viernes, 1 de julio de 2011

Revista nº 8- ESPACIO DEL POETA




         Revista  N.º 8 -  ESPACIO DEL POETA
                              REVISTA LITERARIA DE HABLA HISPANA
                                                                                      Julio 2011














                                 Autora  Plástica     Cristina Del Ama          Payaso.- Óleo    2009
















                                         El viento 
             I

Como al descuido,
por la vereda
camina el viento
bajo la siesta.

Lleva en sus manos
las hojas secas
que ha robado
sin que lo vean.

En su bolsillo
lleno de tierra,
canción aguda
su flauta lleva.

Cuando la toca
lejana suena
como si el canto
no fuera de ella.

Sólo una nota
como una queja
suena en sus labios
furiosa y tierna.

II

Camina el viento
por la vereda,
le trae a un niño
que enfermo vela,

nana de nubes
para que duerma
y un dulce beso
de agüita fresca.

Vuelve a su casa
cantando apenas
con sus bolsillos
llenos de tierra.

Gorra de nubes,
hojas y arena.
Presa en su flauta
la muerte lleva    
                                                  Por  Ezequiel Feito-Buenos Aires- Argentina











                                EL SEMBRADIO DE LAVANDAS



Desde la ruta, camino a Cruz del Eje, podía verse el sembradío de lavandas.  Se movían vivaces  en la brisa mañanera que atravesaba el plantío de la llanura.
El verdoso plateado de las hojas se definían en flores azuladas, y se extendían densas,  formando una gran nube luminosa y aromática .
Impetuoso, ese hondo perfume que se desprendía licencioso, se apoderó de mi cuerpo y mis sentidos.
Sin vacilar comencé a caminar con prisa por el  sendero que llevaba a la plantación, aligerando el paso entre las flores que excitaban mi respiración. Cada golpe de mis zapatos sobre el pedregullo del atajo, retumbaban en el sembrado y en el ostensible vaho del aire. Sobre un costado del amplio cultivo estaba enclavaba la casona, con sus tejas rojas y amplios ventanales. Las sierras de tierra negra y los árboles frondosos protegían el lugar con sigilo, formando un brazalete ingenioso.
Henchidos, estaban mis pulmones y mi corazón. Sobre mi piel corría un sudor oloroso y abundante que cubría mi rostro y mi cuello, como en bautismo celestial, por ese aroma del perfume de lavandas. Caminaba, tal vez, con una ignorada cuota de deslumbramiento.

Un joven dorado por el sol, salió a mi encuentro. Vestía una fresquísima camisola traslúcida, sombrero de paja con ala ancha y alpargatas blancas y suaves. De sus manos brotaba tierra húmeda y olor a lavanda. Me dejé llevar, me consagré al ensueño y a la fantasía de ingresar a un paraíso placentero.
El joven afectuosamente abrió la amplia puerta de rejas, que daba a uno de los salones de la casona. Ingresé con regocijo. Había allí flores azules, tubos de ensayo, esencias y alcohol apilados sobre la mesada de trabajo. En frascos de fino vidrio y agraciadas formas se encerraba la colonia de lavanda, que artesanalmente producía.
Me invitó a reconocerla. Coloqué algunas gruesas gotas en mi cuello, mis orejas y mis brazos. Empapé mis cabellos hasta que la loción se deslizó por todo mi cuerpo, mojó mis zapatos y formó un charco sobre el piso, fragante y agudo. Mi respiración se agitaba y mi cabeza giraba extrañamente.

Había  gallos que deambulaban por el lugar, cruzaron el salón. Tenían patas finas y plateadas, plumas verdosas y cresta azul. Guirnaldas de lavandas alrededor de su cuello.
Traían otro aroma. Olor a tierra, a agua del arroyo, a sol de la mañana. Se escurrieron veloces, como relámpagos del recinto. Los busqué con mi mirada ,  un trueno seco y azul me agazapó contra la pared. Me sentía afiebrada e inestable.
-¿Señora? ¿Señora?-, una voz me sobresaltó.-Beba esto, va a recomponerse-. Sin dudas, alguien me había atendido de mi descompensación.
Por los postigos abiertos ingresaba un aire nuevo desde las sierras verdes. El excesivo olor a loción, me había fatigado en el sopor del medio día.
Al fin pude sentirme firme. Me puse de pie, tomé un frasco de colonia y lo guardé aferrándolo en lo más profundo de mi bolso.

Anhelante partí, apresuré el paso, estaba sola y no volví la vista. Tomé el sendero de pedregullo esta vez hacia la ruta , luego me dirigí a casa, oculté el frasco de colonia en algún rincón, y me dejé caer sobre el diván.

Han pasado años desde que me ocurrió este hecho. En el presente lo recuerdo con cierta inquietud y nostalgia .El frasco en el placard evapora su aroma lentamente .Para calmar mi añoranza, cultivo en un macetón una planta de lavanda. Cuando da sus flores y brinda su perfume, junto a ellos, como en sueños, advierto con nitidez la figura del joven dorado por el sol y los gallos con guirnaldas en su fino cuello.

                                                                                   
                               Irma Sambuelli Serrano.-Rosario.-Santa Fe.-Argentina












                                                           MADRE

Artesana de vientos coloridos
tejedora de sueños e ilusiones
eres maestra y aprendiz de lo difícil
que en suerte te tocó por los caminos.

Viviste tu muerte prematura,
renaciste mirando tres estrellas,
hecha cántaro de aromas milenarios
y nidal de pájaros soñadores.

Alfarera de almas,
de cánticos  y  versos Lorquianos
que nos diste a beber de tus entrañas
como savia y cimiente necesaria.

Abono, semilla y surco eres,
germinas al riego de tus propios años
y brotas incansable,  fértil, generosa,
como la bendita tierra en que naciste.

Vuelas con  alas concebidas
en tierras y   mares ya lejanos
que  son tuyos de ahora y para siempre,
como el tiempo que transcurre por tu espalda.

