:
—Primero decía Inés—,
enhebras la aguja y pasas el hilo por detrás. Pon especial cuidado para que la
tela nunca se tuerza y con ambos pies pedalea, pedalea, te gustará tanto su
sonido, que cuando lo hagas, una gran calma se apoderará de ti.
Javier era el más
pequeño de los hermanos. Al llegar del colegio se ponía junto a su madre y la
ayudaba a doblar la ropa, se entusiasmaba mirando como la tela pasaba por
debajo de la aguja hasta convertirse en un pantalón o en una chaqueta.
Inés, se quejaba de
porqué el destino a menudo se equivocaba:
—Javier, tú tendrías
que haber sido mujer y la máquina de coser hubiera sido para ti. Pero hay
que respetar la tradición y el pacto jamás se debe romper. Se lo prometí a tu
abuela antes de morir. Ahora, tu hermana tiene que cumplir el pacto.
Javier, preguntaba una
y otra vez, por qué no podía ser él quién cosiera en la casa. Inés, le
explicaba que solo las mujeres cosían y así, debería ser.
Un día Inés se encontró
tan agotada de tanto trabajar, que cayó enferma. Se quedó dormida apoyada en la
máquina de coser. Y ya nunca volvió a despertar.
Los montones de ropa se
apilaban a un lado de la habitación. Su ausencia enseguida se notó, no había
dinero y los hijos eran muy pequeños para trabajar.
Blanca, intentó recordar
las enseñanzas de su madre. Unas veces el hilo se rompía, otras la tela se
torcía, acabando la pieza siempre en el cubo de la basura.
Los tres hermanos
decidieron que había que cerrar la habitación dónde cosía su madre. Nadie
quería entrar allí; tan solo Javier lo hacía. Le gustaba acariciar la silla
donde se sentaba su madre, y de esa manera podía llorar e incluso, la
veía.
Mientras miraba a la
ventana, le pedía a su madre, que se rompiera el pacto y que fuera él quien
utilizase la máquina de coser.
Una noche cuando Javier
estaba solo. Un soplo de aire frío inundó la habitación, en ese instante se
apagó la luz, un rayo de sol se coló por la ventana iluminando la vieja máquina
de coser. Primero, se abrió la tapa y la máquina comenzó a pedalear sola.
Fueron pasando piezas de tela cortada, y la chaqueta o el pantalón salía
cosido. Javier abrazó la silla. Implorando a su madre, que fuese él quien debía
coser. En ese instante la habitación quedó en penumbra y la ventana se cerró
con un golpe seco.
Javier, no quiso
comentar nada a sus hermanos. Después, fue corriendo a su
dormitorio. Se acurrucó en la cama y se cubrió con una manta.
Llevaban varios días
escuchando un extraño ruido en la habitación de su madre. Todas las tardes
cuando el sol se ocultaba, se oía un pedaleo que no cesaba. Javier no tuvo más
remedio que contarles a sus hermanos lo que había pasado, pero nadie
le creyó.
Una noche decidieron
pasar a la habitación, escucharon la máquina de coser, al abrir la puerta,
vieron que en la habitación había tanta luz que parecía de día. La ventana
abierta, los rayos del sol, se reflejaba en la máquina de coser, y la silla
estaba ligeramente girada como si alguien la ocupase. El aire soplaba
con tanta fuerza que hacia frío. Javier, se puso a gritar:
—Mamá, rompe tu promesa
y deja que sea yo quien cumpla tu trabajo.
Los otros
hermanos notaban la presencia de alguien que les resultaba
conocida.
Una pieza de tela voló
en la habitación. Haciendo piruetas por el aire y unas veces subía y otra
vez caía. Los tres hermanos querían atraparla y no lo conseguían cuando ya casi
la tenían cogida. La tela volvió a elevarse hacía el techo serpenteando
de un lado a otro de la habitación.
La tela, por fin, fue a
caer sobre las manos de Javier. Blanca fue a la ventana y
gritó:
—Mamá, desde hoy queda
roto el pacto, la vieja máquina de coser, será para ti Javier.
