sábado, 1 de julio de 2017

Revista nº 80 -Espacio del Poeta


Revista nº 80 -Espacio del Poeta

REVISTA LITERARIA DE HABLA HISPANA

Julio 2017

Fran Gris                                                         Acrilico














Ya no quiero trabajar de puta

Ya no quiero trabajar de puta. Es una decisión que le debo a la Virgen, ella me envió su mensaje. Eligió como emisario un ser vivo, pequeño, huidizo, inesperado. Soy torpe para comprender las cosas, pero a ese envío lo entendí con mucha claridad. Esta vez la cosa va en serio, no pienso recaer en la facilidad de obtener guita rápida.
Hoy me pregunto: ¿por qué caí tan bajo? Quizás haya sido la única solución rápida que encontré, para conseguir alejarme del infierno que vivía en mi casa. Debía huir de esa locura, no podía seguir soportando tanta humillación y dolor. Repaso mi historia: la veo opaca, turbulenta, desamparada. A mi padre nunca lo conocí, abandonó a mamá cuando estaba embarazada. La pobre hizo lo que pudo, laburó mucho para que yo pudiera terminar la primaria. Cuando ella se iba a trabajar, en el conventillo, me cuidaba algún vecino. La pobreza es solidaria, a veces da más el que menos tiene. Porque dar lo que a uno le sobra…, eso es fácil. Siempre estuve vestida con la ropa que los otros dejaban, y siempre jugué con muñecas tuertas, de piernas amputadas, dedos partidos o sonrisas rotas. Juguetes que las pitucas del barrio despedían en la basura.
Un día mamá dijo que nos mudaríamos, que todo iba a cambiar para nosotras, que viviríamos en una casa, modesta y pequeña, pero una casa para nosotras dos. La había alquilado Antonio Ravazaro, un amigo que siempre la venía a buscar al conventillo. Yo olfateaba, no se porqué, que esa generosidad era interesada. La verdad es que ese tal Ravazaro no me caía bien, tenía pinta de… cusifai. Pero bueno, el saber que ya no tendríamos que compartir el baño con tanta gente, que podría apoliyar sola en una pieza, tener mis cosas resguardadas con una cierta intimidad, hizo que el mal olfato se esfumara y hasta tomé la propuesta con un ligero entusiasmo.
Fue así que nos trasladamos a una casita en La Matanza, modesta y pequeña, es cierto, pero comparándola con la cochina pieza del conventillo, oscura, sin ventanas y con paredes descascaradas por la humedad, ésta parecía tener un cierto aire agrandado.
A los pocos días apareció Ravazaro. Me miró de una forma rara y en un santiamén se me puso la piel como la de una gallina. Sus ojos negros, semiocultos por pestañas espesas, parecían las de un halcón al acecho. Eso sentí, que era un halcón, y yo nunca quise a esas bestias. Un rechazo inexplicable me alejó de ese hombre de pocas palabras y mirada esquiva. Faltaban dos meses para que cumpliera los doce años y la vida en el conventillo me había avivado bastante. Presentía que algo desagradable iba a ocurrir. Así fue, al mes, el señor estaba instalado en nuestra casa. No quise convertir un bolero acaramelado en un tango lacrimógeno y puse todo el entusiasmo posible para que las cosas salieran bien. A mamá se la veía contenta y a mí eso me alcanzaba.
Como no hice el secundario, comencé a trabajar con la Medina, una modista del barrio. Yo era especialista en hacer ruedos de polleras campana plato, sobre todo los ruedos de los vestidos de novias. ¡Qué lindo era ver a esas mujeres jóvenes emocionarse cuando les hacíamos las pruebas! A veces cuando mi patrona se iba a hacer alguna compra, me probaba alguno y fantaseaba con un novio alto, morocho, mimoso. Hasta llegué a verlo muchas veces, a mi lado, tomadito de mi mano. Con rapidez desaparecía del espejo. Trabajaba ocho horas, dale que dale, sin parar. Como ella señalaba que me estaba enseñando un buen oficio, me pagaba con algunas moneditas y un bocado de mortadela.
A los trece me hice señorita y comencé a usar corpiño número noventa, estaba recontra bien dotada, para todos era “la tetona” y en la calle me tenían podrida con los piropos de mal gusto, más que piropos parecían insultos. Cuando cumplí los quince, por primera vez, mamá me hizo un buen regalo, un par de zapatos con taco carretel. Yo se los había pedido hasta el cansancio, la tenía podrida con mi insistencia. Cuando me los dio dijo: son muy caros, pero Antonio insistió en que te los comprara. Con ese comentario, me arruinó el día.
Una tarde fui a buscar un vaso con agua a la cocina, Ravazaro estaba leyendo, levantó la mirada, recorrió mi cuerpo de arriba a abajo, dio un salto impulsivo, se aferró a mi cintura como una sanguijuela, y comenzó a manosearme bufando como un animal en celo. Al fin, sin disimulos, se había sacado la careta, convirtiéndose en el halcón, ése que presentí el día que vino a vivir con nosotras, eran sus garras, era su curvo pico haciendo añicos mi intimidad. Con voz jadeante murmuraba: no seas arisca piba, vas a ver las cosas hermosas que voy a comprarte.
Huí temblando de esas manos repugnantes, de ese ser despreciable. Me encerré, corrí la cama trabando la puerta. Estaba espantada, aterrada, enceguecida de asco, el cuerpo ultrajado, la cara baboseada con sus cochinos besos, los pechos doloridos de su toqueteo salvaje. Nunca olvidé ese día de espanto, violencia, humillación. 
En los cuentos infantiles la madrastra siempre es la mala, la que tiene mala prensa, como se dice. Ese día recién pude relacionar el masculino de la palabra. Mamá presentaba a Ravazaro como: “el padrastro de mi hija”. ¿ por qué en los cuentos no aparecen los padrastros? Este roñoso sería el gran protagonista en una historia de tormento. Lo pensé mucho, finalmente, tomé fuerzas y se lo conté a mamá, una mirada boba fue su respuesta y contestó convencida: Antonio te quiere como a una hija, te habrá abrazado con cariño, vamos nena…vos siempre te caracterizaste por tener demasiada imaginación. No podía creer lo que escuchaba, su indiferencia me agobió. Le contesté enfurecida: ¡mamá…! ya sé distinguir la intención de un abrazo, de un toqueteo asqueroso, de un beso inmundo. Te estoy contando la verdad, toda la verdad. Parece mentira, pero no me creyó.
El asqueroso me perseguía todo el día, siempre en ausencia de mamá, cuando ella estaba, se comportaba como un señorito inglés, como solía llamar doña Lola a los hombres bien educados. Una tarde, ella dijo que se iba al hospital, que regresaría en dos o tres horas, le supliqué que me llevara, pero como tantas otras veces, no escuchó. Sólo gritó indiferente: No Ana, no puedo llevarte, necesito ahorrar tu boleto del colectivo. El hipócrita, con voz acaramelada le dijo: andá tranquila querida, a la nena la cuido yo. Ese día quedó incrustado en mi cuerpo y en mi corazón, como un tumor maligno, de ésos que los médicos dicen que cuando te agarra, uno no cura porque se desparrama por todo el cuerpo, bueno, éste fue de ésos, se desparramó, invadió todo, hasta mis sesos.