Victoria Gonzáles-Santiago.- Chile
Rectificación ante una publicación anterior incompleta nª3










                                                         Olvido

El olvido llega lentamente. Uno se cree abandonado, pero llega. El olvido llega como llegan las tardes cuando empieza a llover. La lluvia llega y el alma se expande, cuanto más se expande el alma el olvido encuentra más espacio vacío y se prodiga.  Espaciosa se hace el alma, mojada y fría, pero espaciosa. Como la lluvia,  empieza con un golpeteo que es música de tanto golpear y uno se sacude y se le eriza la piel. Y llega el sabor dulce del agua que se abre paso. El golpeteo es música escondida en el hueco de las caracolas que adornan livianas las bibliotecas. La música eriza la piel y uno desearía detenerla para detener el tiempo del olvido y gozar. Pero sigue impasible, unas veces lenta, otras  empujada por un viento del sur, pero impasible. Y el agua se abre paso, como las lágrimas cuando resbalan.  Uno siente que lento se derrama el olvido, pero implacable.  Ancho el tiempo del olvido, real tiempo cierto. Uno mira los charcos sudorosos, las arboledas escanciadas, saciadas, y se le eriza la piel y se siente cada vez más cerca del olvido. Y el olvido llega, hace un cauce profundo en el centro del alma. Lo hace de a poco, tan lento que  hasta las palabras sobran y sorprenden.  Las palabras se hacen líquidas de lluvia y de olvido. El cauce va vestido de olvido, y cuando llega al alma  le regala el vestido. Es lluvia el vestido que viste el cauce rumboso. Y allí lo deja y sigue desnudo, va en busca de otra alma. Y a uno se le eriza la piel. Tiempo lluvia. El cauce ya está hecho y se siente otra vez cantar, se siente otra vez  la niñez  en el alma jugar en los charcos, caminar bajo la lluvia.
Inútil tratar del volver, es el manso regazo, es un ramo de veintidós calas desnudas sólo para uno, es la tersura del interior de un  cuenco, la suavidad del pétalo.
Y si miramos abajo vemos transcurrir un río muy quedo. Bajo los pies pasan peces de colores repartidos, algas brillantes, anémonas inquietas. Y ya no es posible regresar.

Ahora que tengo que olvidarte

Me acuclillo en las  raíces secas
del ombú de la placita.
Las ramas  suben,  protestan,
                                   y yo  ahora,
cuando el olvido llega
no quiero seguirlas a lo alto
amanezco hacia abajo, hacia mi suelo.
Ahora yo debo
                                    olvidarte
Olvidarte del sur de las mañanas
Del latir del locutorio frío,
                          del pulso húmedo
de mi sudor  atado a tu destino.
Ojala llueva tanto
en las raíces…
y  el olvido fiel  encauce
                            al borde de mi cama.
Ahora que tengo que olvidarte
                                      Ahora.


              Diana Luz Bravi.- Rosario.- Argentina











                                                TESTIMONIOS (1982)


                        Nadie volvió a sonreír
                        con su sonrisa de niño.

                        Nadie volvió a mirar
                        de una sola vez al fondo de las cosas.

                        Después de la palabra
                        todo quedó detrás de las palabras.

                        Cada hoja, cada otoño, cada hecho
                        fue ampliándose y ampliándose y creciendo:
                        el pequeño corazón de cada cosa
                        dio su savia indivisible a la gran bruma de las cosas.

                        Perdimos, por lo grande, lo pequeño.
                        O tal vez fue al revés.
                        No lo sabemos.


                        Yo no sé cómo pasan
                        tus ojos por la bruma
                        mirada luminosa,
                        mirada ciega.

                        Las palabras, los signos caprichosos,
                        las jaulas
                        de las cosas
                        crecen entre sonrisas apagadas
                        y nos van encerrando en el silencio.


                        Ocurre a veces que yo tengo un cielo
                        y unas sierras, azules...
                        y un oro perfumado de retamas
                        hablando entre mis dedos.

                        Ocurre a veces, en el paso frágil
                        de los caminos,
                        que nos cruzamos, ojos por la bruma,
                        palabras como redes
                        vacías.


                        Yo no sé si los versos son badajos
                        y las almas campanas.


                        Ocurre a veces que se van trepando
                        por los cauces remotos de esta vida,
                        este intento,
                        de las venas al puño
                        cosas que quedan
                        apretadas, doliendo.


                        Cuando no caben ya, de dolorosas,
                        abro la mano sobre un verso
                        para que no golpee
                        mi silencio.


                        Salgo al camino antes que amanezca
                        a buscar al
                        Hombre:
                        esa palabra,
                        ese hueso aún humeante
                        abrumado en la ruina de sus propios golpes,
                        que grita como un eco
                        sus redes
                        al vacío,
                        a los hombres,
                        al grito repartido
                        en millones y millones de ecos.


                        Con mi linterna voy, como un avaro
                        hurgando en su jardín,
                        por mi tesoro:
                        el corazón pequeño,
                        indivisible,
                        el centro germinal de cada
                        Hombre
                        que quiere amanecer sobre el silencio.
                        Soy la ruina, la bruma, la campana,
                        la mueca de mis risas extraviadas.

                        Soy mis ojos también:
                        detrás de ellos
                        suelo encontrarme a veces,
                        mirada luminosa,
                        mirada ciega,
                        con mi propio silencio
                        que golpea.


                        Mi verso es un milagro: apenas eso.


                        ¿No creerás? Un verso es el milagro
                        y badajo y campana,
                        milagreros.



                        He visto sobre el campo
                        una mañana clara
                        de una lámpara triste
                        la pupila cuadrada.
                        Balada, sueño, balada,
                        mientras dormía
                        una lámpara triste
                        me parpadeaba.
                        He visto subir al cielo
                        una columna blanca.
                        Balada, será mi sueño
                        como una serpiente blanca
                        subiendo al cielo.
                        He visto andar sobre el campo
                        una estela por la escarcha
                        y un sudor –no era rocío-
                        que en los surcos germinaba
                        sobre el frío.
                        Balada, estaba muy sola
                        esa mañana clara,
                        lastimándose las manos
                        contra la escarcha.
                        Balada, tuvo en un tiempo
                        mujer, jardín, gallinero
                        y unas risas abiertas sobre el campo
                        contra el silencio,
                        balada,
                        y hoy tiene sueño.
                        Una noche de sábado en el pueblo
                        balada, sueño, balada,
                        el vino le hizo sombra
                        y fueron dos
                        y fueron tres,
                        y una casita tibia
                        para empezar a ver
                        el día.
                        Balada, ya se apagó
                        la lucecita cuadrada
                        y de punta a punta al surco
                        una estela en la escarcha
                        es el número uno
                        con la cabeza gacha
                        y el humo
                        de su mirada
                        que no ve nada.
                        Balada, no amanecía
                        y era una mañana

                                       Jorge Dágata.-Barcarce- Argentina












                               “ La Niña sin Sueños “




La niña lloraba. Sangraba por dentro.
El corazón roto por el desamor.
No hay esperanza. Se le va el aliento.
El joven que amaba, tiene nuevo amor.