Pilar Serrano Rodríguez-
Madrid - España
ECOS DE AMORES
ECOS DE AMORES…¡¡ SILENCIO !!
AMORES QUE VAN QUEDANDO
EN LA ORILLA DEL CAMINO
DEJAN SUS ECOS AL AIRE,
RISAS, DOLOR…DESTINO
AMORES DE LA EXIXTENCIA
QUE VIVIMOS DESDE CHICOS:
ALGUNOS, APASIONADOS,
OTROS, DOLIENTES. AMBIGUOS
ECOS DE AMORES QUE MARCAN
NUESTRA EMOCIÓN. DESATINOS
QUE TRAICIONAN. ATINADOS
QUE EMOCIONAN. SON AMORES…
ECOS QUE SIGUEN ROZANDO
NUESTROS SUEÑOS, CADA NOCHE.
ECOS DE AMORES DE MADRE.
DE HIJOS, PADRES, HERMANOS.
ECOS DE AMIGOS Y AMIGAS
QUE SUS HUELLAS VAN DEJANDO
MARCANDO NUESTRO CARÁCTER.
ECOS DE AMOR.
NUEVAS VIDAS.
ECOS QUE NACEN Y MUEREN
DEJANDO ENORMES HERIDAS
HUNDIÉNDONOS EN LA MUERTE
DEL DESAMOR Y DESIDIA.
ECOS ESPERANZADOS
EN LA SONRISA DE UN NIÑO.
ECOS DE AMOR ENCONTRADO
CON ACIERTO Y COMPARTIDO.
ECOS…
ECOS DE AMORES HUMANOS.
NIEVES
M.ª MERINO GUERRA-
GRAN CANARIA-
ESPAÑA
30 – 09- 2011
EL RINCON DE MI JARDIN
El rincón de mi
jardín donde más feliz me encuentro;
donde pienso más en ti
llenando mi pensamiento.
Si estuvieras junto a mí,
escucharías los sonidos:
de los jilgueros, los gallos;
y en el silencio, los grillos.
Verderones, gorriones, una
alondra y mis suspiros
Por no tenerte a mi lado,
porque estuvieras conmigo;
aspirando los perfumes,
compartiendo los olores,
de madreselva, jazmines,
claveles, rosas, y flores,
silvestres por la pradera, de
tonos multicolores.
En este rincón tan mío,
compartir quiero contigo,
la soledad de mi alma, y
susurrarte al oído;
cuánto te quiero y te
extraño, ahora más en primavera,
que todo florece y nace, todo brilla y se renueva;
las aves hacen sus nidos, el
sol fecunda la tierra,
el espíritu enaltece, la
ilusión recobra fuerza.
Mi rincón me da la vida, es
tan íntimo y tan nuestro;
imaginando en la sombra como
sería nuestro encuentro.
Entre álamos, palmeras,
hiedra, todo como un cuento;
como un cuento o como un
sueño que no quiere despertar,
hasta el momento en que vea
como se hace realidad.
Marga Utiel-
Badajoz- España(8-03-02)
Canto de criatura
Quiero un rincón triángulo
para plegarme toda
en contorsión ajena al ruido de las flores,
un ojo catapulta
que lance la mirada
atravesando el tiempo que se perdió en el
tiempo
y con cada segundo
huérfano de misterio
rellenar las esquinas con pajas plumas polvo.
El rincón será nido y yo,
cáscara hueca,
tejeré la membrana de otra yo creadora.
Mayte Sánchez Sempere
EL ARBOL DE JUDEA
Otra vez el insomnio. De nuevo soy el
saldo de un sueño inconcluso. Dejo la cama en medio de la oscuridad de la
noche.
-Voy a salir, necesito aire, digo a mi
marido. Él duerme sin sueños. Me atrevería a decir que hasta sin latidos, (si
tal hecho fuera posible). No me responde, en realidad no lo hace casi nunca.
Tampoco se si alguna vez me presta atención a lo que hablo. Si sabe de mis
ansias, de mis inquietudes o
soledades. Gira su cuerpo dándome la espalda, estirando la manta hasta cubrirse
la cabeza.