No olvidaré jamás ese día, esa tarde de martirio, en la que fui violada, humillada, amenazada. Y esa locura tortuosa, inmunda, incontrolable, continuó por dos largos años. Años colmados de espanto y bajeza. Mi madre, como siempre, ciega, sorda y muda. Mis palabras rebotaban en su indiferencia. Estoy segura que creía que en su vida ya había cumplido conmigo porque se jactaba ante cualquiera que quisiera escucharla: Ésta sí que tuvo suerte, fue concebida con mucho amor. Como si haberme deseado hubiera sido el único compromiso conmigo y con su vida. Pensé en la mía, se me apareció cruelmente patética, entonces decidí fugarme, alejarme para siempre de tanta mugre. El berretín de la huida no me dejaba vivir ni dormir en paz. Fui preparando todo con cuidado, sin chistar y una noche estrellada me esfumé, la luna tenía forma redonda, con ojos grandes y hasta me pareció que me hacía un guiño cómplice. Su luz iluminó la loca carrera hacia la estación, llegué con pasos rápidos, ajenos a mi inmenso cansancio, acurrucada en un asiento, esperé al tren con desdicha, es cierto, pero también con un alivio descomunal. La inconfundible pitada, anunció el arribo. Subí con rapidez, quería llegar a un lugar seguro y tibio. Sólo necesitaba reposar.
Ya ni me acuerdo cómo fue que caí a la pensión de Aragón. Conseguí una pieza oscura, de paredes humedecidas y malolientes y allí comencé a entregar mi cuerpo. Ahora voy a elegir a quien tener encima, seré lo que llaman una prostituta, porque cobraré por mi trabajo. ¡Ojo!, no es lo que deseaba para mi vida, no me hace sentir orgullosa, es un trabajo que mancha, magulla, rebaja.
Pasaron varios meses y una mañana, viéndome como me vi, recordé a los ángeles protectores del conventillo de mi infancia, ellos sobrevolaron el lugar y se metieron en mi cabeza. Pensé en doña Lola, sus palabras siempre rondan, cuidan, avivan los sentidos. Acordate siempre de una cosa piba.- decía- si te casás virgen, los hombres después te respetan más. ¡Pobre Lola, si supiera...! A esa gorda bonachona la tengo eternamente conmigo, me daba buenos consejos, y eso siempre se agradece. También pienso mucho en Julia, la chica rubia de la casa de enfrente, ella andaba vestida como una dama, blusas de poco escote, peinada con una cola de caballo larga y prolija, siempre impecable. A las siete de la mañana tomaba el ómnibus que la llevaba al trabajo, era secretaria en una fábrica. Cuando me fui del conventillo ya éramos amigas. Recordando lo hermosos momentos vividos con ellas, las fui a ver, ellas de algún modo, acunaron mi infancia con calidez. A Lola le conté que andaba buscando trabajo, que había perdido el que tenía, yo ni chistar con lo de prostituta. Le hice ver que hasta para un puesto de mucama me pedían referencias. Se las pedí, como es analfabeta, la carta la escribió Julia. Ella sí estudió, progresó, si hasta tiene novio con coche, lo que se dice un buen partido, me alegro, se lo merece. La carta quedó fenómena, yo era una chica buena y trabajadora. Al final decía la pura verdad. La gorda me dijo que tenía que ir vestida sin tanta mezcolanza de colores, aparentar mejor pinta. Por eso me prestó un traje azul marino, discretito, justo a mi medida, me dijo que se lo olvidó una tal Marión cuando tuvo que salir cagando, huyendo de un amante violento. ¡Qué historias las del conventillo! Con ese traje sastre tendría una facha mejor. Vestida así, como una mujer elegante, me presento en cualquier momento a una oficina de empleo.
Hace días que ando muy rara, como buscando esa luz que siempre faltó en mi vida. Abandonar este oficio no me resulta tarea fácil, pero lo haré. Se lo prometí a la Virgen y a ella no puedo fallarle. Ya pude ahorrar algunos pesos, como para ir tirando mientras encuentro otro laburo. Estaba con todos esos pensamientos llenándome el mate, cuando golpearon la puerta. Era Ferreira, un cliente. Me pidió una cita para la hora de la siesta, a la mujer le dice que va al mercado, primero viene a mi habitación, en media hora queda libre y se va tranquilito a hacer las compras para la verdulería. Es un buen hombre Ferreira, medio osco y taciturno, pero bondadoso. No me pide cosas raras y es generoso, siempre deja, junto con la paga, una fruta arriba de la mesita de luz. Es su manera de agradecer. Le dije que sí, y el nudo que se me hizo en la boca del estómago me avisó que ésa, sería mi última vez. Llegó puntual, comenzó a desnudarse, acomodó prolijita la ropa que se iba sacando en la única silla de la pieza, me dijo que la mujer lo tiene repodrido con el orden, y que ya estaba acostumbrado. Yo, preparada, con el tiempo fui aprendiendo a ir al grano, sólo tuve que sacarme la bata, me acosté en la cama boca arriba, mi cuerpo y mi mente galopando cada cual por su lado. A las manos torpes y ásperas de Ferreira ni las sentía, andaba con la mirada distraída en las formas que habían tomado las humedades en la pared que ya ni el póster de Palito Ortega las disimulaba. Dirigí mis ojos hacia el rincón derecho del techo, descubrí un hueco oscuro. Nunca antes lo había visto. Noté que alguien nos estaba espiando acurrucado en la oscuridad cómplice de la habitación. ¿Sería el hijo del matrimonio de la pieza de al lado? Tiene apenas diez años y siempre corretea con una sonrisa en cada esquina de su rostro. Es un buen pibe el de la pieza de al lado. Seguro que es él; miré el orificio con vergüenza, completamente lejana a los arrebatos de Ferreira. Ni bien se fue me bañé con agua fría, bien fría, froté mi cuerpo con furia, mucha furia, deseando barrer de él, tantas caricias inútiles.
Desde esa tarde, ya no pude calmar mi espíritu. Pienso todo el día en la cavidad del techo escondiendo esa mirada que grita enfurecida colmando mis pensamientos. Ella me quiere hacer saber que recorro un camino equivocado, sucio, indigno. El eco rebota en las paredes y sin piedad atropellan mis oídos. Sí, me tengo que ir, dejar este laburo, comenzar en otro lugar una nueva vida. Es el minuto exacto, se lo prometí a la Virgen, y a ella no debo fallarle. Con lentitud y decisión comienzo a preparar lo poco que tengo. Acomodo todo en la valija de cartón marrón gastado. Recorro con entusiasmo cada rincón de la pieza, teniendo la certeza que cualquier lugar será mejor que éste. Pienso en mi madre, nunca más la vi. ¿Para qué? Ella eligió. ¿Será feliz? Bueno, a mí qué me importa, murió el día que no creyó en mí. Ya estoy lista, tengo todo preparado, detengo por un instante la mirada en el hoyo del techo, en ese hueco apagado, solitario, fantasmal, que logró cambiar mi destino. Estoy medio atontada, las dudas empañan mi mente. Sacudo con fuerza la cabeza, no es momento de arrepentimientos. Cuando estoy por cerrar la puerta, escucho que alguien se desliza con suavidad por el techo y se va acercando al agujero. Pensando que es el chico de al lado, invento una pelota hecha con hojas de diarios abandonados, con decisión la arrojo hacia el boquete. De repente, una rata gris de larga cola, salta asustada huyendo hacia la calle por la puerta entreabierta. Quedo alterada, con una mezcla grotesca de desbarajuste y confusión. Estoy tentada, salgo riéndome a carcajadas. El misionero de la Virgen, pequeño, huidizo, inesperado, va punteando mi camino.