Engañada y triste, muere sin consuelo.
La niña ha crecido con tanto dolor.
En ése vacío que siente por dentro
Suena, desgarrado, su grito de amor.

El joven le miente, tortura y engaña.
Ése a quien amaba le rompió la vida.
Y en su despedida: burla cruel, con saña,
La mujer que nace, pierde su sonrisa.

En la suave brisa que baña la tarde
Sus rosales blancos tiñen de dolor
Pétalos de sangre, corazón herido.
Dura pesadilla de muerte y horror.



Nieves Mª Merino Guerra Las Palmas de Gran Canaria- España










                                              Espacio Infinito







Áurea andarina portadora de amaneceres
al iluminar tu mundo,
en tu espacio
                      do quiera que estés
                        en ti me llevas

         De lejos un suspiro llega.
                   El mío
                           por no poderte tener

Dos soles, dos mundos.
                Espacio infinito en un mismo tiempo
separan  cuerpos, manos y abrazos

Puede que hubiera un destino
                     No aquí.
                      No en este tiempo
No es estos mundos
Lo que pudo ser,
                               nunca será


Habrá que dejar de soñar
Y vivir la realidad


                                Rafael Serrano Ruiz-Madrid-España












                                    Disparo




Fantasmas
desentrañan
la noticia
Bloquea:
el papel
Es la espera
la que
desarticula
Y enmudece
Huye
la respiración
Agusanan
esos
pensamientos
Rodando el carretel
las hebras
se pulverizan

                          Ana Romano.-Buenos Aires- Argentina











                                      Delirios



Quizás cante delirios

O delire a orillas

 De la noche



Y las ranas se asusten

 E interpongan

Sus preludios

 A la hora del juicio.

 Etherline Mikeska. Neuquén. Argentina










                                                          EL DESFILE






El pueblo de Roca Dura nunca se caracterizó por la abundancia. Perdido en la inmensidad de la provincia y fuera del camino de los grandes negocios, estaba condenado al estancamiento. Como el índice de crecimiento de la población era casi nulo, los votos que aportaba a los cargos de diputado y senador eran los mismos de hacía cincuenta años, por lo que los grandes partidos políticos desconocían prolijamente cuantos reclamos recibían del intendente. Sea quien fuera el gobernador de turno, Roca Dura era sólo un nombre en la lista de poblaciones del interior del país. En tales circunstancias no era raro que las autoridades del pueblo hayan decidido, hacía ya mucho tiempo, que se las habrían de arreglar solos.