Bajo, recorro los pasillos oscuros de la
casa, vacios de interés, despoblados de risas, de caricias. Cruzo el jardín
embebido de luna y misterio. A paso lento tomo por las callecitas de tierra a
encontrarme con mi sueño. Lo sueño cada noche. Lo he visto, sé qué lo he visto.
Luego, en la rutina y el silencio de mi casa se desdibuja, me abandona. Busco
el sendero que me lleva a la casona abandonada. Tiene techo de tejas y galería
cubierta. Cuando la angustia me apresa, sin dudarlo corro hacia ella, mi
refugio preferido. En el jardín que la rodea está enclavado el arcano árbol de
flores rosas.
Allí, en esa casa, a través de los cristales
vacíos lo he visto. En el salón principal, que aún conserva su color verde
pastel, años atrás era el lugar de reuniones y fiestas. Se encendían entonces
las luces insolentes. Su brillantez se escurría en los rostros de los
invitados, advirtiéndose en ellos el goce de una noche divertida.
En un rincón del salón estaba el niño de
mis sueños, hermético, infranqueable. Me miraba extrañado a través del vidrio.
Yo no quitaba mis ojos de él.
Suponía que en ese instante su alma y corazón se abrían frescos,
transparentes para mí. De regreso a casa lo llevaba conmigo, entregándome junto
a él a jubilosas travesuras.
Revivía la ilusión de tenerlo en mi sala y al atardecer caminar juntos en el jardín purpurado por el poniente.
Me he empeñado en conocer más de ese
árbol, el de flores rosas de la casona. Ahora se que se llama Árbol de Judea.
Con su sólo nombre se intuye el milagro, el inefable don de poseer algo supremo
En las noches me apego a mi marido
acariciándolo todo, provocándolo, tal
vez . . ., pero su cansancio puede más que su discreto interés.
A la mañana me envuelve una tristeza
grande, tediosa. Retorno a transitar por las callecitas de tierra. El olor de
sus entrañas hoy húmedas por el rocío agudiza mis sentidos, jadean en mi pecho.
¿Y mi sueño de tener un hijo?
Remuevo la impaciencia de mis ansias. Acudo a mi refugio, ahí está el
árbol, con su dilatada copa de flores rosas. Dicen que cuando los chicos tienen conflictos corren hacia
él. Les cuentan sus temores, sus angustias, el porqué de su hermetismo. El Árbol de Judea en su generosidad los
contiene, les cede su cariño y amistad. Ellos sonríen.
Hace tiempo que no veo al niño tras el
vidrio. Presumo que vendrá. Espero.
Irremediablemente continúan mis noches de
desvelo. Me alucina, lo veo, le tiendo mis brazos, mis manos. Lo tomo. Sacudo a
mi marido. ¡Qué despierte al fin! Que oprima al niño hacia su regazo y lo bese,
y me bese. Se cubre con la manta. Me dice que intente descansar. Mis brazos,
lánguidos, mustios, se abandonan pegados a mi torso.
De inmediato camino apresurada hacia el árbol, me deslizo bajo su
tronco erguido. En su ramaje cada flor es la cara de un niño. Palpita mi
corazón de deseo. Me descubro joven, con largos cabellos, piel tersa y
anhelante. No renunciaré a mi ilusión.
Se que él llegará y lo envolveré con mi
cariño. Esperaré paciente, inmutable. Adivino mi próxima felicidad que saboreo
dulce dentro de mi boca.
A lo lejos se dibuja, borrosa, la figura
del niño acercándose. Tal vez venga a dialogar con el Árbol de Judea, o quizá
en mi búsqueda. Porque ambos nos
hemos visto y nos hemos mirado. Acaso, a oscuras en sus noches, habrá soñado
conmigo
Cuando esté muy cerca lo atraparé, con
ambición, con risas, bajo la fronda florida del árbol del amor. Dejaré de ser
el saldo de mujer de un sueño inconcluso.
Sólo debo aguardar un pequeño lapso de tiempo, o tal vez lo que reste de
mi vida.
Irma Sambuelli- Rosario- Argentina
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El
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