REVISTA Nº 1- ESPACIO DEL POETA
Miércoles 1º de Diciembre de 2010
Lápiz en la silla Cristina Del Ama
Del Don del Silencio
Me han contado…
Que en otro tiempo fuiste Dios de Dioses y que de tus simientes hacías fluir la palabra.
Que por tus ramificaciones has podido atravesar la epidermis del tiempo.
Que no has reaccionado frente a ningún siniestro y que siempre has esperado, atento.
He comprendido…
Que hasta que no te tuve presente no había podido entenderlos.
Ellos me hablaban de las palabras que para mi mente sólo eran silencios.
Me he acercado a tus entrañas, desde donde pude prenderme de tu anillo de vida y muerte.
Pude observar desde un vórtice que en el centro guardabas la memoria intacta de tus días funestos.
Desde la distancia, los colores empezaban a confundirse, si se era rojo o naranja, si se convertían en azulados grises. Si pasaban los días agónicos o si sólo eran espejismos siniestros.
Has de saber…
Que ya no hay espacio ni tampoco tiempo.
Que sólo guardo tu imagen, que la recuerdo de un recuerdo que fue en un principio otro recuerdo.
Que te he pintado en un sueño que no ha sido mío sino del Universo.
Finalmente, que quise inventarte palabras para definir tu porte, tu estigma y tu sentimiento. Ninguna se me ha caído del cerebro.
Pero has de saber que no existieron, en un primer momento, ni las palabras ni los dadores de ellas, tú has sido el que ha sobrevivido a la vibración del sonido que, por tu espíritu luminoso, creó al Universo.
Eres Padre y eres Sabiduría: cargas en tus raíces con el Don del Silencio.
Eva Wendel
Amado (A Adelia Prado)
Te espero desde los tiempos agridulces de mi juventud
Te espero y no me canso desde el ayer y para siempre
Amada que posarás un día tu mano en mi cabeza, mientras inventas con tu boca, para
ofrecerme, el que desde entonces será mi verdadero nombre: ¡Amado!
ofrecerme, el que desde entonces será mi verdadero nombre: ¡Amado!
Te espero desde los primeros escarceos del amor
Desespero buscándote en rostro equivocado.
Cansado de mil y una caricias de amor vacío
Amada que posarás un día tu mano en mi cabeza
Y con tu boca, saciarás la mía, pronunciando el que será mi verdadero nombre:
¡Amado!
¡Amado!
Te espero y no sé qué estoy esperando.
Te amo mientras creo estar amando.
Vivo sin saber que solo aprendo a sentir
el vacío del amor insatisfecho, seguridad de amor equivocado, esperando inconsciente
tu próxima llegada
tu próxima llegada
Amada que un día pondrás tu piel junto a la mía,
Mientras pronuncias el que será mí
Verdadero nombre: ¡Amado!
Te espero en mis amores, confundiendo sensaciones
Te espero hasta que un día, agotado, sin sentido,
parado en el camino, me pregunte dónde hallarte.
Desespero de encontrarte, sin saber que ya te hallé.
Amada acaricia mi cabeza, mientras tu boca
Inventa mi verdadero nombre: ¡Amado!
Rafael Serrano Ruiz
¡Qué pena!
¡Qué pena!
Que escondas la luz de tus ojos
Tras la venda oscura de un verde cristal
¡Qué pena!
Que ocultes su brillo moreno.
Donde se asoman juntos
El sol y la locura
Tras cortina opaca como el verde mar
¡Qué pena!
Mirarlos sin verlos, tras sutil cortina
Engañosa trampa de verde antifaz
María de la Cruz Serrano
VIII Encuentro Internacional de Arte y Poesía
La de las siete colinas
Dame tu mano, si compartes poesía.
La de las siete colinas, la ciudad de Victoria en la provincia de Entre Ríos, fue marco, como todos los años, del VIII Encuentro Nacional de Arte y Poesía. Los días 5, 6 y 7 de noviembre amanecieron luminosos y felices de recibir en su tierra de pájaros a poetas, escritores y artistas plásticos exponiendo sus obras.
El encuentro me sorprendió junto a los artistas en la complicidad de reconocernos en ese vuelo que a todos devuelve un nuevo día. Admiramos juntos la exposición de obras plásticas con el magnífico fondo brindado por el hotel Sol Victoria.
Algunos expusimos en mesas de lectura, enlazando las manos y las voces en escritos y poemas. Se presentaron ponencias sobre distintos temas de estudios críticos. También hubo lanzamientos de nuevos autores y nuevos libros en sociedad que contaron con la acalorada acogida de quienes, como yo, tenemos esa manía de volver siempre a la letra, de esperar que aparezca día tras día detrás de las puertas dormidas, de excavar buscando el manantial feliz de la palabra, de los que tenemos la feliz obsesión de nombrarnos lectores y escribidores como le gustaba decir a José Saramago.
Las jornadas nos llevaron a la: “…selva, noche, luna, pena en el yerbal / el silencio vibra en la soledad / y el latir del monte quiebra la quietud / con el canto triste del pobre mensú” cuando el folklorista Ramón Ayala “el mensú”,
desde su Misiones natal nos trajo el canto unido al diapasón de su guitarra, los versos
que ya tienen su música se vieron realzados por otra música en su voz.