Llegaba el mes del aniversario de la creación de Roca Dura y había que festejarlo. Muchos aseguraban que una acendrada vocación cívica y patriótica había movido a los antepasados a gestionar los límites del pueblo ante las autoridades nacionales. Éstas, necesitadas de población blanca para cuidar las fronteras interiores y de incrementar el cobro de impuestos, accedieron rápidamente a otorgar el status necesario a Roca Dura. Algunos desconfiados juran que la verdadera razón residió en la avaricia, y que los vecinos fundadores sólo lo hicieron para regularizar mediante la ley el reparto de tierras que habían “convenido” de noche y a la fuerza.
Aunque había algunas dudas acerca de la fecha exacta y de los motivos de la fundación, todos los vecinos coincidían en que la gesta debía ser recordada con orgullo. Ya sabemos cuáles son las posibilidades de festejo cuando la casa es chica aunque el corazón sea grande.
Para organizar los festejos el intendente convocó a su gabinete y a conocidos vecinos de los que siempre colaboran en las distintas instituciones. Las ideas fueron surgiendo al ritmo de una ronda de mate: un asado popular fue descartado pues el único asador del pueblo era de don Ricardo, reconocido militante de la oposición y acérrimo enemigo del intendente; del concurso literario ni hablar pues ni para jurado tenían; un espectáculo gauchesco con doma y canto fue la ponencia que casi estuvo por aprobarse hasta que se dieron cuenta de que a la guitarra del intendente (la única del pueblo) le faltaban dos cuerdas y el caballo de don Santiago (el lechero de Roca Dura) se había mancado (al respecto todos coincidieron que podrían reemplazar el asado por una picada de mortadela). Ya terminaba la desanimada reunión cuando una proposición recibió una cálida recepción: un desfile. Algunos objetaron la falta de recursos, pero el intendente los paró en seco: para el aniversario algo hay que hacer y el desfile se hace.
El intendente no era ignorante de la ausencia de algunas cosas importantes en el desfile, pero haciendo algunas consultas aquí y allá y comprometiendo la ayuda de ciertas personas claves llegó con cierta tranquilidad al día tan esperado.   
Fue una mañana fría aquella. El intendente se levantó temprano, revisó mentalmente los detalles, envió a su secretario a verificar algunos detalles y luego se dirigió al edificio de la municipalidad. Hizo las cosas que tenía que hacer y luego volvió a su casa.
A las nueve y media salió con su señora hacia la plaza principal donde se iniciarían los festejos. Los esperaba una multitud ansiosa por ver algo distinto. Izaron la única bandera del pueblo, cantaron el himno y luego el intendente y las demás autoridades se dirigieron al palco para presidir el desfile.
La gente los siguió entusiasmada para presenciar algo que nunca en su vida habían visto en persona. Todos rumoreaban con imaginación sobre las características del desfile: que los soldados de tal regimiento, que las delegaciones de pueblos vecinos,  que los aviones de la base aérea, que esto o lo otro, en fin, “un desfile magnífico como Roca Dura se merece”.
Faltando unos minutos para las diez de la mañana, el intendente abrió el espectáculo con un discurso y a continuación el locutor anunció el inicio del desfile con el paso de una escuadra de aviones. Todo el mundo miró al cielo con expectación pero por los parlantes recibieron instrucciones de mirar hacia la calle.
Durante un instante, que al jefe de la comuna le pareció el anuncio de un desastre, los asistentes miraron incrédulos y silenciosos el paso de un remedo de avión de guerra. Hay que reconocer que era bastante parecido, aunque no lo era exactamente en todos los sentidos. Es que de alguna manera hay que solucionar las carencias y la mejor que encontró el intendente fue mandar a construir una aeronave enteramente de cartón. Hasta tuvo que pedir a las poblaciones vecinas algo de material sobrante.
En fin, el avión fue construido y ahora estaba pasando frente al palco sostenido por un equipo de voluntarios vestidos al tono. Detrás, venía el resto de la escuadra. Como no se había conseguido suficiente cartón, los restantes aparatos eran representados por jóvenes que, con los brazos extendidos a manera de alas, corrían de un lado al otro de la calle haciendo “el avioncito” y emitiendo un “¡brrrrrrr! con la boca para que la representación fuese completa.
El intendente observaba con el aliento contenido. La multitud derivaba entre el aplauso y el abucheo. El único sonido provenía de las bocas de los “avioncitos”. Por fin una estruendosa aclamación rompió el hielo, el intendente y sus funcionarios respiraron y el desfile tomó toda su fuerza.
Lo que pasó después fue debidamente cubierto por las crónicas y las charlas en el bar del pueblo o en la cancha de bochas de la Sociedad Italiana. Todas coincidían en la grandiosidad del festejo. Innumerables fotos reflejaron la jornada y en cada casa había una o dos.  
El diario del pueblo, Eventualidades de Roca Dura (que en realidad no salía diariamente sino cuando había tinta), dedicó buena parte de su edición a cubrir el magno evento. Ya que no contaba entre su personal con un fotógrafo, un profesor de matemáticas con veleidades de dibujante y amigo del director supo retratar la jornada con el fasto que esta se merecía. Gracias a su acertado lápiz, el avión de cartón se transformó en un moderno caza bombardero y los muchachos que lo acompañaban en una disciplinada formación de rutilantes y rugientes Sea Harrier. Al haber disponible una sola bandera, ésta era utilizada por el abanderado correspondiente quien, llegado al extremo del recorrido, volvía corriendo por una calle lateral para pasarle la posta al siguiente. Esta situación se transformó, al amparo del dibujante del diario, en un mar de banderas que cubrían todo el largo de las cuatro cuadras del espectáculo.
En el bar “El patito feo” también se comentó larga y detalladamente lo ocurrido aquella magna jornada. El desfile de los concejales con su presidente a la cabeza fue motivo hasta de una agria discusión. Como no habían quedado policías en la comisaría (que desfilaban también), obligaron a los presos a desfilar junto a los ediles. A su paso, la multitud aplaudía y los concejales devolvían el saludo sin comprender que el aplauso era para los reclusos. Para completar, los pocos policías que intervinieron en el desfile lo hicieron acompañados de la División Gatos Barcinos. (El comisario había decidido que, a falta de perros decentes, por lo menos los gatos mantenían libre de lauchas a la comisaría y tenían derecho al reconocimiento). La misma lógica se utilizó para la suelta de palomas: como tampoco había suficientes, se recolectaron varias decenas de gorriones que ayudaron con su vuelo errático y su singular trino a cerrar el espectáculo de una manera original. Alguien en el bar explicó la decisión de utilizar gorriones en vez de palomas: por un lado, no había palomas entrenadas y por el otro servía de reconocimiento a los servicios prestados por esas bochincheras y aparentemente ordinarias aves. Ante la pregunta de cuál era el servicio que prestaban los gorriones, se contestó que los chicos utilizaban buena parte de su tiempo libre en cazarlos con las hondas y así no tenían tiempo de andar en cosas raras.
Otro de los comentarios favorables fue dedicado a la presencia del embajador de un país que nadie podría identificar. En realidad no era posible reconocer su procedencia pues no era embajador; ya que ni el gobernador, ni el presidente podían asistir “por compromisos asumidos con anterioridad”, fue contratado el portero de un hotel muy importante de la capital para cubrir ese papel y darle algo de lujo al palco de invitados. De ahí que fuera confundido con un embajador por algunos o con un militar de alto rango según otros. Como nadie en Roca Dura había visto a ninguno de los dos en su vida, el efecto fue logrado ampliamente.
El paso de la reina y sus princesas no escapó al análisis de los parroquianos. Al no haber, como en otros pueblos, reina de la primavera o de la vendimia, hubo que salir del paso de alguna manera (cualquier desfile que se precie de tal no puede prescindir de su presencia).  Y la mejor manera (y la más expeditiva) fue la coronación de la Reina del Cumpleaños del Intendente, una semana antes. La elección fue unánime, recayendo el cetro en una sobrina del mandatario y en dos hijas de sendos funcionarios los cargos de primera y segunda princesas. (Dicen algunos que ese día el Intendente se lamentó de no haber tenido hijas) Su paso por el palco se realizó en una bicicleta adaptada al efecto; un carrito decorado con flores de papel crepé llevaba a las niñas que saludaban sin cesar al público, mientras la bicicleta era conducida por el ordenanza de la Municipalidad debidamente engalanado con un viejo traje del intendente. Lamentablemente, el traje le quedaba grande y a la mitad del recorrido un extremo del pantalón se enganchó con la cadena y tuvo que detenerse.  Como no encontrara forma de destrabar la ropa, terminó el desfile empujando con la pierna libre lo que retrasó un poco al resto, pero esto no opacó las demostraciones de cariño que los asistentes demostraron por las jóvenes.
La sencilla imaginación fue agregando capas a la historia. Cada día que pasaba, el desfile se convertía en algo más importante. Además aparecían personajes que en realidad no habían participado. El único desfile de Roca Dura fue el motivo de conversación y debate durante años y fue gestando una épica que quedó en los anales para orgullo de sus habitantes y posteriores generaciones.
Dicen que la Historia la escriben los que vencen y los perdedores se contentan con las Leyendas. Lo vivido aquella jornada fue una realidad grandiosa para todos los que lo vieron, incluso para los que aún no habían nacido. 
Nadie podrá convencer de lo contrario a un solo habitante de Roca Dura



César Gustavo de Gerónimo.- Barcalce-Argentina














                 El Sabor De Tus Besos


¿Dime a qué saben tus besos?

¿A hierbabuena y romero?
¿A dulce miel de mil flores?

La textura de tus labios con el sabor de tu aliento,
que exhala ese amor profundo, que anhelo cuando te has ido;
enredada en tu recuerdo, elevada en tu suspiro.

¿Dime a que saben tus besos?

¿A fruta de la pasión?
¿A crepúsculo de olvido?

Leve roce de un encuentro de tus labios con los míos;
roce leve de tu boca con dos gotas de rocío.
Suave néctar de elixir que me eleva al infinito.

¿Dime a que saben tus besos?

¿Sabor a olor de azahar?
¿A madreselva y claveles?

Al alba junto a tu cuerpo en contacto con el mío,
terciopelo de tu piel; la calidez de un suspiro,
la suave brisa que envuelve la pasión junto al delirio.

¿Dime a qué saben tus besos?

¿Manzana del paraíso?
¿Mezcla de azmicle con menta?