Ada Gil-Rosario-Argentina






Alibel Lambert


Si pudiera fundirme
En un espacio del tiempo
Elegiría sin dudas
Que sea ese momento
En que abrazada a tu cuerpo
Yo sueño que voy naciendo
Viviendo una vida nueva
Queriendo como te quiero
Para que nada, ni nadie
Perturbe el mundo secreto
Donde se encuentra las almas
Que van amando en silencio
Que van llenando la aurora
Con sus gemidos y besos
Y otorgan sol a los días
Con un mar de “te quieros”
Dos cuerpos que se amalgaman
Fundidos en mismo fuego
Y van creando caricias
Caricias de un mundo nuevo
Que es parte del universo
Del que tú y yo somos dueños
Y hacedores de momentos
De momentos solo nuestros
Donde tu alma y la mía
No saben ya de secretos
Y se funden cada día
En el más cálido beso





Albert Lambert-Rio negro- Argentina








“El rostro oculto”




     Sin saber y sin pensar nada en concreto su mirada ocultaba la pena vivida. Cada surco en su rostro tenía un porqué. La tibieza de su leve sonrisa mostraba la pena vivida por el amor no correspondido de su amado. 
     La envidia de los otros la alejaba de lo más preciado por ella por ese afán de separar a las almas gemelas solitarias profundamente enamorados uno del otro. Las intrigas los llegó a separar sin saber que en lo más interno de su ser y en el fondo del corazón habitaba ese amor ardiente que quema el alma. Amor, que al sentirse atrapado por las penurias de los dichos, no le dejaron siquiera dar la oportunidad de crecer. Como siempre se dice que “la razón tiene razones que el corazón no entiende”. Se diría que un corazón en llama que mana la miel del amor por ese único ser que lo completa todo.   
     El alejamiento de ella deja al corazón de su amado lastimado y hundido en la tristeza por no saber el porqué de su comportamiento.
“¿Por qué...?”
     Y no hay palabras que puedan responder a la intriga implantada entre almas separadas por aquellos que envidian el amor puro entre jóvenes que se aman con fuerza incontenible.
     Paulina, porque así se llama la protagonista de la foto que yace sobre la mesa de entrada al departamento, en una apariencia quisiera dejar atrás los chismes y las calumnias de aquellos que se prestaron a tanta bajeza que no pudo continuar el incipiente amor. Foto de los días posteriores al desamor después de la desilusión.
     Amor, que al sentirse atrapado por las penurias de los dichos, no le dejaron siquiera dar la oportunidad de crecer. Creyéndolo todo se alejó sin más en el intento de dar por cerrada toda chance de felicidad.
     Pero lo que ella no sabía que todo fue inventado por esas otras que se dicen amigas y son simples seres perversos y macabros que no pueden ver la felicidad y la alegría ajena. Dichos infundados con un grado de malicia tal para verlos separados sin un destino juntos.
     Ella, dejando atrás todo ese sueño de amor inolvidable, se refugió en la soledad muy lejos sin decir nada a nadie. Ni su dirección ni el pueblo al que se mudó. Ni un rastro de ella pero ahí está su rostro con una leve sonrisa forzada que esconde esa triste historia de amor vivida.
     Ya conocía de viejas historias de amores separados por la perversidad y la infamia de almas egoístas que codician amores bellos y envidian la felicidad de los demás sin importar nada. Concretaron la finalización de los sueños de amor de estos dos jóvenes Paulina y José.
     No pareciera que Paulina que luce apacible pero que se siente no correspondida por los malos entendidos sembrados con la fuerza de un tornado bravío y destructivo.
     Ese rostro pensante y apacible ya dolido de amor guarda otros dolores de penas de un padre fallecido con cáncer que apareció como en un abrir y cerrar de ojos. La pena de la partida inesperada de su padre y la pérdida de los sueños de amor hacen apacibles ese rostro maduro por golpes que la vida siempre ofrece como parte del crecimiento en todos los órdenes para madurar como persona. 
     El triunfo de la realidad impuesta obedece a la irracionalidad del pensamiento de Paulina en ese contexto de pueblos de la Cordillera de los Andes. Pensamiento que estuvo retroalimentado por las épocas de la inmigración de sus progenitores oriundos de lejanas tierras del viejo continente europeo de comienzos del siglos XX, específicamente de 1912. Esa Andalucía que marcó a fuego destinos inesperados con costumbres ya experimentadas de pueblos antiguos con batallas por disputas de poder luchando por conquistas de nuevos terrenos para ampliar reinos.
     Su pensar influenciado por ideas conservadoras con reglas rígidas, muy estructuradas y creyentes del que dirán sin reparar si lo dicho es verdadero o falso careciendo de fundamentación alguna.
     Su rostro enmarcado con ojeras bien oscuras de lágrimas derramadas mostrando desvelos nocturnos sin casi pegar un ojo. Sus manos guardando como cuidando su cara y su corazón dando calidez de su propio sentir. Las pulseras y anillos de su mano derecha muestran el soñar por una recuperación de un corazón apenado esperando una nueva oportunidad.
    Las manos resguardan después de la caída esperando un nuevo despertar.