El broche final prodigó la presencia de Pancho Chévez, “hermano del alma” de León Gieco, y su banda excelente, recorriendo temas de “Ay, mi país” su primer CD, donde recrea sus opiniones y emociones ante nuestra realidad.
Quiero agradecer a Lucía Giaquinto, directora de la organización del evento y gentil anfitriona de los inquietos buscadores, que siempre atenta al escenario no dejó escapar un detalle en la organización y nos regaló un hermoso y esperado poema.
Y nos fuimos, llenos de versos y verdor, intercambiamos direcciones de correo y teléfonos, sintiéndonos más próximos, esperando encontrarnos en el encuentro 2011, esperando ver que más poetas se suman, que las manos son más, y yo lo hice recordando esos versos del señor Juan Gelman:
“…quién me manda andar grávido de frases,
calzar sombrero imaginario, ir
a esperar una rima en una esquina
como un novio puntual y desdichado […]
qué bueno está el gorrión
con su gorriona, sus pichones y
su nido, su capricho de ser gris,
o ser picapedrero, óigame amigo,
cambio sueños y músicas y versos
por una pica, pala y carretilla.
Con una condición:
déjeme un poco
de este maldito gozo de cantar”
Juan Gelman
Oficio
Diana Luz Bravi
CAMINANDO ABRIL
Luciérnaga aturdida / voy
almacenando otoños encapuchados
zigzagueando días y noches /
recuerdos nebulosos
de cuando / juntos
caminábamos bajo la lluvia.
Abril era el camino /
que aleteaba en la costa
y era un martín pescador
de estelas / en el agua.
La lluvia soñaba
en los sauces / destejiendo
de a gotas
las cabezas unidas / que
maduraban los ritos.
(Todavía despliega
su sendero / la lluvia
y en el sollozo
de la vida / va caminando
el otoño. )
Belkis Larcher de Tejeda
Ir
A la isla misteriosa
iré contigo
a una tierra de fantasía
irás conmigo
al país de irás y no volverás
iremos juntos
entonces
el mundo será sur
y este poema.
A Alejandro Faus Avella por regalarme la idea
Lilí Muñoz Obeid
LA VENTANA
Con ojos de nostalgia
miró a través de los cristales,
la recorrió una congoja desconocida
que transitó los ríos de sus venas,
esperó que el aire fresco le devuelva el animo,
abrió la ventana con urgencia
con la urgencia del que va a escapar.
El viento frío y la llovizna
atacaron su palidez…
no deben hacerse ventanas al sur
se dijo invadida de gris,
escudriñó en la media luz
de la media tarde,
del medio otoño, adelantado
en esos primeros días de marzo…
escudriñó en su media vejez,
en su media juventud,
nubladas las cuencas de luz
sus ojos espiaron los otoños cercanos.
Temblaron sus manos
en el esfuerzo de cerrar la ventana,
pero el viento la sostuvo
con el postigo apretado a la pared,
logró tomarlo y cerró,
lo cerró con prisa
para que el otoño no la invadiera.
Puso cerrojo, bajó la persiana
corrió las cortinas para dejarlo afuera…
para dejar afuera el paisaje desolado
que quiere habitar en su voluntad,
en su media juventud…
en su media vejez.
Nelda del Carmen Lugrin
NÓMADE
La fiebre del camino
me aleja.
Peregrino curioso y voraz,
devoro distancias.
Arribo.
Insomne vagabundo,
sospecho otras rutas lejanas.
Vuelvo a partir
y llego.
De nuevo,
parto.
Y alucino que he llegado.
Aunque extraviado,
sólo huyo de mí.
Ana Unhold
Por Siempre
Así, como un juramento
que brota desde el alma
vuela mi verbo
hasta ese rincón del mundo
donde habitan los sueños.
Habitantes con rumbos
de un corazón sediento
por profanar las nieves
por detener los vientos
por escalar las cumbres
y morir en las pasiones
de tu boca en mi boca
de tus rudos brazos
al rodear mi cuerpo.
Fogatas de amores
iluminan el espacio
cuando se alzan las voces
en los Te quiero
Y siento tu contento
al decir Por Siempre
...más allá del no tenernos.
Lucía Giaquinto
Crónica de un espejo
Yacía acostado boca abajo sobre su cama. Inmóvil. Quieto. Su triste mirada, esa que mostraba siempre dibujada en su rostro, no la podía ver desde donde estaba ubicado. Me había dejado en uno de los rincones, frente a su ventana. El silencio cortaba el aire ese atardecer, y yo, en silencio, lo contemplaba. Era un objeto más que se confundía con otros tantos dentro de ese desorden, y nadie venía ya a visitarlo. Era evidente, él hacía mucho tiempo que no estaba en su lugar, estaba corrido, fuera de eje, y la inercia de ese movimiento había generado una onda expansiva a su alrededor, torciéndolo todo.