Tu boca junto a mi boca detiene el tiempo a tu lado,
saboreando y sintiendo la caricia de tu abrazo;
para decirte en silencio cuánto te extraño y te amo.


                            Marga Utiel.-Badajoz-España











                                 Nº   VII




Desde que me levanté
estoy mirando la alfombra.

Hasta ayer / perdida la brújula
la costura del alma
era amenazada por viento / de
escarchadas agujas.

Arriadas las cuitas / desinfladas/
la transparencia de tu voz
ahuyentó  los nubarrones.

Y la alfombra escondedora / hoy
parece más liviana /
más clara
más vívida:
mis ratones / descansan.


Belkys Larcher de Tejeda.-Coronda –Santa Fe - Argentina
(De "Navegando los miedos"2011 )










A TU RECUERDO


Sereno y despojado
subiste al tren
a la hora indubitable
de volver al origen

Misterio circular del tiempo
amalgama de amor
memoria de tu sangre
latió la vida

Tu mirada esencial
por ojos pequeños heredada
el gesto generoso de tus manos
el eco de tu voz
en mis palabras

están aquí
presentes
cada día

          Silvia Rodríguez.-La Plata.- Argentina










                                            TATUAJE

"Yo, por mi parte, sigo con el tatuaje
de su nombre en la sangre, en los labios,
en el naufragio fértil de mis versos".
                                             Batania

indeleble
la tinta de su nombre
tatúa las arterias
de mis versos

indeleble
dolor, herida,
músculo palpitante
habita el reverso
de mis días

indeleble
su huella
en cada escama
de esta piel anaconda
que un día fue su abrigo

indeleble
destino dibujado,
taladran
mi vientre
las lanzas del olvido

indeleble,
paciente,
consagrado,
su nombre en mi palabra
y mi piel
que quiere ser su abismo

Mayte Sánchez Sempere.- Madrid.- España










                PLACER


Amaneció lloviendo perezosamente;
los  hijos  duermen.
Momento ideal para soltar amarras.
La casa está en silencio,
el  único ruido que se escucha
es  el de las gotas de lluvia en el techo del patio.
El viento silba enojado en las ventanas.
Son esos instantes breves,
apreciados
en  que la sangre descansa,
los  latidos se aquietan,
se   agudizan los sentidos.
Y la “birome” se escapa de los dedos
en  un intento inútil de traducir con palabras
el  mundo que bulle
en  el fondo de todo
-alma, corazón, entrañas-.
De lo más recóndito de uno mismo
surge  el ente rebelde
fuerte,  despeinado, adolescente
que  vuela por los ojos
por   la piel.
Y escribo.



          Egle Edith Fratonni Romano.-Rosario-Santa Fe- Argentina










En Remolino hacia lo eterno


Quisiera ser aura
suave y de alada ternura,
para acariciar la
tenue línea de tu frente.
Quisiera ser viento
o tornado,
para llevarte
en remolino hacia lo eterno.
Y, allí, en lo infinito
colmarte de besos y caricias,
para hacerte tocar el cielo
con la pasión de mis labios.
Si fuera melodía,
quisiera ser un vals para
danzar contigo los pasos
del baile enamorado.
Si fuera un ruiseñor
te cantaría tenues melodías
en tu oído con mi aliento
de fuego enardecido.
Si fuera esa mujer que amas,
tendría tu corazón
palpitando al unísono
con el mío para cantar al mundo lo mucho
que mi amor vive del tuyo…
Nos perderíamos en los eternos confines
del deseo, la ternura y el amor infinito,
para encontrarnos al fin allí,
donde nadie más que tú y yo
Pernoctaríamos ebrios de sentimientos.



Charo Bustos Cruz-Sevilla- España











      LA CUEVA  DEL PIRATA


            Cerca de la bahía de Quintero, (Chile) hay un lugar cargado de magia y mitos, oquedad natural formada por las bravías olas y fuerte viento. Es la Cueva del Pirata. Hoy los  lugareños recuerdan un hecho del siglo XVI, transmitido de generación a generación.

Cuentan que en aquella época, las costas chilenas eran paso obligado de barcos mercantes, que transportaban a España, oro, plata y piedras preciosas, en monedas acuñadas en esos metales, a la vez que traían a las colonias diferentes especias, todo lo cual era muy codiciado por los corsarios y piratas, sindicados como “el terror de los mares del Sur”.

Dice la leyenda que tras capturar un rico botín, un barco huyó hacia el Norte, siendo sorprendido por un fuerte temporal. Desorientada la tripulación, azotada por el incesante viento, fuerte marejada y, a un tris de zozobrar, divisaron dicha oquedad, a la que pusieron el nombre por el que es conocido hasta nuestros días, “la cueva del pirata”. Allí consiguieron refugio, no con poco esfuerzo, para luego desembarcar y enterrar su valioso botín, con la idea, obviamente, de volver a buscarlo en mejores condiciones climáticas. Se dice que no regresaron y que el tesoro estaría enterrado en algún lugar de la cueva.

La leyenda advierte asimismo, que éste estaría maldito, porque de los muchos que se aventuraron a buscarlo, nunca más se supo y de otros, cuyo interés era por curiosidad, se trastornaron o no volvieron a ser los mismos. Es el caso de Pedro, un pescador, que luego de comentar que iría al lugar al día siguiente, no dio señales de vida durante más de una semana, al cabo de la cual, lo vieron pasar una mañana, con aspecto fantasmal, la mirada perdida, y notoriamente más delgado. No parecía  conocer a nadie. Al pasar del tiempo, esporádicamente lo vieron en algún almacén, siempre en la misma actitud, para luego ignorar de su vida y actividades.

Pasaron los años, en el pueblo no se volvió a tocar el tema, salvo uno de sus compadres con los que se divertía jugando a las cartas, quien lo seguía recordando con nostalgia.  Era un día de invierno, recuerda Faustino, levantando la vista al cielo, como si quisiera ver a su amigo entre las nubes, de esos lluviosos y fríos que hielan la sangre –decía- corrió la noticia de que el Pedro estaba agonizando y que quería “confesar para morir en paz”. Cuando llegamos, ya estaba muy mal el compadre, apenas tenía un hilo de voz, pero su relato fue claro y escalofriante hasta su último suspiro. 