Ana María Manuel Rosa-Mendoza- Argentina





 Simbiosis







Separadas
por mundos 
se buscan
se tocan
En pánico
y arrastrándose
escuchan las señales
Para no destruirse
aislados eslabones
recomienzan.





Ana   Romano-Buenos Aires- Argentina






Dunas













El dolor del viento 
clama su furia.

En la arena de las dunas
el eco del desierto 
deja su huella.

Y en una “jaima” 
perdida
los hombres azules 
también aman,
con el silencio
de los volcanes 
cuando duermen.


Antonio Monzonís Guillén-Valencia- España



El sueño de Alicia




¿Hacia dónde va el espejismo de un insondable sueño?
quizá a tocar en nebulosas la alquimia de un ratón,
ajando rosas parlanchinas en espejo feérico,
sobre el reinado ajeno, donde se extravió la ilusión

¿A dónde va la gentileza de unos labios cereza?
quizá a buscar el maullido absurdo de un gato rizón
convertida en un mutante, el alma cual ave aritmética
vacila entre la fantasía y la certera razón

La soberbia, desnuda rosas de  pálido fulgor
tinte sepia tras lápiz de maravillosa visión
pinta sensualidad sobre rizos del color del sol
que permanecen dormidos en la basta inspiración

Agridulce es la mora, que sabia aconseja en enigma
la locura lleva sombrero, una marmota y sonrisa
corazones de croquet  es donde se juega la vida
sobre el dual laberinto insólito, del sueño de Alicia.






Araceli García -México















Principios dolorosos




Sólo me quería
para presumir 
de trofeo
que basa vanos éxitos


Exaltaba el ritmo
con verbos incandescentes
que falsean eternos halagos,
por afán de lujuria


Hasta
que
con
un
infarto
de
versos
concisos
cadencia
sinfónica
y
voz
llana
propuse
amor.







Begoña M. Bermejo- Guadalajara España





Se anidaron en mi cabeza






Vuelan pájaros y se van anidando en mi cabeza,
Sus picos retozan y van hilvanado trenzas 
de las que fueron cabellera irreverente al viento..
Tal vez una forma dulce de dominio?
Tal vez…
Y me elevan con sus picos a intentar 
Contar estrellas, más en las cornisas
de unos ojos tristes un hilo de salobre lagrima
Viene rodando como piedras de canto.
Como llanto callado…
Llévame en tus alas gorrión taciturno
Solo veo noches como el azabache,
guía mi mirada, anda luego dime:
¿Cuántas aristas tienen las estrellas?
¿Dime, si la que veía desde mi silencio
existe en el cosmos, o es solo estela?
Y si a los pichones le salieron alas,
que me traigan flores, pistilos y mieles,
y muchos cocuyos, que sean los faroles
para darle luz a  mis ojos tristes...
Noches de azabache, gorrión taciturno.





Carmen Guzmán Cedeño.Cumana- Edo Sucre-Venezuela

…solo tú

Mi pequeña  contribución para homenajear a la amada...
(Recitada en el ágora de León)
(Fragmento)





...solo tú explicas
porque solamente tú
conoces.
Solo tú auguras, evocas,
ensalzas, castigas
o ruegas.
Solo tú.

Solo tú luces
el reflejo fiel
de los ojos ebrios,
de la boca en verso,
de los negros duelos.
Porque sudas tinta
indeleble,
porque tiñes de esperanza
las mentiras verdaderas.
Porque tus noches escudriñan
_desde la quietud del viento_
quién realmente fue, es
y será,
la guía que te guía
tierra adentro…






Concha González Fernandez-Leon-España








Oscurece











Escribo sin más premura
que verme en la palabra.
Ella se desvanece en la vacía nube
donde la tormenta no llega.
¿ Por qué truena sin rayo ?
¿ Por qué muda el sol 
 en el manto de la luna?
No es misterio el latido.
Me silencio.




Consuelo Jimenez- España












Llueve





para demorar la tarde,
reposar los ojos
en el ruido y detenerse
en la página que enmarca
alguna nube descendida

llueve
para postergar
la visita de amor combativa
diferir trámites ciegos
deponer suposiciones
y aclarar  malos entendidos





 Diana Luz Bravi-Rosario-Argentina








En los días sin niebla






En los días sin niebla
nacen las flores rojas,
y con los soles tempranos
de sus penas despojan
a los amores tristes,
al mal aire que sopla
cuando la luna oculta
su carita redonda,
cuando tus labios
saben quedarse sin ropa.
Y entonces saben mis ojos
abandonar las sombras,
acercarse despacio,
en silencio, a tu boca,
y abrir mis besos en ella
como la flor que deshoja,
pétalo a pétalo, el aire
que se llevará tu aroma.
En los días sin niebla
nacen las flores rojas.