Durante años habló frente a mí, me contó cosas que con el solo hecho de reproducirlas me conducirían hacia la más severa locura. Se miró en mí, buscó hasta el agotamiento eso que no tenía, que creía tener. Gesticulaba, abría su boca, mostraba sus dientes, se acomodaba el cabello, se ponía de perfil, observaba su nariz, sus ojos, su frente, su cuello y, cuando al fin conseguía convencerse de que en esa imagen no estaba yo sino él, cuando lograba alienarse en eso que le devolvía, salía a la calle a mentir sin miedos, a simular lo feliz y lo afortunado que era.
¿Cómo no me di cuenta? Me lo había dicho tantas veces ¿No lo había escuchado o lo no había querido escuchar? No lo sé, pero lo hizo, y sin que nadie pudiera estar ahí para impedirlo. Se las había ingeniado tan bien. Sin dudas, era la obra de arte más fabulosa que había visto, era algo sublime! Luchó toda su miserable vida para dejar de ser un artista mediocre y, vaya a saber uno si con intención o sin ella, quizás sin proponérselo, pasó a la inmortalidad.
Tantas veces le había devuelto su escalofriante imagen, había puesto en sus ojos algo parecido a lo que los demás podían llegar a ver y, a pesar de ello, nunca me destruyó. Tal vez por el tabú de los 7 años de mala suerte, no lo sé, pero me merecía ser desparramado por toda la pieza, había sido muy malo con él. Me burlé, me reí y, produciendo un acto altruista de sinceridad extrema, tengo que admitir que lo disfruté. Nunca esperé nada bueno, nada fantástico ni maravilloso que pudiera venir de su creación. Verlo sufrir frente a mí era mi diversión, mi trabajo, mi función, pero sabía, ahora sí, que no merecía conservar mi integridad. Me había ganado, había demostrado de todo lo que era capaz en solo unos segundos.
Fue la muerte más hermosa que alguien pudo haber escenificado. Se había volado la cabeza de una manera tan perfecta, tan original, con una pasión tan extraordinaria y un dejo de placer en sus imprecisos movimientos de agonía, que ese sentimiento de aberración que produce el suicidio se hacía reversible, convirtiéndose en belleza pura, en una sensación casi orgásmica, haciendo que nada más importe.
Me dejó boquiabierto. Después de tamaño espectáculo, para terminar, dejó una pintura tiesa, pulcra e impoluta que, a medida que pasaban los días, entre la podredumbre de su inmundo cadáver y el aroma putrefacto de su descomposición, generaba una escalofriante verdad, algo casi de orden divino, como una especie de revelación de algo que se mantuvo oculto hasta ese momento. Me hizo dudar, entonces. Él, muerto sobre su cama, reflejaba esa imagen tan perfecta de la desquicia humana, mostraba sin distorsión esa falta de sustantividad, esa locura arrebatadora que produce la descarga sobre sí mismo de una ira tan profunda y radical acumulada; que me sentí insultado. Él era el verdadero espejo, aquel que logró devolver esa imagen que nadie quiere ver: había reflejado a la mismísima muerte en vida.
Se había coronado. Lo logró, y de la manera más absoluta. Tuvo que resignar su vida para conseguirlo, pero al fin y al cabo todos tenemos que renunciar a algo para obtener lo que deseamos. Yo sólo era un espejo en ese entonces, y debí abandonar esa manera vulgar de reflejar imágenes, tuve que dejar de mostrar banalidades, para sentarme a escribir, para poder contar una historia, y así mostrar esas cosas que un simple espejo no puede reflejar.
Fernando García
¡Importa la métrica!
Te leí los versos más lindos.
Transportan y, vagan en el extraordinario
enigma del poeta.
Y tú presuroso
contaste las sílabas.
Que importan
Si en ellas encuentras
al amor y el alma del poeta.
No hay límites, no tiempos,
sin dueños, ni barreras.
Dominio del pensamiento humano.
Comprende de pasiones
que desnudan,
ama sada por las formas
que el poeta encierra.
En ellos encuentras
el invisible roce de los besos;
acordes que rompen el arpegio
en dulce melodías.
Sí, allí está el llanto
de la pobre especie,
que desgranando van
por el mundo su tristeza.
Olvidas acaso que en el fondo,
muy profundo de nosotros,
está el misterio
que sólo el que sabe amar
se le revela.
Que importa la métrica
Por qué contar los versos
al cantar lo más sublime
que la vida encierra
Leiden Roberta Fontanini
La Princesa Egipcia
Levanté las vendas
con cuidado
como quien descubre
después de tres mil años
la momia indiferente
de una princesa egipcia.
La superficie cutánea es ahora
un mapa ciego
plagado de caminos sin retorno.
Es igual,
hay lugares
a los que no se puede volver
aunque se quiera,
como el fondo rasgado de una herida
o el suelo de una cueva
que quiso ser palacio.
Se me mueven los dientes
anclados
levemente
a la encía gastada por los sueños;
comerse el mundo
no es tarea fácil,
no para una princesa
egipcia
que murió
hace unos tres mil años.
Mayte Sánchez Sempere
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