Éste, confirmaría el temor de los lugareños para no acercarse al lugar al caer la noche, especialmente en los días de tormenta. En la confesión habría asegurado haber visto  rondar la bahía a los fantasmas, que oyó sus voces, ruido de metales y  aseguró que reconoció a su capitán,  por una notoria cojera. Que lo vio tan cerca que distinguió la enorme cicatriz de su cara, producto de la flecha de un indio y que éste se paró a un par de metros de él;  un escalofrío le recorrió  el cuerpo y no recuerda nada más. Una mañana lo despertó una ola a la orilla de la mar. Habían pasado 10 días.
 Según la leyenda, uno de los piratas efectivamente quedó muy mal herido y que  salvó de una muerte segura, gracias al coraje de sus hombres que lo rescataron. Por eso, su “fantasma está siempre acompañado”. 


Victoria Gonzáles Badani-Santiago - Chile






EL POBRE LÁZARO Y EL RICO EPULÓN

LÁZARO

Lázaro estaba acurrucado, como de costumbre, en un rincón bajo el pórtico de la vetusta iglesia que amenazaba derrumbarse encima de él en cualquier momento, cosa en la que él no creía después de tantos años pasando muchas horas en el mismo sitio. La verdad es que Lázaro creía en muy pocas cosas, salvo una que reverenciaba, que era su amor incorruptible por el vino que vendían en la taberna del tío Nicasio, tabernero extremeño, experto en el peor vino de pitarra que pudiera pensarse, pero Lázaro no podía permitirse otro mejor, con los escasos dineros que recogía de la caridad de las beatas que iban al rosario o a misa. De todas formas, Lázaro no estaba tan alcoholizado como por ejemplo el Faldones, llamado así por los extraños pantalones que llevaba que no se sabía bien lo que eran. Lázaro aún comía algo, fundamentalmente los trozos de pan duro que le daban en algunas casas, que el roía con fruición, y guardaba con esmero en los bolsillos sin fondo del pantalón, mientras que el Faldones hacía muchos años que no comía nada, solo bebía su ración diaria de vino de pitarra y caía en un sopor del que solo salía a veces para hablar algo con Lázaro, que curiosamente no tenía ningún apodo. Eso le daba una cierta dignidad, acrecentada por su curiosa manera de hablar, que evidenciaba que había tenido tiempos mejores, aunque hace mucho tiempo olvidados. Era fácil oír a Lázaro entablar con alguna beata un curioso diálogo, como uno que se hizo famoso con Doña Palmira, que jamás le perdonó y que, sin querer, al comentarlo, extendió la fama de Lázaro al menos hasta la siguiente bocacalle.
Doña Palmira, que salía de Misa, llena de buenas intenciones y rebosando caridad, pues así conseguiría un magnífico sitio en el cielo, decidió, al ver a Lázaro acurrucado extendiendo una mano, hacer un acto de caridad y dar una limosna, cosa extraordinaria donde las haya. Dicho y hecho, le lanzó una moneda de 10 cts., y le dijo con voz de recomendación caritativa: “Tenga usted, buen hombre, pero no se lo gaste en vino”, a lo que Lázaro respondió con voz aguardentosa: “Descuide, caritativa dama de acrisolada virtud. Estos 10 cts. los invertiré en Bonos del Estado al 3% y con los réditos adquiriré un palacete en la Castellana”, volviendo a continuación a su posición habitual sin darle mas importancia al incidente y calculando cuando le quedaba para abandonar su posición de trabajo y marchar a la taberna del tío Nicasio a roer un mendrugo de hacía cuatro días, con su vino ganado, si no con el sudor de su frente, con el duro trabajo de extender un brazo de vez en cuando para solicitar la caridad.
Lázaro no era ni feliz ni desgraciado, eso era lo que tenía y no sabía de nada mas ni le importaba tampoco. Pasaba la vida a través de él, sin otro objetivo, pero, el destino es como es, y no estaba dispuesto a que la vida de Lázaro fuese ni pobre -era mísera-, ni honrada -nadie lo sabía pues no tenía oportunidades de no serlo- y, aconteció que, un día, a la salida de la taberna del tío Nicasio, entre tambaleo y tambaleo, perdió pié y cayó al suelo, con bastante suerte, pues no se rompió nada, aunque estaba realmente bastante acostumbrado pues los efectos del cochambroso vino eran fuertes y tropezaba en el mismo escalón un día si y otro también. Pero esta vez hubo algo diferente, pegado a su nariz había un papel con letras y dibujos que pensó inmediatamente podía servirle para limpiarse los mocos u otra cosa, en su momento y, por lo tanto, con gran satisfacción, lo guardó en el bolsillo junto con un mendrugo con restos de cáscara de plátano que había encontrado y que en sus momentos de erudición habría llamado: “Tosta de pan curtido a la banana madura”.
No volvió a acordarse Lázaro del dichoso papel, hasta el día siguiente, donde, al ir hacia la taberna, se encontró con  cierto tumulto a la altura de una tienda en la que él no había reparado nunca. No hizo mucho caso, pero en la taberna le informaron de que lo que había pasado es que esa tienda era una lotería y había caído un premio de 233 Millones de Euros. A Lázaro, le daba igual porque para el todo lo que pasase de un euro ya era “mucho” y no le importaba mas, aunque en algunos momentos creía recordar que había aprendido algo que llamaban la tabla del siete, pero ya no se acordaba de esas cosas. La excitación sobre todo venía de que no había aparecido el ganador y todos estaban corriendo a mirar por si eran ellos, aunque todo eran decepciones. Lázaro, ajeno a aquel guirigay se tomaba calmosamente su vino, mientras meditaba a donde tenía que ir a recoger los mendrugos sobrantes, para roerlos en su rincón favorito del pórtico.
Sin embargo, el tío Nicasio apareció excitado con sus papelicos, por si acaso eran los suyos, pero enseguida vio que no era el afortunado y todos empezaron con aquello de lo importante es la salud y cosas parecidas. Lázaro, que todavía iba medio sobrio y que era mendigo pero no idiota, comprendió enseguida que el también tenía un papelico de esos y, a lo mejor, era él la persona que buscaban, pero, el sexto sentido que le había ayudado a llegar a edad madura sin mayores problemas, actuó inmediatamente y le aconsejó cautela. Si el papelico valía “mucho”, fuese lo que fuese, las probabilidades de ser asesinado en el acto eran muchas y mejor salir arreando a meditar lo que había que hacer.
Lo primero fue esperar con calma haciendo vida normal hasta que el tema se olvidase y pudiese actuar con mucho cuidado pero más fácilmente. Lo segundo, aprender un poco como funcionaba aquello que llamaban Euromillón y luego ya vería.
Aprender lo que era aquello no fue difícil, el propio tío Nicasio cuando la rellenaba se lo explicó. El premio estaba en que los números que decían en la tienda fuesen los mismos que había en el boleto. Lázaro, sin mucha esperanza, apuntó los números mil veces repetidos en la tienda y luego a una hora intempestiva, en su rincón habitual, comprobó, estupefacto, que coincidían todos los números.