Esteban Cabrejas Martín- Madrid



Murmura
De Pupilas voraces

Murmura
 aislada, impotente.
los años sucumben 
por los atajos.
El violador es el ultrajado.
Él, anuncia 
La libertad por las calles.
La víctima 
encierra en su cuerpo
una celda de castigo.
Se desliza el billete como 
lava hirviendo 
por sus manos.
Perfora sus lágrimas 
y herida de vida
agrega  un vestido nuevo.





Etherline Mikeska-Neuquen-Argentina














Tarde ventosa







Se ha secado la tarde, y un murmullo de voces
de inmediato me avisa
que el viento  ha llegado
corriendo deprisa.
El paisaje se nubla, el sol borroneado
inmóvil se eclipsa.
El viento toma un sonido prestado,
cuando se desliza
por las cuerdas vocales de algarrobos y pinos,
de eucaliptos, de álamos, y de la humilde brizna
de hierba que pace en la vía.
Persignándose están los árboles altos
o saludando al ave que esforzada esquiva
el implacable puño de algún genio invisible.
La tarde gira
y con loco remolino de hojas muertas y vivas
de ramas, de piedras, de polvo y ceniza
va escribiendo en la tierra profanas palabras
sin pausa ni prisa.

Ezequiel Feito- Buenos Aires-Argentina





Barrueto

Como le digo, de acuerdo con el mapa, por aquí debería estar Barrueto.

 ¿Cuándo? Era fines de un marzo, la media mañana brillaba mientras buscábamos, en medio de esos espacios casi marcianos, donde comprar algo de pan fresco y queso de cabras.

Luego de viajar horas por sobre unos roqueríos manchados por óxidos verdes, azules o rojizos, tratando de alcanzar un horizonte de arenas opacas, eternamente golpeado por el sol, el viento y las heladas nocturnas, y en medio de un calor de infierno, en ese casi mediodía, encontramos el tremendo agujero en la pampa.

Ya en el borde del mismo apareció, fantasmal, un letrero de lata, colgado de cadenas mohosas y chirriantes: “Barrueto” y más abajo en letras salpicadas por pedradas “pu blo minero”.

 Como le decía, si queremos pan y queso deberemos bajar hacia donde indica la flecha pintada en el aviso, si es que en alguna parte de por allí, sea lo que sea, está el mentado Barrueto.

Tal cual lo vio usted, sin mayor aviso, la huella, en lo que se va transformado el camino, se sumerge en una larga bajada en espiral hacia la izquierda. Es un largo caracol de grava suelta, que más que salpicada de rocas, rellena los espacios que hay entre éstas. Cada arista, cada prisma, o vértice, es una garra  ciega buscando algo que herir. Le da igual sean pies, ruedas, o pezuñas.

Ya se dio cuenta lo larga que es la bajada, siempre girando como un remolino terroso.

 Allá, al fondo del enorme cráter, se agazapan las cubiertas oxidadas de las chozas de Barrueto. Justo al centro de todo eso trata de esconderse, entre la semibruma que es el sol a través de los granos de tierra que flotan en el mediodía, una plaza más triste y seca, si se puede, que los ríos de polvo calcinado que son las calles del pueblo.

Ya en el poblado, lugar de silencios abrumadores, no se verá gente alguna, solo sombras y alguna mancha de luz; solo muy de vez en cuando cruza por allí algo como un vientecillo fantasmal, o el reflejo de un espejismo cruzando de las sombras a la luz, que semeja un arriero y alguna mula, o una viejecilla arrastrando su antiquísimo luto.

Barrueto no es más que un profundo hoyo en medio del desierto. El mismo lugar lo es; la mayor parte es una ruina repetida, y ampliada, de adobes oscurecidos por miles de soles y desgastados por alguna lluvia que equivocara el rumbo en el pasado no tan reciente. En algunos muros, con cal y algo de barro, se ha intentado, inútilmente, cubrir las cicatrices. Solo que la inercia del tiempo ha ganado. Ni un pozo, cisterna, o acequia. Solo polvo, piedras, y adobes en el suelo.

Barrueto, ya se dio cuenta, es un pueblo minero. Su gente va por debajo de la tierra como esos gusanos manchados de negros que horadan las cajas en el cementerio, solo que los habitantes de este pueblo van sucios de hollín de velas y carburo. Esos andrajos caminantes escavan largas y estrechas galerías como las termitas en los troncos de los árboles muertos de la plaza, para hallar apenas unos pedruscos pintados de verde/cobre, y con ellos algo de vino y menos pan.

También de vez en cuando encuentran el tiempo de la siesta larga.

En Barrueto el día dura menos que en otros lugares: la luz tarda en bajar hasta la hondura de sus calles. Claro que alumbra primero los retorcidos restos de árboles, que como manos muertas escapando desde el suelo, se alzan contra el borde poniente del hoyo en donde yace el pueblo. Luego, ya casi a media tarde, la luz abruma al cementerio, que está al oriente de todo, y se queda allí entre flores de papel y o de lata.

Pues  ya sabe que Barrueto es un pueblo subterráneo. Vive bajo las raíces, largas como hilachas, que cuelgan desde los flacuchentos arbustos que se crían a la buena del sol por lo que fueran los patios y calles.

En Barrueto hace siglos que no llueve.  

Por las calles, o patios, de Barrueto no se ven niños, ni mujeres, menos muchachas y ancianas; hay solo un rumor de rosarios a media voz que se adivina por los portones de lo que fue la Iglesia. Allí, frente de la plaza y al lado del cuartelillo en donde alguna vez dormitaba un desaliñado policía, hubo un odeón y unos escaños. Esto es a la caída del sol, pues ya de tarde oscura, algún golpear de vasos, o aletear de naipes, espantan el mutismo de las sombras que rodean la plaza. Ya más de noche, desde los boquetes negros que parecen ser puertas, brotan, furtivas, manchas amarillentas.

Y también esos silenciosos pájaros que son parte de paisaje de la noche.