LA METAMORFOSIS
El ansiado papelico era suyo. ¿Y ahora qué?. ¿A quien podría acudir si cualquiera de sus amigos era capaz de asesinar a su madre por 1 euro? ¿Qué no harían por 100 o mas?. Por ahí no podía esperar ayuda. Y claro, si vas a la tienda con el papelico, ya está liada igual. La respuesta se la dio sin querer el Tío Nicasio, que se lo había planteado muchas veces. Mira Lázaro - le dijo- Lo tengo bien estudiado, por si acaso. Lo primero es firmar el boleto y sacar copias, sin que se entere el de la máquina de fotocopias. Lo segundo es ir con el boleto a un banco lejano, que no te conozcan, con la fotocopia y, sin darles el original, citarles en la lotería, ellos te dirán donde. Si no quieren ir, peor para ellos, no hacen falta. Allí, con el DNI, ya es coser y cantar, les das el boleto, te dan la pasta y te desvaneces.
No le parecía demasiado difícil a Lázaro, salvo por la ropa, igual tenía que lavarse, había que quitarse el olor a vino y parecer un sujeto respetable. Un DNI válido era fácil de obtener. El dinero tampoco era problema, estaba el Leblanc que le iba a resolver todo. El Leblanc era un tipo elegante que Lázaro había conocido en alguna de sus estancias en alguna cárcel y que se dedicaba a usurero y timador. Lázaro pensó que lo mejor era pedirle dinero prestado al Leblanc justificándolo con que lo necesitaba porque le habían ofrecido entrar como gancho en una banda de trileros amigos y necesitaba ropa decente. Mucho regateó el Leblanc, pero como el motivo le parecía altamente loable, le dio 300 € y le explicó: “te los presto por ser tu al 5 por 100, Es decir, al cabo de tres meses, me das 5 euros por cada euro, total mil quinientos, o sea que a trabajar, que hay mucho tajo”.
Lo primero fue ir a otro de sus contactos carcelarios para pedirle un DNI bueno, de un muerto que no había sido dado de baja y no tenía ninguna familia. Un buen DNI que le costó un primer plazo de 100€ y otros 100 a los tres meses
Con el dinero restante, Lázaro, se fue al compraventa y después de mucho regatear, compró un equipo entero por 100€, y fue a ponérselo no sin antes darse un baño cosa que le sentó muy mal y creyó morir, pero no había otro remedio.
Una vez acicalado convenientemente, se fue a un banco por el centro de la ciudad, no sin antes firmar el boleto con su nuevo nombre, Epulón García y con algo que  se parecía a la firma del DNI, que había ensayado convenientemente. Según se acercaba al banco, pensaba que estaba realmente preparado para cualquiera de los timos habituales. Eso le animaba y le daba confianza en el futuro.
Sin tomar vino y con la preparación mental que usaba cuando hacía de bueno en el tocomocho, entró resueltamente en el banco. Nadie le hizo caso y él se puso a una cola. Al final había una persona que le preguntó que quería y él pensó, este es un colega,  no voy a exagerar. “Mire usted, pues es el caso que tengo una primitiva premiada y desearía cobrarla a través de este su banco”. Las orejas del cajero se afilaron y pensando que habría algo y que este hombre, de clase media e inocente, podría ser presa fácil, decidió mandárselo al apoderado, por si acaso. El apoderado, mas desconfiado, comenzó a interrogarle hábilmente. El valor de la primitiva, Lázaro-Epulón no sabía, pero parecía mucho, la había firmado, tenía allí una copia. ¿Me permite la copia, dijo el apoderado? Con mucho gusto, eficiente caballero, dijo Lázaro, recordando una vez mas sus tiempos en el tocomocho. Cuando el apoderado se encontró con un premio de 233 millones de Euros, no daba crédito a sus ojos. Primero pensó en una estafa, luego en una broma, pero aquel honesto caballero de clase media, no parecía ser nada mas que lo que aparentaba. No sabía lo que tenía, pero no era tonto. Mejor hablar con el director.
D. Samuel, oyó las explicaciones y, por si acaso decidió investigar. Llamó a Lázaro a su despacho y después de invitarle amablemente a sentarse comenzó a charlar. Al poco rato, D. Samuel, convencido de la veracidad de Lázaro, babeaba descaradamente calculando el tiempo que tardaría en quedarse con todo, mientras que Lázaro pensaba que aquel tío estaba pidiendo a gritos un tocomocho. Ambos se equivocaban.
Lázaro, se fue a vivir a una modesta pensión donde no preguntaban nada y al cabo de unos días, siguiendo las instrucciones de D. Samuel, se presentaron en la Organización Nacional de Loterías varios representantes del banco y Lázaro con el resguardo, que resultó bueno después de unas cuantas comprobaciones y, a renglón seguido, le entregaron a Lázaro un cheque por valor de los 233 millones de hermosos euros. Allí mismo, Lázaro ingresó el dinero en el banco y a poco se deshace D. Samuel de tanto babear y babosear de la forma mas abyecta.
A partir de ese momento D. Samuel dijo a Epulón, “por favor, llámame Sam, ya que nuestra relación, mas que entre cliente y banquero es de verdaderos amigos”. Epulón, educado en la vida, le dejó seguir, pero reconoció que necesitaba ayuda para entender lo que pasaba. Lo primero –dijo Sam- es que empieces a vivir de acuerdo con tu nuevo estatus de rico. Lo que necesitas es una PA –Personal Assistant-  que se ocupe de ti. ¿Y que demonios es una PA?, inquirió Epulón. Pacientemente mientras calculaba su comisión, Sam le explicó que era una especie de secretaria que le ayudaría en todo. Por ejemplo: Tendrás que comprarte una vivienda digna, con muchos cuartos de baño. ¿Y para que quiero yo muchos cuartos de baño? Ves, para eso vale la PA, ella te explicará que cuanto más rico es uno tiene que tener más cuartos de baño, si no, no se es nadie. “Vale, vale, lo que quieras, dijo Epulón, trae la PA. Y así es como entró en la vida de Epulón, Virginia, conocida en otros lugares como Perfidia la Taimada,  famosa por su capacidad para limpiar patrimonios de incautos, basándose en su aspecto angelical con cara de no haber roto nunca un plato, aunque en su haber figuraban varias vajillas.
“Queridísimo Epu, dijo Virgi, -haciendo un delicioso mohín, valorado en varios miles de Euros- vamos a buscar un chalé, ropa, coches, uno deportivo blanco para mi, muebles y otras cosas necesarias, que, gracias a mis desvelos te van a costar la mitad de lo normal (el doble pensaba ella). Ya verás que feliz vas a ser. Y se pusieron a ello con gran dedicación.
Pero Epulón no era tonto, era otras cosas, pero la vida del hampa, aunque olvidada paso a mendigo profesional, enseña bastante, y decidió formar un equipo defensivo, porque al paso que iba entre Sam y Virgi le iban a dejar sin un duro en cuatro días. El primero que fichó fue el Aristóteles, filósofo de buena presencia especializado en timos elegantes y hábiles robos al descuido. El segundo fue D. Eladio “manos largas”, administrador infiel, especializado en quedarse con las fortunas de los incautos que caían en sus manos. Epulón los reunió y se reunió con los dos, Les explicó el lío de la Virgi y Sam y como el había conseguido una fortuna. Estaba dispuesto a llegar con ellos a un acuerdo amistoso admitiendo unas comisiones y robos razonables, para que, por lo menos, le llegase el dinero hasta su muerte, porque con el tío del banco sobre todo, no creía llegar a fin de mes. Una vez acordados los términos, se pusieron inmediatamente a trabajar. Aconsejaron contratar al Dalilo, matón con varios crímenes en su cuenta, para que le explicase a Sam, y de paso a  la Virgi que había llegado la hora de dejar tranquilo a Epulón, aunque podrían participar en los diversos proyectos que Epulón tenía en mente. Mucho lo sintieron Virgi y Sam, pero, a mal tiempo buena cara, ya vendrán tiempos mejores, etc. Y aceptaron la nueva relación.
Hubo algún otro problema adicional, y es que no se sabe por qué métodos, el Faldones, en un momento de lucidez se enteró de que Lázaro y Epulón eran la misma persona y asesorado por D. Nicasio buscaron la manera de sacarle algún dinero. Animados por el vino de pitarra llegaron a la conclusión de que lo mejor era que el Faldones  hiciera como los de la tele y dijera que Epulón era padre suyo, y luego ya verían. Dicho y hecho, junto con el Leblanc, que decía que era abogado, presentaron una demanda en el juzgado reclamando 12 millones de Euros por las pensiones no abonadas. El juicio se vio por fin y el juez pidió que Lázaro se sometiese a la prueba del ADN, cosa que a Epu no le dio la gana, aunque tampoco sabía que era. En vista de que no se hizo la prueba, el juez dio la razón al Faldones, aunque, solo con solo 12 euros de indemnización, pero le dejó la legítima en caso de muerte. Fue comentado el caso, porque el Faldones era tres años mayor que Epulón, pero cuando se supo que anteriormente el juez había sido magistrado del Constitucional todo el mundo entendió la sentencia. No se lo tomó a mal Epu, aunque se reía de tener un hijo tan mayor y, por supuesto, le prohibió que le llamara papi, ni en la mayor de las cogorzas monumentales que cogía aquella especie de sindicato del crimen teórico en que se habían convertido. Hasta Virgi se tiñó de rubio para ver si se convertía en la chica del gángster.
Así iba pasando la vida, de cuarto de baño en cuarto de baño procurando no repetir y planeando a la vez una multinacional del crimen y la extorsión en plan franquicias, mas que nada para entretenerse y aprovechar la experiencia en el desvalije de Sam, sobre todo. Pero, a pesar de todo, Epulón no era feliz y añoraba otras cosas.