Tal cual se lo digo, ¿o no lo he dicho? tras la iglesia, entre hojas secas de maíz y mazorcas colgado de los horcones ahumados y terrosos, en donde unos arañas flacas y color tierra trataban de cazar algo inconfesable, una viejecilla del mismo color de los adobes del pueblo, nos vendió, a precios de oro, unos panes duros y un queso mucho más viejo que ella misma. Y unos tragos de agua del pozo que dijo era el único del pueblo.

Como le digo, según los mapas, en este lugar debiera estar Barrueto.  Ahora ya es fines de marzo; en la  media mañana usted busca algo de pan y queso, montado en ese tremendo camión, que no sé cómo llegó hasta acá.

Aquí abajo hay solo unas ruinas bajo techos oxidados y sobre nosotros estos esqueletos de árboles muertos hace siglos.


 Al igual que nosotros mismos.

Fran Gris- Chile
Lo real

Después de una Lectura de Emmanuel Levinas




Lo real 
es lo  que queda de un hombre
después del sueño del conocimiento.

Reunir esos fragmentos
es leer las manos de dios 
en su día cero.

Vuelto el rostro
en un curioso más adentro
donde la pregunta es el otro irreducible.

Pararse de nuevo 
ante un huevo o una semilla,
antes que sean otra vez el pájaro y el árbol.

Cada día tiene algo del último
donde toda construcción será ceniza.

Menos 
esta visión esperanzada,
de la luz del tiempo
entre las hojas.
Que deja caer las frutas de maduras
y que al abrirse la noche 
con el alba.
Nos hace interrogar lo que ha quedado.






Héctor Berenguer- Rosario-Argentina











La Patria 
La palabra patria es muy grande. Es tan enorme que los labios me tiemblan al nombrarla. Salgo a la calle y un pibe descalzo me pide un peso. Lo miro a los ojos y descubro que su mirada está apagada. El país lo dejó sin en el Cuento de las Buenas Noches. La patria entonces me duele. Es un dolor que se me instala en el costado.
¿Tanto cuesta comprender que si alguien camina descalzo el país todo se nos derrumba? ¿Por qué en el país del trigo no somos capaces de multiplicar los panes? Si acá tiras una semilla y crece, ¿por qué nunca nos germina la cordura?
Los cuatro climas de los que gozamos se empecinan en azotarnos con granizo y temporales. Siempre estamos atascados en alguna crisis. Siempre vemos nubarrones en lugar de inventarnos un cielo diáfano.
El dulce de leche no basta para endulzarnos el paladar. Las huellas digitales sirven para el pulgar del documento, no para reafirmar nuestra identidad. El trazo de la birome firmó leyes tramposas. No tuvo el coraje de la poesía. Se dejó ganar por la ascética perfección del pragmatismo. El colectivo es un invento argentino. Los sueños colectivos en cambio, representaron ideales que quedaron sepultados  bajo los escombros del egoísmo.
La patria es una banderita argentina que flamea en las manos de un niño. Ese gesto basta para que exista el futuro. ¿Qué más necesitamos para creer en nosotros?
La patria es una escarapela y el río Limay. La cara de un amigo y el Tupungato. Los tangos de Gardel  y el fuelle de Piazolla.
La patria es un pibe lustrando zapatos. Es un banco de una plaza, un jubilado, un albañil, un doctor en leyes, un vendedor de garrapiñadas.
A la patria la lleva en andas un niño que espanta a las palomas en Plaza de Mayo. La patria viaja a la misma velocidad en el subte de Buenos Aires y en la bicicleta de un pibe que reparte diarios. La patria es el humo de un puesto de chorizos.
La patria es un lugar en el alma. Es sentir que la tierra que pisamos nos acaricia los pasos. Es el olor a sopa de los hospitales. Es ver crecer la espiga derecha, porque elegimos hundirnos con gusto en el vientre de esta tierra.
La patria es mirarnos a los ojos, es reunirnos con los amigos en el café, es una escuela de frontera, un gendarme, un hombre que ríe, una mujer dando a luz, un escritor, un grafitti que dice “Luche y vuelve”.
La palabra patria es muy grande. Es tan enorme que los labios me tiemblan al nombrarla.

Hector Fuentes- Argentina
Dilemas .






Estamos llenos de cosas complejas.
Por ejemplo,
esa rara manía de sentir sueño y dormir,
de tener hambre y comer,
batallar con la perversa monotonía mundial
de hacer las cosas, sentirse cansado,
y sin embargo ¡tarán!
tener que ocuparse en algo.
Cosa rara esa de amar,
anhelar los órganos universales
del cuerpo.
Cosa absurda esa de amarte, de no creerte
y creerte al fin, pretender abarcar tu vida
aún sabiendo que no te perteneces,
que te quitaron inesperadamente,
que te robaron una noche desierta
dos guerras desconocidas.
Cosa absurda entregarme a tu recuerdo, resistirme,
no hacerlo, ser tuyo y no ser tuyo al fin,
y por último, padecer esta apetencia intolerable de ti:
engullir tu nombre en las tres comidas
universales del día.




 José María Ortega-Perú







Resuena…









Resuena tu voz en la noche en que voy.
Gaviotas confundidas y en celo la llaman.
Inexplicable música practicándose en mí.
En los oídos del árbol de mi vida
suelen sonar como una melodía salvaje.
Mujer de ojos tristes. Estás tú tan lejos.
Soledad
OH soledad!
Me abordas con la fuerza de la ola socavando las tumbas sumergidas en la arena.
El tiempo tiende sus redes sobre un río misterioso, que jamás muda de curso; sólo cambia de orilla, borrando a su paso: sueños, rostros y agonías.
Corazón triste y pobre como un zapatero sin clavos ni herramientas ni zapatos, remendando solamente sus heridas por el amor abiertas.
Entre el mar y yo, aún quedan huellas delgadas en la arena.
Ven mujer en esta noche por el dolor substituida,
y enrédate en mis brazos como una madreselva,






José Rodolfo Espasa Muñoz-Argentina














La otra orilla.






Un mástil con una vela
desde babor a estribor,
un ancla con su cadena,
capitán y timón.

El paisaje difumina
hilos de plata en la mar;
dirección a la otra orilla,
el barco navega ya.

La otra orilla se acerca,
buenos vientos le guían;
la otra orilla se aleja,
el barco va a la deriva.

A veces, en la tormenta,
pierde la vida misma
y desde lejos le llega,
la otra orilla es poesía.

Y se siente capitán
de su barco y de su vela;
el timón, su talismán,
y en la otra orilla, poeta.







María Isabel Zapata Rives (Mabel Zabes)- España






Dejadme a solas con mi muerte





Dejadme a solas con mi muerte
que tenemos mucho que reprocharnos,
hemos compartido tanta vida juntos
y ahora, parecemos dos extraños,
que se añoran de una manera enfermiza
y se persiguen por las calles de la inconsciencia,
ya no sé quién va delante,
si ella y su desprecio
o yo y mi vulgaridad.
Esta actitud hipo-morfa
me está arrastrando a los confines de mi integridad,
augusta y regia dama de los creyentes,
para mí no eres más que una vulgar recompensa
a la desesperación vital que me acompaña,
seré efímero, pero no presa de tus garras,
antes de que llegues, enigmática,
a darme el último abrazo, ya me habré ido,
aniquilado a manos del verdugo que soy.
No hay lugar para la esperanza
en un corazón yermo,
ni amor que ablande la funesta soledad que me
[acompaña.
Muerte, furcia barata del poeta,
no recibirás favor alguno de mi alma,
no me esquives la mirada si te hablo,
ten el coraje de afrontarme si te llamo
casquivana apestosa que vas de cama en cama
y no haces asco a nadie,
atiéndeme esta tarde
y ya veremos al alba,
quién saludará a la mañana.




Manuel Díaz Garcia-España


Entre el ego y la humildad.








Les propongo poemas
como una escalera para dos,
momentos de nostalgia y acuerdos cotidianos, 
conjuros cómplices y gritos de rebeldía.
Les propongo que me lean 
no unas pocas veces sino hasta un millón, 
quiero levantar con palabras 
un puente entre ustedes y el escritor.
Les propongo el principio de la poesía, 
sin excusas 
y con excusas 
pero les propongo construir.



 Marcelo Roberto Galán-Córdoba- Argentina











Visión.
Del Libro: La Raíz del Alma




Mientras escribo un poema, tú te callas,
¿Qué guardará tu voz y tu mirada
que se esconde a mi pluma
y huye a mi mirada?
Mientras escribo un poema
tú me aguardas en el umbral sombrío
de la casa.
¿Qué mágico misterio tus manos encontraron
para quedarse quietas?
¡Ay palomas cansadas!
Mientras escribo un poema tú sonríes
!Qué sonrisa tan honda
se ha posado en tu cara.¡
¿Qué pensarás? me digo,
¿Qué sentirá tu alma
para irradiar tan hermosa mirada.?
Mientras escribo un poema
tú te vas hacia el alba.
No te vayas, te pido, 
¡Quédate en mis palabras.!
Mensajera de sueños
en la tarde callada.


María Cristina Cordido, Azul, Argentina



Señas de identidad



Mi voz es la de Eva pecadora
la misma que alentó
mi flecha de amazona
y lloró soledades
del castillo cautiva.

La selva oyó el sonar de mis tambores
y los cielos mis gritos en la hoguera.

Luché contra el francés en Aragón
y contra España en Venezuela
soy Penélope fiel
y Mariana Pineda.

Luché en Marruecos y en Argel,
seguí a Dolores por cárceles y exilios
y de Vietnam aún llevo cicatrices abiertas.

Hiroshima me vio regar su suelo
y el Sahara bordarle su bandera.

Me buscaron sin cesar en Argentina,
de Uruguay lloré torturas y tristezas
y en Chile, puesta en pie,
cantaba con Violeta

soy Juana, Alfonsina y soy Gabriela
el desierto conoce mis noches sin fronteras
y el Caribe los días que anduve por la sierra.

Soy la mujer
la mujer que parió los hijos todos
que pueblan el planeta.

Soy diosa que camina
buscando paraísos en la Tierra

siempre amando sin descanso
siempre creciéndome sin tregua.

Maribel Lacave- Canarias- España

Poetas desnudos 

... La desnudez del alma y del cuerpo de los poetas con el universo es una melodía de amor y emociones diversas que entonan la canción más hermosa en el silencio de sus corazones. Se fusionan en una extraña e intrépida danza de versos y confidencias que solo comprenden quienes se sumergen desnudos, tal como son, sin dobleces ni extrañezas en una empática sintonía con la naturaleza. El sol, la luna, las estrellas...el arcoíris henchido con colores de fiesta deja caer su último rocío sobre el club de los poetas desnudos, bañándolos con aromas, perfumes de rosas y violetas que al amanecer y al anochecer susurran en sus oídos las más bellas palabras de amor, mientras sus corazones, palpitando febriles en los siete cielos de Dante no envejecen nunca, no. Tampoco mueren los poetas. 
Van junto a sus versos a la galaxia que los acoge aunándolos con ésa singular diferencia donde todo se transforma pero no desaparece. Es un mundo inexplicable, donde la brisa acaricia sus cuerpos, mentes, emociones, almas y espíritus...en una simbiosis plena de ilusiones, sueños, anhelos y esperanzas donde no caben distancias ni frontera, tiempo,...Eclosionan desde su ser más profundo con la desnudez que les entrega su ser más amado y sincero. No puede existir la mentira en el mundo exquisito y puro de los poetas. 
El sol gira buscando a su luna, y ésta a su vez gira también buscando su resplandor. No es un cuento de hadas o de ángeles. Es un misterio divino y amable donde habita el Creador: a fin de cuentas, ha sido y es Dios mismo el primero, el más grande y mejor poeta construyendo y construyéndonos con su hálito de AMOR. 
El amor no necesita vestirse. Se muestra desnudo, puro y apasionado entregándose generoso - no existe otra clase de AMOR - 
Ser poeta es un milagro más de la creación. Y a su semejanza e imagen, todos fuimos y somos como Dios, poeta inmenso, eterno e infinito. El alma del poeta no es sino el reflejo del ser de ése amor divino y creador donde los ojos y los oídos, el tacto, el gusto, olfato...cobran una dimensión de éxtasis creativo que es imposible evitar. 
Es una NECESIDAD, explosión de creatividad e imaginación que se hacen realidad. 