EPÍLOGO
Un buen día de crudo invierno, hubo un gran temporal y el pórtico donde Lázaro solía pedir, se vino abajo. Al retirar las piedras, descubrieron el cuerpo sin vida de Lázaro, rodeado de botellas de vino de pitarra, con unos mendrugos viejos, pero con una sonriente cara de felicidad.
Le lloraron un poco y enseguida pasaron todos a apuñalarse para llevarse la pasta.

Luis I Urquí-Madrid-España










                          El Rostro del Placer

La oscuridad me impide ver con claridad. Su silueta, me incita a un deseo abrumador. Me estremezco con el juego de sus dedos en mi pelo. Siento el peso de su cuerpo sobre el mío, su cálido aliento en mi cara... Saboreo sus labios tras un beso lánguido y ocioso, con regusto a whisky.
Sus manos, se trasladan bajo mi falda y apartan la ropa innecesaria. Las caricias insistentes entre mis muslos, consiguen que el placer linde con el dolor. Se detiene. Comienza a rozar mi órgano carnoso.
 La respiración empieza a ser jadeante hasta el punto de perder el aliento. Sorbo el labio inferior de mi boca, lo muerdo. Siento el sabor a la sangre. Los espasmos, recorren mi cuerpo. Un grito en eco, provoca que el peso de su cuerpo me abandone. Asustada, enciendo la luz. La ropa de la cama está desordenada. La falda enredada alrededor de mi cadera, mis manos encajadas entre los muslos, los dedos humedecidos... Miro a mi alrededor, y consigo, que mis ojos se aneguen de lágrimas, cuando al placer, le veo el rostro.

©Begoña M. Bermejo- Guadalajara- España







                                    Estadísticas de difusión



                               















                                    Lista de Autores



Ezequiel Feito-Buenos Aires- Argentina
 Irma Sambuelli Serrano.-Rosario.-Santa Fe.-Argentina
Victoria Gonzáles-Santiago.- Chile                      
 Diana Luz Bravi.- Rosario.- Argentina
Jorge Dágata.-Balcarce- Argentina
Nieves Mª Merino Guerra Las Palmas de Gran Canaria- España
Rafael Serrano Ruiz-Madrid España
Ana Romano.-Buenos Aires- Argentina
 Etherline Mikeska. Neuquén. Argentina
César Gustavo de Gerónimo.- Barcalce-Argentina
Marga Utiel.-Badajoz-España
Belkys Larcher de Tejeda.-Coronda –Santa Fe  Argentina
Silvia Rodríguez.-La Plata.- Argentina
Mayte Sánchez Sempere.- Madrid.- España
Egle Edith Fratonni Romano.-Rosario-Santa Fe- Argentin
Charo Bustos Cruz-Sevilla- España
Luis I Urquí-Madrid-España
Begoña M. Bermejo- Guadalajara- España




                                         Artista plástica
Cristina del Ama- Madrid -España