Nieves Merino Guerra-Gran Canaria-España

Abres tus ojos

Abres tus ojos 
con las manos despliegas el viento 
mientras el cielo envuelve
el rocío de tu piel 
hija mía
dulce albor de la mañana
desperezas en mí toda la tierra dormida 
narcisos de aire 
agua de sol y tu sonrisa. 







Patricia Cuaranta-Rosario- Argentina




















Las distancias se pintan en maletas de azules…

Las distancias se pintan en maletas de azules etiquetas
bisagras oxidadas…equipaje sabido de memorias 
en épocas de calendarios …en que se lean mis diciembres
épocas de pasajes…
de ida y vueltas… 
guardando ausencias indolentes
tantas veces contenidas…por ir a verte
con el dulce perfume de flores disecadas
porque cae la nieve … 
y ellas no crecen en mis sábanas…
aunque mi piel de madrugadas 
continuamente te reclama.

Miro líneas…
convencionales…imaginarias
…!!! Qué pena , para mí …qué pena ¡!!
porque hacen que te recuerde en las distancias…
que se pinta de arco-iris diferenciando
lo físico de tu mar transparente, 
y pintan de azúcar impalpable mis montañas…

…y esto de lo político de límites y diagramas…
yo lo siento y lo borro porque no existe 
entre tu cuerpo ausente con mi alma…
…entonces para extrañarte menos…
escribo
escribo poesías atrevidas …
desenfadadas…
y aunque no me leas…
te escribo también 
haciéndome la fuerte…
….largas cartas.

Y en esta mañana…
gris, de este otoño que no avanza
junto relojes de tiempos en la ausencia de la casa
y les grito sin pausa ni consideraciones…
¡!! que avancen…
que no se detengan…
que avancen…!!!

Pilar Ferrer- Ushuaia-Tierra de Fuego- Argentina

¿Y tú?



Un largo silencio.
Mi pluma descansa,
igual que la musa
que me tendió su mano.

El vaivén de las cosas,
la luz y las sombras
de lo que es la vida.
¿Ya todo esta dicho?
¿ya todo está en calma?

Lo que más cuenta,
lo que más importa…
¿Supe amar o tan sólo
fue un sueño,
una ilusión,
un deseo?

La pregunta me espera,
no tengo respuesta.
¿Y tú?.










Rafael Serrano Ruiz-Madrid- España









A Theo Dorgan






El poeta que le habla a su padre
me conmueve.
El también se siente impotente
porque la muerte
le ha arrancado la posible respuesta
El también lo recuerda con ternura
y se culpa de su vida
con la libertad que cree tener
frente a ese hombre
que hizo siempre lo que tuvo que hacer
Almas gemelas y lejanas
réplicas de corazones angustiados
que tienen en común
la poesía.








   Susana Corradetti- Buenos Aires- Argentina.














Conquistadora



Me tomas de la mano,
me ves a los ojos en silencio,
y vuelcas el alma intensa,
en el suspiro apasionado,
que rompe con la armonía del atardecer.-
Te insinúas en un beso,
me dejas herido,
en la dulce herida que deja la seducción,
me abrazas, me rodeas,
me agitas, me haces bandera de la vida,
me robas un poema,
me arrojas a las musas líricas,
eres impía y pertinaz en el juego del amor.-
M conquistas en cada batalla,
en la cual encantado soy el derrotado,
pues hábil y dulce,
con los dardos al corazón directo,
me has dado una y otra vez,
para que subyugado,
a tus oídos mis odas cante,
en el dulce y feliz canto,
que el amor inspira,
pues tú reina,
sutil y tierna conquistadora,
me robas todos los poemas,
todos mis versos encendidos,
me robas la vida.-



Victor Kartsch-Encarnación- Paraguay



Indice de autores de Espacio del Poeta Julio 2017





Nombre 1ºApellido 2ºApellido titulo Pais Orden Pag
Ada  Gil

Ya no quiero trabajar de puta Argentina
80
1
2
Alibel Lambert

Si pudiera fundirme Argentina
80
2
8
Ana María Manuel Rosa El rostro oculto Argentina
80
3
9
Ana   Romano

Simbiosis Argentina
80
4
11
Antonio   Monzonís Guillén Dunas España
80
5
12
Araceli García

El sueño de Alicia México
80
6
13
Begoña M.  Bermejo

Principios dolorosos España
80
7
14
Carmen Guzmán Cedeño Se anidaron en mi cabeza Venezuela
80
8
15
Concha González Fernandez sólo tú España
80
9
16
Consuelo  Jimenez

Oscurece España
80
10
17
Diana Luz  Bravi

Llueve Argentina
80
11
18
Esteban  Cabrejas Martín en los días sin niebla España
80
12
19
Etherline Mikeska

Murmura Argentina
80
13
20
Ezequiel Feito

Tarde ventosa Argentina
80
14
21
Fran   Gris

Barrueto Chile
80
15
22
Hector  Berenguer

Lo real Argentina
80
16
24
Hector  Fuentes

La patria Argentina
80
17
25
José María.  Ortega

Dilemas Perú
80
18
26
José Rodolfo  Espasa Muñoz Resuena… Argentina
80
19
27
Mabel  Zabes

La otra orilla España
80
20
28
Manuél Díaz García Dejadme a solas con mi muerte España
80
21
29
Marcelo R. Galán

Entre el oro y la humildad Argentina
80
22
30
María Cristina  Cordido

Visión Argentina
80
23
31
Maribel  Lacave

Señas de identidad España
80
24
32
Nieves  Merino Guerra Poetas desnudos España
80
25
33
Patricia  Cuaranta

Abres tus ojos Argentina
80
26
34
Pilar Ferrer

Las distancias se pintan en maletas…  Argentina
80
27
35
Rafael  Serrano Ruiz ¿Y tú? España
80
28
36
Susana  Corradetti

A Theo Dorgan Argentina
80
29
37
Victor Kartsch

Conquistadora Paraguay
80
30
38